Hace cosa de un mes, la inminente llegada del estreno de la tercera temporada de 'True Detective' me invitó a reflexionar sobre los derroteros que ha tomado la serie a lo largo de los cuatro años que han transcurrido desde el estreno de su piloto en HBO y, más concretamente, a cerca de las decisiones que debería tomar su equipo creativo para devolver al fandom la confianza en el formato que se perdió tras la llegada de su segunda y controvertida etapa.
Mis conclusiones pasaron entonces por considerar que lo mejor que podría hacer 'True Detective' era dejar de mirar al pasado y ofrecer un producto con voz propia que huyese de imitar fórmulas de éxito para edificar su propio discurso; algo que, a su vez, invitaría al espectador a huir de las odiosas comparaciones con el formato original, verdaderas culpables del mal sabor de boca que dejó a muchos la, a mi gusto, más que decente segunda temporada.
Tras haber podido disfrutar —y de qué manera— los fantásticos dos primeros episodios de 'True Detective 3', me ha quedado bien claro que la nueva entrega del show de Nic Pizzolatto ha mejorado sustancialmente con respecto a su predecesora; algo que muchos podrían estar tentados de achacar a una vuelta a las raíces de la producción y a esa atmósfera hermanada con la historia de Rust y Marty. Nada más lejos de la realidad.
Marcando las distancias sin perder el código genético
Sería absurdo negar que 'True Detective' ha regresado con un código genético mucho más emparentado con el original que con el delirio urbano protagonizado por Vince Vaughn, Colin Farrell y compañía en 2015. El espíritu kitsch, los diálogos disparatados, los personajes desmadrados y la proximidad al thriller criminal de la segunda parte han desaparecido para volver a esa sobriedad y contención que marcaron —muy positivamente— el debut de la serie.
Pero este estilo, que opta por deshacerse del prefijo "neo" para abrazar al cien por cien el "noir" no es, ni mucho menos, el motivo de que, en tan sólo un par de horas, la tercera temporada de 'True Detective' sea infinitamente más satisfactoria que su —repito, estimable— precursora. La clave radica en que, dentro de sus territorios comunes, los capítulos emitidos hasta el momento logran deslumbrar gracias a un buen número de virtudes que evolucionan lo ya conocido.
Dos de las grandes señas de identidad de 'True Detective' fueron su narración no lineal y, sobre todo, el tratamiento de sus personajes —estandartes absolutos del relato—. En esta ocasión, la serie vuelve a sus derroteros iniciales, simplificando su estructura disruptiva y centrando el foco de atención sobre un personaje central interpretado por un Mahershala Ali descomunal, dejando en segundo término a un plantel de secundarios —incluido su compañero— que, probablemente, tendrán su momento de gloria posteriormente.
Esta "simplificación" respecto a una segunda temporada sobresaturada de protagonistas —ya no digamos, de secundarios— también puede verse reflejada en una trama que opta por reducir la escala de lo visto anteriormente; resultando mucho más sencilla de seguir y agradecida de cara al visionado que el demencial juego de ajedrez entre mafias, corruptelas políticas y proxenetas de 'True Detective 2'.
Por supuesto, a 'True Detective 3' aún le quedan muchas cartas que jugar, muchas sorpresas que desvelar, y muchos vaivenes que dar —para bien o para mal—, pero a estas alturas, y teniendo más presente que nunca la temporada firmada por Cary Fukunaga en 2014 a causa de sus obvios paralelismos con ella, no hay duda de que la gran baza de los dos primeros capítulos, firmados con maestría por Jeremy Saulnier, radica en su forma de encontrar una voz propia dentro de un terreno explorado con anterioridad. Y eso es, precisamente, lo mejor que podría esperarse de una serie de este calibre.
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