‘The Good Place’ no es precisamente el cielo sino un vecindario etéreo diseñado específicamente para complacer a los seres humanos que hicieron un bien moral objetivo en su vida, acumulando puntos para ganarse un sitio allí para toda la eternidad. Es un lugar idílico que sirve, ya desde un primer momento, como una sátira del paraíso representado como un espacio lleno de tiendas de yogurt helado. ¿Cómo una serie con esa premisa se las arregla para ser una comedia y, además, hacer diserciones sobre relativismo moral?
A medida que la serie avanza el argumento deja de tener demasiada importancia y el timón principal es el constante cuestionamiento de qué nos hace humanos. Hay un pequeño monólogo que Eleanor da en la segunda temporada sobre la tristeza implícita de tener que vivir con el conocimiento de tu propia mortalidad. Dentro de una serie de humor rápido, constante y de actores con gran timing, resulta por una parte conmovedor, y por otra, una observación sorprendentemente elevada.
Este artículo tiene spoilers
Una comedia Kantiana
‘The Good Place’ se las ha arreglado para ser la comedia del momento estando llena de referencias frecuentes a Kant, Hume y Aristóteles en formato sitcom de 20 minutos. Ayudan Kristen Bell y Ted Danson y que su mente maestra es Michael Schur, con un currículum con ‘The Office’ ‘Parks and Recreation’ entre otros. Los guiones son hilarantes y el elenco tiene una química excepcional. Pero la filosofía sobre dilemas morales es realmente el corazón de la serie. Es más, podría serle útil al típico qprofesor de ética del instituto que usa vídeos para sus clases.
Las razones que hacen que ‘The Good Place’ sea una de las comedias más adictivas del año no pueden determinarse con seguridad, pero el hecho de que en cada episodio haya un conflicto con bases metafísicas tiene un componente didáctico que podría resultar el ingrediente atractivo con el que nadie contaba. A lo largo de la serie, Eleanor recibe ayuda de Michael (Danson) y Chidi Anagonye (William Jackson Harper), cuyas lecciones para convertirse en una mejor persona comienzan con los clásicos: Sócrates, Platón y Aristóteles.
Muchas de las reflexiones teológicas están salpicadas de bromas internas sobre Aristóteles y su alumno que hacen que la referencia sea más que un guiño y deje ver un verdadero conocimiento de la historia de la ética y sus teorías. También aparecen frecuentemente las disertaciones sobre el utilitarismo, es decir la idea de que un acto moral es aquel que otorga el mayor bien al mayor número de personas. Siempre parece lo correcto, pero a través de Chidi se pone en evidencia el cuestionamiento natural de la teoría.
El problema del travía
Esto está bien ilustrado gráficamente (gráficamente, de verdad) por el dilema del tranvía de Philippa Foot, en el que un tren fuera de control se dirige a un grupo de trabajadores que serán arrollados, a menos que se accione un interruptor para enviarlo a una vía en donde matará a solo uno persona. Entonces, ¿Qué es mejor: dejar que un grupo de personas muera por accidente e inacción, o asesinar conscientemente a un alguien no involucrado?
Las bromas no se quedan ahí y no se duda en hacer juegos de palabras en la marquesina de un cine por la que pasa el tranvía con el apellido del principal teórico fundamentalista del utilitarismo, Jeremy Bentham. La serie sigue explorando las diferentes teorías, como la ética deontológica, que habla de la moralidad de las propias acciones, con las diversas escuelas de pensamiento, cada una tratando de establecer conjuntos de reglas que, si se obedecen, producirán un comportamiento ético.
Chidi es un gran amante de Kant, uno de sus cultivadores, y a través de sus teorías se nos muestran muchos de sus defectos e interrogantes sobre cuáles deberían ser esas reglas y quién puede establecerlas. Por ejemplo, la prueba que Michael usa para evaluar si alguien es una buena persona o una mala persona está llena de este tipo de cuestiones basadas en reglas que pueden resultar absurdas o injustas, por ejemplo, ¿Has pagado dinero por ir a ver un concierto de Red Hot chili Peppers?
Clases de filosofía para perezosos
El individuo como agente moral puro, que actúe con la máxima autenticidad moral para llevar a la práctica la ética es la base del existencialismo, con el que se juega mucho en la serie. Uno de sus episodios se basa en la noción de libertad total de Søren Kierkegaard, pero en el estilo de humor absurdo de los guiones, la referencia vuelve a Chidi, que está escribiendo un musical de rap para ayudar a Michael a entender la filosofía ética.
A pesar de sus numerosas digresiones en los tutoriales de ética de Chidi toda la primera temporada de la serie se revela como una adaptación extendida de ‘A puerta cerrada’ de Jean-Paul Sartre, llevando al extremo la máxima de la célebre frase "El infierno son los Otros”. En la temporada las referencias intelectuales se han vuelto aún más explícitas. Casi como una clase de determinismo para aquellos que no tienen tiempo de estudiar, ‘The Good Place’ concluye que la filosofía en sí puede ser el impedimento para la acción correcta en lugar de un camino hacia ella.
Los últimos doce episodios cuestionan la naturaleza de la bondad, creando un conflicto ético sobra la posibilidad real de ser buenos o no, haciendo bromas sobre ello, pero tomándose en serio la cuestión y relativizando si nacemos o nos hacemos “buenos”. A medida que los personajes principales se conocen mejor entre ellos, sin embargo, comienzan a cambiar, deshaciéndose gradualmente de los rasgos que los enviaron al infierno en primer lugar pero invirtiendo la premisa de Sartre: solo se puede mejorar con la consciencia de uno a través de la visión de los otros. Al final la salida de la filosofía es a través de ella, y es probable que ‘The Good Place’ continúe construyendo sus tramas en torno a las complejas obras de los grandes pensadores.
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