A ‘The Mindy Project’ le sienta muy bien su propio título porque da la sensación que es un primer esbozo de Mindy Kaling. Cada vez que se emite un episodio de la serie, puede percibirse qué ha intentado la guionista como si se tratase de un periodo de pruebas. Pero lo curioso es que la responsable no acaba de entender que elementos le funcionan y cuales debería borrar de sus futuros guiones, y esto hace que su visionado resulte bastante frustrante.
¿Alguien se acuerda del episodio piloto, que jugó con todos los clichés de la comedia romántica? Pues eso le salió de maravilla a Mindy. Era una especie de adaptación de Bridget Jones en clave sitcom (single-camera y sin risas, que conste) y fue una perspectiva fresca porque las rom-coms no tenían una traducción literal en televisión. Hay trazos en algunos dramas y comedias, pero ninguna se puede catalogar como tal (¿‘Hart of Dixie’? ¿‘Beauty and the beast’? ¿‘Bones’?). ¿Pero qué hicieron a continuación? Pues explicar que ‘The Mindy Project’ no seguiría necesariamente esa senda, como si ser una comedia romántica fuese rebajar el nivel intelectual de la obra.
Nunca comprenderé el porqué de esta situación. ¿Acaso ella, clara fan del género, se avergonzaba? ¿O prefería no apostar todas las cartas en la vida amorosa de Mindy por si acaso luego aparecía el tiburón al encontrar el chico ideal? Sea como sea, la serie ha dado muchos tumbos desde entonces. Mindy también ha tenido muchas, muchas citas. Pero un servidor la dejó a la mitad de la primera temporada al ver que se negaba a ser entrañablemente meta-romántica, luego volvió por curiosidad, la dejó al ver que no aprovechaba el potencial y regresó gracias a las buenas opiniones de sus espectadores. Y sí, el tramo final ha estado francamente bien y por una razón: volvía a sus raíces más básicas, esas del piloto.
Mindy y Danny
Como finalmente abrazó su condición de rom-com, puede hablarse de ‘The Mindy Project’ como algo más sólido. Es en esta situación cuando entiende y expresa mejor su sentido del humor sobre todo porque tiene dos piezas que funcionan a la perfección: Mindy funciona como romanticona llena de defectos (sí, se llama Mindy como podría llamarse Bridget) y su química con Chris Messina es impecable. Por esto, si la trama reside en los hombros de la doctora Lahiri y el Doctor Castellano, la ficción sube muchos peldaños.
Hagan lo que hagan, los dos en un mismo plano son garantía de calidad. Ellos, más que tensión sexual, venden muy bien la idea que están hechos el uno para el otro a un nivel superior, el del entendimiento y el de mejorarse mutuamente, y si sus tramas están vagamente relacionadas, el entretenimiento está garantizado. El momento del avión fue un clímax evidente, pero también funcionó bien el episodio en general, también sus estancias en el hospital o la actitud de perro del hortelano cuando ocurrió la ruptura. Una vez Danny asumió que quería a Mindy, simplemente la temporada mejoró.
Por esto es muy irritante ver cuantas otras cosas no funcionan en ‘The Mindy Project’ y cómo Kaling es incapaz de solucionarlo. En la primera temporada liquidó a las mejores amigas de la protagonista para centrarse mejor en el entorno laboral pero la maniobra no terminó de funcionar. El doctor Reed sólo sirve para hacer bromas malas sobre su peso, las secretarias y auxiliares que corren por la consulta médica podrían desaparecer y la serie quedaría intacta y el que debía ser el personaje revelación, el doctor Prentice interpretado por Adam Pally, cambia su personalidad en cada episodio (a veces simplemente ignora a las mujeres, a veces es directamente el personaje que el actor hacía en ‘Happy Endings’). Hasta Ike Barinholtz, que tiene tantos fans por interpretar a Morgan, no termina de encajar: mantiene una vis cómica que tenía sentido en un programa de sketches como ‘Mad TV’ pero no tanto aquí.
La consulta inútil
En general, además, la consulta podría eliminarse. No aporta absolutamente nada al desarrollo del personaje, quizá únicamente inverosimilitud. Una cosa es que las ficciones utilicen el trabajo a su favor y para desarrollar las relaciones de los personajes (‘Parks and Recreation’) o que ignoren completamente en qué consisten (‘The Office’). Hasta ‘Friends’ vendía muy bien que todos eran muy capaces en sus terrenos: Ross podía ser un plasta pero era un experto respetado en paleontología, Rachel podía ser superficial pero siempre demostró que sabía de moda y Joey era un mal actor al que le costaba mucho triunfar. Pero en ‘The Mindy Project’ hay una clara contradicción: se supone que la protagonista es una profesional de éxito y respetada pero nunca la vemos trabajar y, cuando ejerce de ginecóloga, queda como una inepta. Cada vez que le aparece un rival, es imposible pensar que son mejores médicos que ella.
Por esto y por los secundarios, es imposible decir que ‘The Mindy Project’ es una buena serie. Es una obra en construcción y tras 44 episodios esto no es una buena señal. ¿Hará borrón y cuenta nueva como necesita? ¿Se estancará ahora que Danny y Mindy se han consolidado como pareja? ¿Y por qué no les trasladan a los dos a otra ciudad y vemos sus tira-y-aflojas como novatos de las relaciones sentimentales ambiciosas, que sería mucho mejor serie? Esta idea suena mucho mejor en mi cabeza que tener que rebuscar esta buena química entre tanto elemento fallido.
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