No hace falta que una serie sea la mejor del mundo para que se la pueda echar de menos. Hasta pueden tener sus defectos, como las personas. ‘The Neighbors’ entra dentro de este caso. Estaba lejos de ser una comedia redonda, tampoco terminaba de ser un lugar feliz pero era una obra decente y simpática y hubiera sido una buena noticia que la renovasen para una tercera temporada. No sucedió. ¡Descansen en paz, Larry Bird y Jackie Joyner-Kersee!
De cara al segundo año había tenido un deber a nivel creativo: consolidarse como comedia y resultar más orgánica en la explotación de su peculiar sentido del humor. Si el público la había ignorado era porque su piloto no era precisamente brillante y mostrar esos marcianos verdes hizo que pareciese una comedia infantil y no una comedia familiar. Y no se convirtió en una comedia sofisticada, tampoco acabaron de encajar todos los elementos, pero ‘The Neighbors’ sí hizo algo muy bien: entregarse a la locura.
Si encontrase algún enlace que funcionase, ya estaría añadiendo el número de Bollywood del ‘Balle Balle’ que tanto me fascinó. De repente, los Weaver y los extraterrestres se metían en un número musical cutre, que se notaba que casi ni habían ensayado, pero que sorprendía. Era alegría en estado puro, un reparto que se lo pasaba bien en el plató y que asumían su naturaleza de serie ignorada. ¡Pues a pasarlo bien, claro que sí! Nada ejemplificó mejor el estado de carpe diem de esta serie y, ya que no podemos publicar el vídeo, aquí está el número de la anterior temporada, cuando Dan Fogelman convenció a Alan Menken para que les escribiera una canción (deberemos estar atentos a ‘Galavant’, la comedia musical que les compró ABC para la próxima temporada).
Pero probablemente lo que mejor se les dio a los guionistas en esta segunda temporada fue explotar el cariño hacia la industria y hacia la televisión. No debió existir serie más metatelevisiva que ‘The Neighbors’ en estos últimos meses. De las alusiones a ‘Cougar Town’ pasaron a referirse a ‘Smash’, una serie muy criticada pero que tendrá su culto de ahora en adelante, y de la parodia de ‘The Real Housewives’ pasaron a reírse de las sitcoms en general.
Debe haber pocas ideas más originales que Larry y Jackie queriendo su propio especial de Acción de Gracias dentro del especial de Acción de Gracias de la serie. Quisieron imitar las sitcoms tradicionales y obligaban a sus vecinos para que les rieran las gracias (las risas enlatadas), buscaban frases ingeniosas cada poco segundos, inventaron sus giros dramáticos (invitar a los suegros tanto suyos como de los Weaver) y finalmente explotar una moraleja familiar. Nos contaron como se hacía un especial de Acción de Gracias, de esos que tantos hemos visto, y así ‘The Neighbors’ probó algo distinto para esa ocasión.
Este amor por la industria se notó también con el especial de los Oscars, donde hicieron un visionado casi profesional de la gala como si se tratara de la Superbowl con famosillos de segunda (que alguien me explique quien demonios es Carrot Top que siempre está por todas partes). Pero más divertido era escuchar todas las puñaladas a su cadena y a ellos mismos: desde los comentarios a que los mandaron a los viernes, la franja de la muerte para muchas series, a ese alegato final. Tiene mérito que en los últimos episodios ya no hablaran de años sino de temporadas, que se les escapasen algunas miradas a cámara, que juntasen conceptualmente su posible marcha con la cancelación y que Larry Bird soltase un monólogo a cámara que básicamente era un alegato en favor de una renovación que jamás llegó.
Un reparto adulto excelente (¡y Dick Butkus!)
Pero no se puede vivir de momentos únicamente meta-televisivos. ‘The Neighbors’ tenía más virtudes como, por ejemplo, las vises cómicas de los cuatro protagonistas mayores. Lenny Venito, Jami Gertz, Simon Templeman y Toks Olagundoye merecían mucha mejor suerte y habrá que seguirles de cerca, sobre todo a esta última que es muy versátil (nadie imaginaría que esta última funcionase tan bien en el género). Y, si bien el romance entre Amber y Reggie era cansino y los hijos menores sobraban, Dick Butkus era una revelación junto al actor Ian Patrick. El desarrollo del personaje en este último año, con su afición al ganchillo y sus constantes quejas geriátricas, pide a gritos que alguna otra serie lo recupere.
Y, al final del día, vendía bien su filosofía familiar. Como decían todos en la canción de ‘Balle, Balle’, los dos matrimonios se complementaban a la perfección y habían formado una particular familia que jamás hubieran imaginado y sin la que podrían vivir a partir de ahora. Pero también le daban un toque personal y un tanto retorcido, con esas continuas referencias al acoso al que eran sometidos los Weaver (esas guardias nocturnas mientras dormían, los chips de rastreo) y probablemente la escena que más me ha hecho reír este año era de ‘The Neighbors’. Cuando Jackie les dice a Debbie y Marty que siempre les tendrán a su lado y esa promesa de amistad se convierte poco a poco en una amenaza mortal (“jamás os podréis librar de nosotros, os encontraremos donde sea que vayáis”) fue hilarante. Por todo esto os echaremos de menos, vecinos.
En ¡Vaya Tele! | Descansa en paz, 'Whitney'
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