¿Puede un capítulo de poco más de veinte minutos aburrir? Sí. ¿Y si el capítulo es de ‘The Office’? Hace algunas temporadas habría negado por completo esa posibilidad, pero puede decirse que la serie lleva ya un tiempo irreconocible. Sabes que algo no va bien cuando disfrutas cada momento de un episodio de ’30 Rock’ o ‘Community’, pero cuando llega la hora de ‘The Office‘ aparece también una mezcla de indiferencia y nostalgia por lo que la serie fue en su día.
Puede decirse que ‘The Office’ ha empezado la actual séptima temporada de forma similar a cómo acabó la anterior, por el mismo camino, lo cual no dice mucho a su favor. Se siguen manteniendo los problemas del pasado año y los responsables de la serie no parecen darse cuenta (o no quieren darse cuenta) de que algo va mal. Y si a eso le sumamos la dificultad añadida de buscar un sustituto para Michael Scott tras la anunciada marcha de Steve Carell, cada vez se ve menos en ‘The Office’ lo que en su día le valió para ganarse a pulso el ser una de las mejores comedias actuales.
¿Qué falla en ‘The Office’? La evolución de los personajes. Michael Scott ha pasado de ser un jefe pesado pero que se preocupa por sus empleados a una exagerada caricatura de sí mismo. Con Dwight podríamos decir prácticamente lo mismo, de ser un personaje raro y excéntrico a ser un loco que incomoda al espectador. Pero sin duda dos de los que más han cambiado han sido Jim y Pam. Jim ya no es el agradable bromista que conocimos, ni Pam la secretaria risueña e inocente. Ambos han perdido el encanto que nos conquistó en las primeras temporadas.
También llama la atención el sorprendente protagonismo que le quieren dar al personaje de Andy. En uno de los dos últimos capítulos emitidos le hemos visto ser el protagonista absoluto del arco argumental y en otro ha sido el organizador de una de esas reuniones incómodas para todos que solía hacer Michael. Su protagonismo contrasta con la poca participación del resto de secundarios, que si ya antes estaban en un segundo plano, ahora ya apenas ni aparecen. También da la sensación de que están probando a ver qué tal funcionaría Andy como sustituto de Michael, lo cual para mí sería claramente un error. Andy es gracioso en pequeñas dosis, pero con tanto protagonismo se convierte en un personaje pesado y cargante.
Pero la culpa también la tienen las situaciones que estos ahora irreconocibles personajes viven en cada episodio. Que Michael Scott contrate a su sobrino y se ponga a pegarle azotes no es gracioso, es incómodo. Y lo mismo ocurre con Michael llamando a todas sus ex-novias para avisarles de que tenía un herpes. O Dwight secuestrando trabajadores hispanos para abandonarlos en medio de la nada diciéndoles que están en Canadá. Si por algo destacaba ‘The Office’ era por la habilidad de mezclar incomodidad con el humor suyo tan característico, pero ese humor ya no está presente.
El único momento de la séptima temporada en el que me he sentido cómoda viendo la serie y que, en cierto modo, me ha recordado a los viejos tiempos, ha sido en el cold opening (los minutos previos a la cabecera) del primer capítulo de este otoño y que podéis ver aquí. En él, los personajes de la serie protagonizaban un breve “lip dub” (haciendo playback de una canción mientras el cámara camina y se mueve), cada uno a su manera.
Por lo demás, creo que ‘The Office’ tiene un problema mucho más importante que encontrarle sustituto a Steve Carell, y es recuperar el nivel perdido. Queremos que vuelvan los personajes que nos conquistaron, que vuelvan las historias graciosas que nos hacían reír y, en definitiva, que vuelva la ‘The Office’ que nos maravilló hace algunos años. Entonces, y sólo entonces, deberían preocuparse por cómo se arreglaran sin Michael Scott la próxima temporada. De lo contrario puede que muchos de los que hasta ahora éramos verdaderos fans de la serie perdamos el interés por ella durante el camino.
En ¡Vaya Tele! | ¿Puede ‘The Office’ sobrevivir sin Steve Carell?
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