A veces la vida te sorprende. Unas veces te encuentras un billete de cincuenta euros tirado por el suelo y otras encuentras una adaptación vibrante, de un cómic muy justito, en mitad de esos cajones de infinitas novedades semanales que son las plataformas de streaming.
Porque ‘Super Crooks’ ha sido, para el que esto escribe, una de las sorpresas más agradables de Netflix en 2021. Inesperada, por lo que te contaré a continuación, pero entendible una vez sabes quiénes son los responsables que hay detrás, como verás aún más adelante.
El semillero de ideas
Como ya comenté en el artículo sobre ‘Jupiter’s Legacy’, el cómic de ‘Super Crooks’ forma parte del Millar World, la línea de cómics creados por el guionista Mark Millar después de años trabajando para Marvel o DC y engordando su fama como atrevido polemista narrativo.
Desde su pequeño rincón editorial ha escrito varias obras de superhéroes y otras basadas en conceptos, como ‘Crononautas’, que casi seguro escribió solo con la idea de una persecución en coche, ‘Prodigy’, imaginada después de un maratón del ‘Sherlock’ de Benedict Cumberbatch, o ese ‘Kingsman’ que pretende hacerle la réplica al arquetipo del espía inglés.
Lo más destacable de ese sello, y lo que provocó su compra por parte de Netflix, es que todas y cada una de las obras están pensadas para su paso a la gran pantalla. Una presentación de personajes fugaz, una parte central con sus momentos álgidos y su aparente derrota, y el lacito en la parte final para que cojas la siguiente obra con ganas. Ah, y disfrutables de forma independiente, para que cada obra pueda ir a productoras distintas y evitar follones legales a lo Marvel, además de para evitar los líos de coherencia de las grandes.
Por fuera, el triunfo de un artista por levantar un pequeño imperio para jugar a lo mismo que las grandes multinacionales. Para el lector, sin embargo, es una sucesión de tebeos con buenos conceptos, lastrados por el apresuramiento y la evidente falta de concentración de un guionista con la cuchara metida en doce guisos distintos.
Y de ahí salió ‘Super Crooks’.
En un lugar de España
El gancho con el que muchos picamos en ‘Super Crooks’, que cuenta como co-argumentista con Nacho Vigalondo, es que un puñado de supervillanos de poca monta, comandados por el eléctrico Johnny Bolt, deciden dar un gran golpe en España, hartos de recibir palizas en el país con más superhéroes por habitante del mundo.
Sin embargo, la ambientación no aporta ningún valor, siquiera un matiz, a la historia. Para que nos entendamos, no planean saquear el Banco Santander o robar a Amancio Ortega, sino desvalijar a un supervillano americano, apodado El Bastardo por su predilección por matar a absolutamente todos los seres queridos de quienes le tocan las narices.
Y ahí es donde te das cuenta: el detalle de España no está hecho para sazonar la historia. En realidad, el argumento puede ambientarse en cualquier otro país que no sea Estados Unidos: se trata de un tipo de guión muy jugoso en Hollywood porque les permite hacer una película en cualquier lugar donde consigan financiación y ayudas a la producción, con el extra de darle un toque exótico a los espectadores. Como casi todas las películas de Adam Sandler entre 2010 y 2020, que son pretextos para que el cómico se vaya de veraneo.
Por lo demás, es un cómic simpático que apunta maneras y necesitaba de algún número más para desarrollar, más allá de meros arquetipos, a sus personajes, en especial a Kasey, su personaje femenino, algo por lo demás habitual en el Millar de muchas revoluciones y escaso octanaje de su etapa productiva reciente.
Turning japanese
La facilidad de situar la trama en cualquier otra parte del mundo queda de manifiesto en los últimos cuatro episodios del anime ‘Super Crooks’, que adaptan casi al pie de la letra el cómic original. El Bastardo está retirado, sí, pero en una isla de Japón, y este cambio geográfico no afecta al argumento.
Lo que sí difiere del original es que han erradicado los chistes homófobos, normal en un guionista acostumbrado a escribir sobre machos que tienen que ser muy machos o, si no, son objeto de burla. Ah, y tiene otra intro, como la de 'Peacemaker' en HBO, que es imposible de saltar:
Volviendo al tema: en la preparación del robo al Bastardo, Johnny percibe que necesitan músculo, sólo por si acaso. Y para ello, en el cómic chantajean con sacar del armario a un superhéroe muy conocido, algo que sólo provocará risas en el equipo. Para redondear la jugada, le dan un traje de color rosa porque, ains (aunque luego quede "justificado" por el girito del final). Es difícil simpatizar con alguien tan mezquino.
