Desde el principio de 'The Americans' ha pendido sobre Philip y Elizabeth Jennings la amenaza de que el FBI los descubra. No tanto porque su vecino de enfrente sea Stan Beeman (algo que al pastor Tim, lógicamente, le hace mucha gracia), sino porque las misiones que la Central les pide cada vez son más arriesgadas y siempre existe la posibilidad de que algunos de sus contactos le cuente algo que no debe a quien no debe.
Desde el tramo final de la tercera temporada, ese cerco parece ir cerrándose un poquito más cada vez, paradójicamente sin que los Jennings ni el FBI sean conscientes de ello, y en esta cuarta entrega, los dos protagonistas están en la situación más peligrosa que han vivido nunca. Como hemos comentado otras veces, y especialmente al principio de esta temporada, que la línea entre lo profesional y lo familiar se difumine tanto no es una buena señal.
Una serie sin respuestas sencillas
Los Jennings han tenido que moverse en dos situaciones muy complicadas tanto en casa como en sus actividades para el KGB. Por un lado, su entrada en el espionaje y el robo de potenciales armas bacteriológicas les produce una crisis de conciencia y, por otro, que su hija Paige conozca su secreto no facilita las cosas. Paige, totalmente abrumada por la enormidad de dicho secreto, se lo cuenta al pastor Tim, y la relación entre todos ellos ha sido muy interesante de ver.
¿Es sincera la interacción que Paige tiene a partir de ese momento con el pastor y su mujer? ¿Pueden confiar los unos en los otros? ¿Está Paige acercándose más a Matthew, el hijo de Stan, porque le gusta de verdad o porque, en parte, quiere obtener información para sus padres? 'The Americans' ofrece muy pocas respuestas y, cuando las hay, no son sencillas. Paige, por ejemplo, está asustada ante, por ejemplo, lo letal que puede ser su madre enfrentándose a dos ladrones callejeros, pero también le atrae esa faceta que no conoce de ellos.
Paige está atravesando esa inevitable faceta en su crecimiento de dejar de ver a sus padres casi como una figura mitológica y empezar a verlos como personas. Que es algo que la cuarta temporada de la serie ha profundizado aún más. Philip y Elizabeth no son robots al servicio de la URSS. La crisis de confianza que está atravesando el primero, y que intenta superar yendo a esos muy americanos seminarios de EST, y lo duro que es para la segunda cortar esa amistad con Young-Hee porque necesita algo que sólo tiene su marido son los mejores ejemplos de que el trabajo les ha hecho mella pero, al mismo tiempo, es todo lo que conocen.
La vida de un espía es muy solitaria. William, el técnico de laboratorio infiltrado en el inexistente programa de armas bacteriológicas, es quien mejor representa el precio que todos ellos están pagando, incluso Stan. Dedica su vida a una causa que le parece emocionante y justa al principio, pero los años de soledad, de paranoia, de esperar el momento, no perdonan. Su muerte terrible por la fiebre de Lassa no sólo es un sacrificio para evitar que el FBI pueda interrogarlo, es su manera de terminar sus servicios, de acabar con todo.
Lo que no puede controlar es lo que diga en medio de sus delirios por culpa de la enfermedad. Esa mención a esa pareja que tiene lo que él no pudo conseguir, los dos hijos, la vida de casados, es lo más cerca que Stan ha estado nunca de atrapar a los Jennings. El problema es que no tiene aún toda la información para empezar a atar cabos. Aunque da la sensación de que eso pasará más pronto que tarde.
Entre Martha y Nina
La cuarta temporada de 'The Americans' ha ido cerrando flecos como si fuera consciente de que le quedan sólo dos más (y una de ellas, más corta) para alcanzar su cierre definitivo. La historia de Martha ha sido el principal motor de la primera mitad de la temporada, con esa carrera contrarreloj por sacarla del país antes de que el FBI se dé cuenta de que era el topo en su oficina, y ha sido aún más devastador que de costumbre ver cómo ella intenta aferrarse a la idea de que, aunque Clark no sea quien dijo ser, aún tiene algún futuro con él.
Al menos, no se han cumplido los temores que los espectadores siempre hemos tenido con Martha, pero éstos sí acabaron haciéndose realidad para Nina. La suya ha sido una de las muertes más impactantes y mejor llevadas de la temporada televisiva. El destino de Nina en Rusia era casi inevitable, pero aún así, la manera fría y rápida con la que los soldados despachan su ejecución, en medio de un pasillo, no dejó de ser un duro golpe.
De hecho, los soviéticos han sufrido bastantes reveses en esta temporada, y no sólo por la muerte de Nina o porque Arkady reciba la noticia de que Estados Unidos lo deporta de vuelta a Moscú. La situación familiar de Oleg y los matices que se le ha ido dando a Tatiana (que era la que dirigía las operaciones para hacerse con esos virus mortales) han humanizado a los personajes de la Rezidentura. Aunque ellos no estén infiltrados, como los Jennings, el trabajo también se cobra su precio en ellos.
Los finales abiertos de 'The Americans'
Pero 'The Americans' no se reserva giros espectaculares o grandes revelaciones para los últimos episodios de la temporada. Sí, la primera terminaba con Elizabeth herida gravemente y esta cuarta da a los Jennings la noticia de que tal vez ha llegado el momento de que vuelvan a la URSS, pero la serie no se regodea en esos momentos para enfatizar su importancia. No le hace falta.
Desde luego, lo que ese 'Persona non grata' consigue es abrir un nuevo mundo de complicaciones para ellos en la quinta temporada. No sólo es que no sepan si William ha hablado con el FBI, si realmente quieren llevarse a sus hijos a Moscú o si Stan empezara a sospechar de ellos, sino que, en medio de todo esto, aquel hijo de cuya existencia Philip se enteró en la primera temporada va a hacer acto de presencia en el peor momento posible.
Este Mischa Semenov, con sus actividades disidentes y su escaso conocimiento de quién es su padre (sólo sabe que es agente de viajes en Estados Unidos), es una nueva variable que, seguramente, va a complicar aún más las cosas para Philip y Elizabeth. De hecho, lo que 'The Americans' hace es apilar los problemas y la tensión sobre ellos, sin que la cuerda llegue a romperse por ningún lado. ¿Hasta cuándo podrán aguantar?
En ¡Vaya Tele! | Por qué 'The Americans' es la mejor serie que no estás viendo
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