¿Puede ser que una serie de apenas veintiseis episodios de poco más de veinte minutos esté una continua transformación y que, a la vez comience de nuevo cada tanda de episodios? Pues esto es lo que ha pasado con 'The good place', que acaba de cerrar una segunda temporada (que en España ha "emitido" puntualmente Netflix) repleta de cambios.
Ya hemos hablado largo y tendido de cómo desde el giro del final de la primera temporada, la serie no se ha acomodado y no ha dejado que Eleanor (Kristen Bell), Chidi (William Jackson Harper), Tahani (Jameela Jamil) y Jason (Manny Jacinto) se relajen un solo segundo. De hecho el episodio con el que 'The good place' regresó tras navidades inició una nueva y divertida trama que ha concluido con otro giro.
Por la misma naturaleza de la serie, es imposible hablar de 'The good place' sin meternos en cómo ha evolucionado su historia, por lo que a partir de aquí hay spoilers. Si no habéis visto nada de la serie, lo único que hay que saber es que es fenomenal.
La segunda mitad de la temporada ha estado marcado por el plan imposible, auspiciado por Michael (Ted Danson), de conseguir que los cuatro humanos a su cargo escapen de las aterradoras cavernas del lado malo tras haber sido pillados por Shawn (Marc Evan Jackson). El resultado, episodio a episodio, es deslumbrante con grandes lecciones de cómo hacer una buena comedia que parezca refrescante gag a gag y escena a escena.
En la segunda temporada hemos vivido momentos muy inspirados, conociendo nuevas vías de tortura y explorando distintos conceptos sobre ética y filosofía según corresponda. Eso nos ha regalado momentos enormes como el episodio dedicado al dilema del tranvía. Pero también formas de tortura como el roast, o la idea de encerrar a Michael en una habitación con el New Yorker como único entretenimiento.
Y van los guionistas y se marcan en el final de la temporada otro golpe de timón: la última esperanza de que los cuatro humanos escogidos por Michael logren la redención y el acceso al buen lugar real radica en salvar su vida en el momento en el que mueren y ver cómo esta experiencia les llevaría (o no) a querer ser mejores.
'The good place' no tiene miedo al cambio continuo de nuestra existencia y la necesidad imperante de la tábula rasa. En esta sociedad que no perdona ni una ni cree en la posibilidad de redención y que ya no es que juzguemos, sino que directamente condenamos, la lucha de Eleanor y compañía por comenzar de nuevo e intentar ser mejores parece absurda.
Pero, casi al contrario de lo que nos pasa en la vida real, deseamos que alguien condenado por fuerzas superiores sea mejor. Anhelamos con ellos el conseguir ese postre, la recompensa de acabar en el buen lugar. Cuando vemos que las posibilidades están en su contra, sufrimos.
Sufrimos, pero además nos reímos porque 'The good place' sigue siendo una de las comedias más desternillantes y divertidas que existen hoy en día en la televisión. Es sagaz, referencial y el cómo usa los temas universales de la vida, el más allá y las relaciones humanas para crear una joya, hace que conectemos con ella como con pocas sitcoms.
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