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Tara se supera a sí misma en su segunda temporada

Llegados a este punto del año, uno se pregunta: ¿Por qué joyas como ‘United States of Tara‘ sólo duran doce capítulos por temporada? Quizá sea el hecho de su corta duración lo que permite condensar las ideas en capítulos más intensos, pero vistos los geniales momentos de drama y comedia a partes iguales que nos han brindado Tara y familia este año, lo cierto es que la segunda temporada nos ha dejado con ganas de más.

Doce episodios donde Tara ha tomado protagonismo por encima de sus alters (y eso que tenemos dos nuevos invitados dentro de Tara), dando descanso al espectador de todo el bizarrismo que rodea el ambiente cuando una de sus personalidades hace aparición. Y aun así, los guionistas nos han acercado a situaciones límite que rozaban el absurdo, pero manteniendo siempre ese tono de rigor y seriedad hacia el trastorno disociativo de identidad que sufre Tara. Todo ello aderezado con unos problemas familiares derivados que convierten esta temporada de ‘Tara’ en algo casi redondo.

Un trío muy peculiar

Poco le duró a Tara y a su familia la supuesta “curación” del trastorno a finales de la pasada temporada. Tras varios momentos de desviación del comportamiento (mención especial a la cena con los vecinos donde Tara se comportaba igual que T) Buck volvió de entre las tinieblas y no se le ocurrió otra cosa que enamorarse de Pammy, una camarera bisexual que vio en Tara y su personalidad masculina un sueño casi cumplido. El acierto de esta temporada es hacer que Tara fuese co-consciente con sus alters, lo que nos dejó conversaciones absolutamente hilarantes en las que Buck le pedía a Tara su cuerpo para poder estar más tiempo con Pammy.

Tara decidió guardarse para sí misma la noticia del renacimiento de Buck, y para cuando Max se enteró de todo el percal, la cosa ya había ido muy lejos. El matrimonio entre ambos comenzó a tambalearse por culpa de las mentiras de ella, y no hizo otra cosa que hundirse más cuando, en un arrebato de venganza, Max decidió hacer una visita a Pammy y pasar una noche loca con ella. La situación se volvía más rara por momentos, y todavía iba a empeorar mucho más.

Tara decidió perdonarle (no sin antes pensárselo mucho), pero Tara no es Buck, y realmente quedé en shock cuando, al final de uno de los capítulos, el motero loco despierta a puñetazos a Max recriminándole que Pammy era su chica. Una vuelta de tuerca extrema e impactante que, por el contrario, no suena forzada en absoluto y que, al menos para mí, supone uno de los mejores cliffhangers de toda la serie.

Kate y Marshall se buscan a sí mismos

Otra de las grandes bazas de la serie es que, a pesar de que Tara podría llenar por sí misma todos los capítulos, cuenta con un reparto de jóvenes adolescentes realmente interesantes en el desarrollo de la trama principal. Tanto Kate como Marshall emprendieron un camino destinado a conocerse a sí mismos y a saber lo que realmente eran, llevándolos a ambos a vivir experiencias inesperadas.

Marshall comenzó a dudar de su homosexualidad, pero tras un pequeño contacto sexual con su mejor amiga se dio cuenta de que su orientación sexual iba dirigida plenamente hacia los hombres. La pareja de vecinos y sus nuevos amigos gays crearon un ambiente propicio para la experimentación de Marshall, que pasó desde las drogas hasta el cruising, aunque nunca llegó a probar ninguna de las dos cosas.

En los capítulos finales vemos que empieza una relación con “Mister defensor de los derechos de los gays” (perdón que sea tan cínico, pero es que este personaje no me cae nada bien), y a pesar de que ambos acabaron la temporada separados por culpa de la discusión con el novio de Kate, todo indica que Lionel volverá el próximo año, quién sabe si para seguir poniendo en problemas al adorable Marsh.