En el anime, tanto la pista de audio japonesa como los subtítulos en español reconocen que el superhéroe no esconde su homosexualidad y la amenaza de Johnny Bolt es revelar que es infiel a su pareja. Inexplicablemente, en el audio en inglés y en el español mantienen el detalle sórdido de sacarle del armario, algo que pisotea el guión original japonés. Me parece bastante fuerte esta falta de coherencia entre audio y subtítulos.
Además, en un intento de esquivar las burlas homófobas y normalizar la sexualidad del personaje, el traje que le obligan a ponerse para ocultar su identidad no es rosa, sino rojo. Las burlas van dirigidas a su calva.
Ladrones que se hacen querer
Hay dos importantes añadidos en el anime: el primero es que, al haber más capítulos, los arquetipos esbozados por Mark Millar cobran vida como personajes y muy especialmente la pareja de Johnny Bolt y Kasey: es mucho más palpable en la serie que ambos pueden coincidir en algunos aspectos y disentir en otros, pero es la pasión que sienten el uno con el otro lo que mueve parte del argumento.
Un detallazo, propio de gente que comprende a la gente sobre la que está escribiendo: Johnny es apresado en el capítulo 10 porque, pese a que el robo que están haciendo va bien, quiere desviarse para mangar de una librería unos manuales de ADE para Kasey. Un gesto de comprensión y verdadero cariño, ausente en el tebeo, donde la ´única motivación para el robo la comenta Bolt pasada, al entrar en el presidio: que lo hizo para pagar la boda, pero no queda claro si es una chanza o va en serio.
En efecto, no se trata solo de duración, sino de cómo la usan para cincelar cada detalle y que la aventura final, el robo al Bastardo, impresione. Y lo consiguen, vaya que sí, y eso que el tercer episodio es una larguísima persecución y el robo pergeñado entre los episodios octavo y noveno es digno del cine palomitero.
El resultado final se entiende que es tan bueno cuando se mira quiénes son sus responsables: por un lado, el director Motonobu Hori, quien hace un par de años nos entregó esa vitamina para el alma que es ‘Carole & Tuesday’; por el otro, el guionista Dai Satô, curtido desde ‘Cowboy Beebop’ a ‘Lupin III’, pasando por ‘Ghost in the Shell: Stand Alone Complex’ y hasta los dos entregas de ‘Resident Evil: Revelations’.
Mención aparte el estupendo diseño de personajes que, partiendo de los lápices comiqueros de Leinil Francis Yu, convierten a los protagonistas en estilizadísimas versiones, incluidos los trajes de superhéroes: al abandonar el realismo impostado de Yu y apostar por una línea clara y recta para el anime, los diseños parecen más "de cómic" que los originales, con un toque retro en los trajes masculinos.
Coherencia en el Millarverso
Por último, no está de más mencionar otro valor de ‘Super Crooks’: forma parte del universo ‘Jupiter’s Legacy’, hasta el punto que los superhéroes de aquella serie hacen apariciones en el anime. Sin ir más lejos, en el primer episodio un joven y aspirante a superhéroe Johnny Bolt quiere ser como Utopian, el personaje interpretado por Josh Duhamel.
Es curioso, porque en los cómics del Millarverso no hay una relación explícita entre ellos. Hay referencias como posters o marquesinas, pero eso parecen más guiños editoriales que fruto de una conexión sincera.
El propio guionista establece que hay algo parecido a dos universos: uno con superhéroes a la antigua usanza, que sería lo relacionado con Jupiter’s Legacy, y luego otro con superhéroes de intención realista, como ‘Kick-Ass’. Pero subraya que intenta que cada historia esté contenida, me imagino que por dos cosas: la primera, para evitar líos de continuidad; la segunda, para no espantar a lectores que pudiéndoles gustar una colección, no están dispuestos a comprar otra o, peor aún, que al saber la conexión decidan no comprar nada.
Lo visto de Netflix es que, puestos a poner dinero en toda la propiedad intelectual de Mark Millar, es mejor construir todo un universo con cada pieza y jugar en él como si fuera otro patio de juegos como el de Marvel o DC. ‘Super Crooks’ demuestra que es este espíritu desprejuiciado el camino a seguir: lástima que ‘Jupiter’s Legacy’ no llegó a tiempo a la lección.
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