Estamos en época de resúmenes de lo mejor del año, de listas que recopilen lo más destacado de 2015 en todo lo que se nos pueda ocurrir. Las de los críticos de televisión estadounidenses están dominadas por una serie que, hasta hace unos meses, creaba más división que consenso a su alrededor, 'The Leftovers', que acaba de finalizar su segunda temporada en HBO.
¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo ha pasado la serie de Damon Lindelof y Tom Perrotta de ser odiada a muerte por gente como Andy Greenwald, a ser adorada diez episodios después? La segunda temporada ha representado muchos cambios en 'The Leftovers', y uno de ellos ha sido permitir algo de optimismo y de oportunidades de redención a sus personajes.
El viaje de Kevin Garvey
La mudanza de la trama a Jarden (Texas), ese pueblo en el que nadie desapareció el 14 de octubre, ha revitalizado la serie enormemente. No sólo por la entrada de nuevos personajes como los Murphy, sino porque los que ya conocíamos de antes, aunque arrastran aún los problemas que tenían en la primera temporada, presentan una nueva disposición, de verdad quieren dar un giro a sus vidas y mejorar.
Kevin Garvey ha representado ese esfuerzo por volver a empezar, por asumir quién es e intentar, al mismo tiempo, ser la mejor versión de sí mismo con sus continuos renacimientos. Esa conversión de Kevin en Jack Harkness no sólo ha dejado grandes capítulos como 'International assassin' y ese hotel del limbo, sino que ha mostrado el rayo de esperanza que todos los personajes necesitan.
Garvey pasa de empezar la temporada intentando suicidarse sonámbulo, a formar un inspirado dúo cómico con Patti Levin (aunque a él no le hiciera ninguna gracia, y menos cuando ella se pone a cantar a Rick Astley) y a querer volver a casa una y otra vez. Esos esfuerzos suyos por regresar a su familia, a Nora, son los que lo salvan todas las veces, y contrastan con la fachada perfecta de los Murphy y las tensiones que laten bajo ella, y que ejemplifican la impresión que deja Jarden.
El pueblo y lo que representa ha sido, en realidad, el gran protagonista de la segunda entrega de 'The Leftovers'. Si Mapleton era una ciudad sumida en el duelo y la confusión por lo que había pasado, Jarden exuda confianza en sí misma por saberse "perdonada" el día de la Partida y disfruta de su estatus como lugar de peregrinación. Pero desde el principio da la sensación de que hay algo que no encaja en el lugar.
La caída de Jarden
'The Leftovers' ha seguido explorando la idea de a qué se agarra la gente cuando todo su mundo se ha ido al garete, cuando ya no les queda nada por lo que merezca la pena vivir. Nora, por ejemplo, quiere dejar atrás estar marcada como la mujer que perdió a su marido y a sus dos hijos en la misma mesa de la cocina (las explicaciones que le dan los científicos que la llaman para intentar estudiar su caso son realmente hilarantes).
Su hermano Matt, por otro lado (que centra otro de los grandes episodios de la temporada, 'No room at the inn'), tiene una fe ciega en que las propiedades mágicas de Jarden curarán a su mujer y le permitirán volver a una vida normal. Y su misma fe ciega la comparten esos peregrinos que acampan a las puertas de Jarden. Fe ciega o, simplemente, un clavo ardiendo al que agarrarse en medio del desconcierto.
La manera en la que se presenta Jarden como un sitio que se cree con cierta superioridad moral por haber escapado a la Partida, restringiendo el acceso con una valla que le hace parecer casi un campo de concentración y, al mismo tiempo, mercantilizando su condición de sitio milagroso ha sido de los asuntos más interesantes de la temporada, y también el que parece impulsar la acción final de la facción del Remanente Culpable liderada por Meg.
Esa destrucción del ideal de Jarden llega al mismo tiempo que John Murphy ve destrozada la imagen que tiene de su familia. Los intentos de John por aferrarse tozudamente a su idea de que en el pueblo no hay milagros, que no hay nada especial, y de que en su familia todo está bien se hunden en paralelo a la entrada en tromba del mundo real en la ilusión cuidadosamente manufacturada de Jarden. John también sigue siendo un misterio, y uno de los añadidos más interesantes de 'The Leftovers' en esta temporada.
Una serie de grandes momentos
En varias entrevistas dadas tras el final de la temporada, Damon Lindelof ha apuntado que, además de explorar más el lado espiritual de la serie, en la segunda entrega quería dar también más importancia a una trama, que hubiera una historia que fuera impulsando los episodios, aunque unos cuantos de éstos se dedicaran a contarla desde el punto de vista de un personaje en concreto.
Cómo y por qué Meg acaba invadiendo Jarden con el Remanente Culpable se va contando por partes desde el principio de la temporada, explicando por qué esa ciudad es especial, cómo empieza a prepararse todo con la falsa desaparición de Evie y sus amigas, cómo acaban confluyendo todos los personajes en Texas, etc. Y por el camino, 'The Leftovers' ha dejado grandes momentos.
'International Assassin' y lo que Kevin tiene que hacer para "resucitar", saliendo de la tierra como si fuera Uma Thurman en 'Kill Bill 2', es sólo uno de ellos. También están ahí el prehistórico prólogo, la conversación de Erika y Nora sobre el formulario del Departamento de la Partida Repentina, el intento de Laurie de escapar del Remanente, sólo para formar su propia secta con Tommy, la primera visita a Jarden de Meg, la vuelta de Matt al pueblo después de llevar a Mary al médico...
Todos son momentos elevados por una dirección siempre muy consciente de lo que quiere transmitir, y por unos actores que han rayado todos a un gran nivel. Liv Tyler como villana puede haber sido una revelación, pero no ha habido ningún eslabón débil en el reparto. Ahora es trabajo de HBO decidir si quiere seguir explorando más este universo de 'The Leftovers'.
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