¡Ah… True blood! Pocas series son capaces de dividir tanto al público, ya no solo están los que la ven y los que no la ven, sino dentro de sus espectadores están los que las ven tomándosela en serio y los que, como yo, las vemos como lo que es: un espectáculo esperpéntico que no se toma en serio a sí mismo. Una dramedia de una hora de duración que todos los veranos nos trae HBO.
Este verano ha tocado la cuarta temporada, que ha concluido este pasado domingo, y que nos ha traído una temporada como es habitual, difícilmente calificable, lo que no quita que sigan en su línea. Aunque si se me permite, tengo la sensación de que ha habido cierto bajón entre la temporada anterior y esta. O por lo menos no la he disfrutado tanto como antes.
Al final de la tercera temporada Sookie era llevada por su hada madrina (sip) al mundo mágico de las hadas donde son aparentemente muy hospitalarios y comen frutos “gusiluz”. Pero parece que no todo es tan idílico como parece, Sookie lo sabe y a los cinco minutos hay una batalla campal entre estas hadas/orcos. Cuando vuelve al mundo real descubrirá que ha pasado un año y que para la gente de Bon Temps lleva todo ese tiempo desaparecida. Bill es el Rey de los Vampiros, puesto por la AVL y la Autoridad, Jason es policía, Tara se ha hecho luchadora lesbiana (luchadora de deporte no de reivindicación)...
Y la trama importante: un aquelarre creado por Marnie (Fiona Shaw) que “poseída” por Antonia Gavilán de Logroño (Paola Turbay), una bruja quemada por la Inquisición Española (con bastante miembro vampiro) traza un plan para terminar con los vampiros obligándoles a salir a encontrarse con su amigo Sol. Evidentemente esto preocupa a Bill que no duda en mandar a sus secuaces para investigar, algo sale mal y Eric resulta víctima de un hechizo que le borra la memoria.
Hadas, panteras, cambia-formas, hombres lobo, “bruho”, Tara… el irregular circo de Bon Temps
Cuatro temporadas de ‘True Blood‘ nos han demostrado una cosa: no se toman en serio a sí mismos y explotan al máximo todo ese circo de seres sobrenaturales que han ido mostrando a lo largo de la serie. El espectador lo único que tiene que hacer es sentarse, admitir el surrealismo de la serie y disfrutar… o al menos intentarlo.
Esta temporada hemos comenzado con las hadas come bombillas (en realidad frutos luminosos, pero a mí no me engañan) y cuando nos queremos dar cuenta volvemos a Bon Temps a visitar la fauna local: Jason y la mujer pantera, Sam se hace amiguito de un grupo de cambiaformas y corren por ahí cual caballos… No solo eso sino que vemos a la banda de hombres lobo local, el niño raruno de Arlene y Renée, Lafayette y el bruho de Jesus y, por asociación el aquelarre de Marnie. Cada uno con su propia subtrama a la que hay que añadir los triángulos amorosos oportunos, el hermano de Sam rondando por ahí y la adicción de Andy al V.
Y es que el gran problema de ‘True Blood’ es que le sobran tramas a pares. El equipo de Alan Ball quiere rellenar las carencias argumentales de la serie juntando todas las historias posibles con la máxima de que cuanto más grotesca mejor, todo sazonado de un buen puñado de fan service para que no nos quejemos demasiado. Si en la tercera temporada ya se notaba esta sobredosis de tramas, en esta cuarta ha sido directamente insufrible. Si quieres hacer mediadocena de tramas a la vez hazlas, pero asegúrate de que todas sean igualmente interesantes (o medianamente entretenidas y/o divertidas) o acabarás aburriendo al espectador.
La verdad es que creo que es un problema intrínseco de la serie ya que cada temporada transcurre en un par de semanas como mucho hace que no puedan quitarse de en medio enseguida según qué tramas. El resultado de este son episodios muy irregulares, con partes con las que estás con el alma en vilo (bueno, no tanto, pero me entendéis) y otras partes con las que directamente te aburres y estás apunto de darle al avance rápido para que la escena pase lo más rápido posible (si no fuera porque lo veía con más gente lo habría hecho más de una vez).
‘True Blood’ cierra una temporada de transición
Hay muchas cosas que, incluso en series como ‘True Blood’ pueden estropear la experiencia en el visionado de la serie. Desde que las tramas principales no tengan fuerza y estén episodios dando vueltas sobre lo mismo, algo por otra parte bastante común, hasta que haya un personaje directamente repelente. Pero lo peor es que termines el episodio final de la temporada y te des cuenta que es una temporada de transición.
Que la historia de las brujas, Marnie y Antonia Gavilán de Logroño dándolo todo, es interesante. Sobre todo por Fiona Shaw que hace un excelente papel, no llega a la grandiosidad de Russell pero se le acerca, aunque al final creo que resulta algo sobreactuada. Pero una vez acabada la trama “bruja” en el penúltimo episodio (lo del último no lo cuento porque es de vergüenza ajena) no tiene sentido alargar tanto el final. La verdad es que es un problema que tiene siempre la serie con sus tramas, que no las planifican lo suficiente para que atraiga la atención del espectador de principio a fin.
El caso es que si obviamos esta trama queda claro que esta temporada ha sido de transición para la serie lo que queda claro al ver cómo las hadas que prometían al principio han acabado en el olvido más allá del primer episodio y en el regreso, en los últimos minutos del soporífero episodio final de temporada, de tres (no uno, ni dos… ¡tres!) de los malos que ha tenido la serie en las anteriores temporadas. Desconozco los libros y no sé cómo se desarrolla en ellos esta trama de brujería pero la sensación en la serie es de que estaba porque había que hacer algo entre lo de las hadas y lo que pasaría en la quinta temporada.
‘True Blood’ ha acabado la que probablemente sea su temporada, dentro de lo suyo, más irregular. Lleno de altibajos y momentos en el que todavía no te explicas por qué estás viendo la serie más allá de ser un guilty pleasure lleno de guiños para el espectador. De no ser porque la ya confirmada quinta temporada promete muchísimo (a juzgar por los cliffhangers del último episodio) le hubiera dado carpetazo a la serie. Pero sé que volvería a caer, porque por encima de todo soy adicto a los vampiros de Bon Temps.
En ¡Vaya Tele! | Más magia en la cuarta temporada de ‘True Blood’