Steven Soderbergh es ese hombre que dijo que abandonaría la dirección y cuatro días después se comprometía a rodar toda la primera temporada de una serie. Tuvimos que entender, por lo tanto, que dejaba solamente el cine (y ni esto estaba claro). De esta (in)decisión surgió ‘The Knick’, un drama médico de época que debía servir para presentar a Clive Owen en la sociedad televisiva, que hasta ese momento sólo había participado en una tv-movie para HBO (‘Hemingway & Gellhorn’).
La participación de Soderbergh dotó de interés una serie que bien podría haber surgido de tapadillo. El director se dio a conocer con ‘Sexo, mentiras y cintas de vídeo’ y desde entonces había satisfecho a los productores de Hollywood compaginando trabajos comerciales (‘Ocean’s Eleven’, ‘Eric Brockovich’) con proyectos más personales (‘Traffic’, ‘The Girlfriend Experience’). No se puede decir que sea un autor pero sí es un buen artesano, un hombre que suele adaptarse a las necesidades del relato.
Evidentemente, no se apuntó a un proyecto como ‘The Knick’ porque fuera un drama de manual, una especie de ‘Anatomía de Grey’ para el cable. Se intuyó que se trataría de una ficción sofisticada y esto es precisamente lo que han mostrado los dos primeros episodios. Nos centramos en el Nueva York de 1900 y por aquel entonces la medicina no era como hoy en día: si entrabas en un hospital, nadie podía asegurar que saldrías vivo de allí.
La medicina mortal
Esta idea de que la sanidad era más una cuestión de aprender que de resultados es algo que ‘The Knick’ vende desde la primera escena, una que no deberían ver las personas con el estómago sensible. El doctor John Thackery (Owen) ayuda a su mentor en una cesárea con placenta previa y, mientras los académicos miran el procedimiento desde la grada, ellos operan. ¿El objetivo? Ser más rápidos de lo habitual para evitar la muerte de la paciente.
Pero no solamente eso es una carnicería (la cámara no es tímida), tanto la madre como el bebé mueren en el procedimiento. Es una declaración de intenciones en toda regla y que quiere demostrar que aportarán una visión sin tapujos ni tabúes. Parte de la razón de ser de esta serie es forjar la imagen de Cinemax, la hermana pequeña de HBO, y por lo tanto no escatimará en tacos, desnudos, escenas polémicas y sangre. Que nadie se extrañe cuando el protagonista le pide a una enfermera que le inyecte cocaína en el pene porque no le encuentra venas viables (el pene, que conste, queda fuera de plano o la parroquia masculina se hubiera desmayado).
A partir de esta desafortunada cesárea conocemos parte de los implicados en el día a día del Knickerbocker Hospital. Vemos a la hija del máximo benefactor del centro que se dedica a supervisarlo, conocemos el gerente, parte del equipo médico y al doctor Algernon Edwards, un cirujano europeo que descubre que en Estados Unidos ser negro tiene unas connotaciones bastante más peyorativas. Ni tan siquiera Thackery, un médico que considera inteligente, quiere trabajar codo con codo con él.
El objetivo de los primeros episodios es presentar esta época. Allí los certificados sanitarios se obtienen mediante soborno, el gerente se embolsa unos dineritos del presupuesto, las drogas no están prohibidas y el racismo y el machismo ni tan siquiera se disimulan. El guión y la dirección quieren que veamos cómo funciona ese universo nada idealizado, procura hacer una inmersión y la atmósfera de Soderbergh es absorbente.
Una música sorprendente
Su fotografía y estética es realista sin ser macabra, algo que costaría con lo bonita que es la arquitectura del hospital. Como he dicho antes, no rehuye los planos incómodos y sangrientos y procura que nos fijemos en los detalles técnicos (cómo se lavan las manos tres o cuatro veces antes y después de operar con distintos cubos, por ejemplo). Pero lo más interesante es el uso de la música. El autor es Cliff Martínez, colaborador habitual de Soderbergh, y su composición contemporánea estiliza la serie y permite abordarla desde una óptica actual.
Este acercamiento a 1900, de momento, es muy atractivo. Corre el riesgo de ser lenta y distante (como en mi opinión ocurre con ‘Boardwalk Empire’) y es todo lo contrario. Pero si bien funcionan los conflictos de algunos secundarios (la directora a quien nadie se toma en serio por ser mujer, el cirujano que sufre el racismo de la época) ahora tiene un interés casi documental.
Fascina ver otra época, otras prácticas sanitarias y otro acercamiento a la cirugía. Habrá que ver si más adelante también engancha como ficción televisiva, algo que no descarto. Los creadores, Jack Amiel y Michael Begler, ahora se están concentrando en mostrarnos ese universo que alguna vez existió (los dos doctores protagonistas están basados en médicos reales) pero se intuye que siembran las tramas venideras. A los diez episodios, todos dirigidos por Soderbergh, ya discutiremos si finalmente ‘The Knick’ es una de las apuestas más ambiciosas del año o un bonito documental.
En ¡Vaya Tele! | 'Outlander' tiene potencial para ser un fenómeno épico-femenino
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 7 Comentarios