Cuando escuchas que la NBC va a sacar una serie de superhéroes no sabes si ponerte a reir o a llorar por lo que pueda pasar, pero si encima te cuentan que el superhéroe en cuestión se va a llamar ‘The Cape‘ y su poder especial va a ser poseer una capa mágica (con capucha incluída) que se puede controlar al antojo y se alarga y se enrolla como quiere el que la lleva, te empiezas a plantear muchas cosas, pero no adelantemos nada.
El susodicho superhéroe tiene un comienzo muy dramático, siendo acusado de ser el mayor villano de la ciudad por el propio villano y siendo “matado” en directo a través de las cámaras de un helicóptero. Y las comillas son, por supuesto, porque nuestro protagonista se salva por la mínima y acaba malherido en una especie de circo.
¿Un circo? Oye sí, que hay un circo permanente en la ciudad que a la vez son criminales, y por una cesión de una tarjeta que abre todas las puertas de la ciudad (porque nuestro protagonista es policía) le perdonan la vida, se hacen amigos, le dan la capa famosa para poder convertirse en ‘The Cape‘ y lo entrenan para que sepa llevarla tanto a nivel físico como psicológico. ¿Y de dónde ha sacado el protagonista la tarjeta? Ah, es que era policía y estaba contratado por la policía privada de la ciudad (que controla el malo malísimo) como jefe de seguridad.
Y si este resumen del argumento os parece lioso, se complica aún más, ya que en la ciudad hay un bloguero llamado Orwell que se dedica a destapar todos los negocios sucios del hombre más poderoso de la ciudad, el cual este a su vez es el dueño de la policía privada y el malo malísimo llamado Chess. Y este tal Orwell en realidad es una, ya que es el personaje que se convierte en el apoyo tecnológico del superhéroe y está rodeada de un halo de misterio que la hace, supuestamente, interesante.
Después de ver ya cuatro episodios, uno comienza a pensar si realmente la tomadura de pelo que parece la serie es por su baja calidad o es que está hecho a propósito. ¿Por qué lo digo? Pues simplemente porque hay determinadas escenas y diálogos en los que la serie se ríe demasiado de sí misma; un ejemplo, en el último episodio están en un vagón donde hay una fiesta de disfraces (¿un vagón? ¿una fiesta de disfraces? ¿en serio?) y el protagonista se encuentra con el funcionario de cárceles que va disfrazado del propio superhéroe y éste le contesta al verlo “Lo siento, es que no sabía que tenía mi primer fan”.
Esta escena de la que hablo es de las extrañas, la menos, porque hay muchas más que están a la altura de la mítica serie de Batman de los años setenta. Por eso me inclino a creer que la serie está hecha a proposito así, buscando que el telespectador se entretenga sin un argumento demasiado definido y unos personajes que cambian cada dos por tres pero con los que te pones al día al momento. O eso, o que los productores estaban bebiendo demasiado cuando la aceptaron, que todo puede ser.