Los tres primeros episodios del estreno de la segunda temporada de ‘The Boys’ tenían comprimida una buena cantidad de información para asimilar, por lo que una semana se antoja adecuada para hacer más llevadera la espera entre cada entrega. Las lúcidas palabras de su creador, Eric Kripke sobre las razones de la división de las fechas de emisión en Amazon Prime de sus episodios cada siete días no debería confrontar bandos de una discusión un tanto delirante.
Que los seguidores de la serie exijan que esté disponible toda en un día habla mucho de nuestros hábitos de consumo por cantidad y no por calidad y hay una sensación de que el arte se ha convertido en contenido sin valor añadido, un empaquetado para consumir y deyectar sin digestión alguna. Episodios como ‘Nothing Like It in the World’ no están diseñados para una maratón y demuestran que las series pueden quedarse en la mera fachada sin la necesaria atención a los personajes que van desde el principio hasta un punto crucial en su arco de la temporada.
Posibles SPOILERS en el texto
La cuarta entrega de la serie dura 68 minutos y, aunque parezca que no pasen muchas cosas, hay un encadenado de momentos clave que servirán de punto de inflexión para los acontecimientos que vienen. Acabamos de empezar y estamos ya en el ecuador de la historia, que confirma a la temporada 2 como un artefacto reflexivo y con una intención de sátira más condensada de lo que podría parecer en sus desatados momentos de humor negro, gore y barrabasadas.
El necesario trasfondo de Leche Materna
El resultado es una colección de episodios más macabros en su esencia, en buena parte por centrar muchos minutos al personaje más fascinante, odiable y monstruoso, Homelander. El patriota está cada vez más perdido en su búsqueda de poder, porque se ha dado cuenta de que ser adorado no puede competir con ser temido, está perdido en sus propias motivaciones y el resultado es un descontrol de sus pulsiones que abren su lado psicópata al máximo, es el 'American Psycho' de los superhéroes.
Las consecuencias de los eventos previos sobre el resto de personajes ha llevado a diferentes reacciones en el equipo, desde la venganza, la indignación, a la liberación, y el nuevo episodio se percibe como un epílogo de todo lo que ha pasado para reorganizarse y aumentar la tensión mientras se da oxígeno a tramas secundarias como la que involucra la misión personal de volver a los 7 de The Deep (Chase Crawford) en la que se explora el cinismo de las campañas de imagen pública.
La relación de Frenchie (Tomer Capon) y Kimiko (Karen Fukuhara) está cambiando y desarrollándose de una forma cuanto menos complicada, con algunos momentos incómodos que dan ganas de darle una colleja a francés. Por otro lado, tenemos un viaje en carretera con Leche Materna (Laz Alonso), Hughie (Jack Quaid) y Annie / Starlight (Erin Moriarty) en la que Leche actúa de figura casi paterna frente a la inocencia de las pareja, en un divertido momento que incluye a ‘The Boys’ en el club de las series con bromas con ‘We Didn't Start the Fire’ de Billy Joel.
El viaje lleva a una terrible historia que nos revela finalmente quién es Liberty y destapa la careta de Stormfront (Aya Cash), para los que aún tuvieran dudas, o al menos para los personajes de 'The Boys’. Una revelación bastante importante porque, de forma tangente, da un poco de perspectiva y trasfondo a un personaje que estaba necesitado de algo de foco.** Leche Materna tiene un nuevo propósito y el espectador puede comprender algo mejor sus motivos contra los supes**. Lo que queda claro con Stormfront es que sigue siendo una adición clave a la serie, robando la atención con su magnetismo peligroso.
Una dieta de acción que da oxígeno
El episodio termina con una escena que concluye la trama del Patriota, que, además de entender el juego de Stormfront, nos muestra una parafilia realmente enfermiza que provoca los momentos más grimosos de toda la serie, explorando la vanidad del personaje de una forma muy tangible, que lleva al terreno de ‘El retrato de Dorian Gray’ un role play con resultados esperables, tratándose de quien se trata.
El episodio 4 abarca muchos frentes y muestra su capacidad para tratar en profundidad a sus protagonistas utilizando sus medios habituales, con abundancia de exteriores y una puesta en escena en panorámico, sin recurrir al truco barato del abuso de primeros planos para ahorrar por el mero hecho de estar cimentado en conversaciones. Sí que se echa en falta algo más del tejemaneje político, más allá de los juegos de jerarquía de los siete.
Puede que para un episodio de más de una hora la dieta de acción sea demasiado estricta, pero sí que hay algún momento gore, totalmente opuesto, eso sí, al espíritu gamberro de, por ejemplo, la secuencia del cachalote del anterior, llevando lo explícito a un terreno turbio, quizá innecesario o más justificado que nunca, el problema es la coexistencia de esa violencia lúdica con la horrible. Dicho esto, llegando al punto intermedio de la segunda temporada, si ‘The Boys’ quiere pasar al lado de las series para el recuerdo debe ir moviendo ficha y dar un golpe de efecto en el siguiente episodio.
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