Por otro lado tenemos a Kate, que pasó de trabajar en una agencia de cobro a morosos a exhibirse por internet disfrazada de Princesa Valhalla Hawkwind a cambio de regalos por parte de la panda de salidos que azotan la red. En una de ésas conoce a un chico algo más interesante, que finalmente resultó ser el encantador y atento dueño de un importante negocio por todo el país, quien con dinero y un poco de parla supo ganarse enseguida a una Kate harta de la locura que invadía su casa. Sin embargo, lo pretencioso de las palabras del chico a la hora de referirse a Tara y su intento de sacarla de su hogar le valieron un par de merecidas patadas en el culo.

Dos nuevas personalidades

Y a pesar del mayor protagonismo de Tara, dos nuevos alters han hecho presencia en ella; en primer lugar, Shoshana, una terapeuta creada a imagen y semejanza de la autora del libro de autoayuda que sus vecinos le regalan y que probablemente apareció ante la insistencia de Max por buscar ayuda profesional; y en segundo lugar, tenemos a Chicken, que no es otra que la versión de Tara cuando tenía cinco años.

Recapitulando, tenemos las cuatro personalidades primitivas (Tara, T, Buck y Alice), junto a Gimme (ese pseudo-animal que representa los instintos básicos del ser humano), Shoshana y Chicken. En total, siete en uno; la lástima de estos nuevos “personajes” es que otros tan admirados como T o Alice han tenido mucho menor protagonismo, pero cuando han aparecido, realmente se han hecho notar (brillante esa escena con Alice vestida de viuda y recriminando a la madre de Tara que les mintiera sobre su infancia).

Y finalmente hay que hacer referencia al avance en la trama principal, la investigación por parte de Tara de qué fue lo que la llevó a tener el trastorno disociativo de personalidad. Gracias a sus visiones de cuando eran pequeñas y la “ayuda” de su madre, tanto ella como Charmaine descubrieron que ambas habían sido dadas en adopción y criadas en parte en un orfanato, al cuidado de una mujer igualita que Alice. El problema principal llega cuando nos enteramos de que a ese orfanato siempre llegan niños que han sufrido abusos importantes.

En ese momento creo que todo el mundo pensó que Tara era adoptada, y que sus verdaderos padres habían abusado de ella antes de llegar al orfanato. En el último capítulo descubrimos que realmente el problema se encontraba en su hermanastro, un hijo procedente de una anterior relación de su padre y que abusaba de Tara, por lo que sus padres se vieron en la obligación de entregarla al orfanato durante un tiempo para “protegerla”.

La tercera temporada se presenta interesante; Tara no está ni mucho menos curada, y la búsqueda de este hermano abusador podría ser una de las líneas argumentales de la serie cuando vuelva el próximo año. Por otro lado, ya sabemos que Chicken es la propia Tara cuando era niña y que Alice es una versión calcada de su cuidadora en el orfanato; nos quedaría por saber de dónde viene T (que recordemos ya estaba presente en aquella experiencia en la universidad) y, sobre todo, cuál es el origen de Buck, aunque tengo mi teoría de que esa personalidad puede ser un reflejo de ese hermano perdido.

Ahora nos falta por ver si Toni Collette vuelve a triunfar como la Coca-Cola en las entregas de premios; recordemos que el año pasado ganó contra todo pronóstico el Emmy a Mejor Actriz de Comedia, la misma categoría en la que salió victoriosa hace apenas unos meses en los Globos de Oro. El papelón de Toni realmente lo merece, aunque también es cierto que pocos personajes en las series actuales permiten tal grado de lucimiento como el de Tara y sus personalidades. Sea como sea, ¿os imagináis a otra actriz haciendo siete personajes diferentes en una misma serie? Si es así, iluminadme, porque yo desde luego no soy capaz de hacerlo.

En ¡Vaya Tele! | ‘United States of Tara’ regresa conjuntando mejor todas sus personalidades

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