‘Los Soprano’ es unánimemente reconocida como una de las obras fundamentales de la llamada "edad de oro" moderna de la televisión. Un drama de 86 episodios de una hora de duración sobre mafiosos, sobre el que en algún momento todo el mundo ha oído hablar o ha visto. Es poco más o menos que el cliché del cine de ‘Ciudadano Kane’ de las series modernas, el clásico que casi todo el mundo nombra y que otros muchos consideran sobrevalorado.
Ahora que se estrena la precuela ‘Santos Criminales’ (The Many Saints of Newark, 2021) y han pasado más de 20 años desde su estreno, y es casi un tópico hablar de cómo cambió la televisión y la imagen de Tony Soprano, un antihéroe masculino de connotaciones negativas, es un icono en sí mismo, completando un enfoque entonces innovador que arrojó una larga sombra durante los años siguientes, en los que series como ‘The Shield’, ‘Breaking Bad’, ‘House Of Cards’, entre otras muchas, tomaron el molde para generar sus propias leyendas.
Más allá de una serie de gangsters
Revistas como The New Yorker la calificaron como "el logro más rico en la historia de la televisión" y fue la primera serie de un canal por cable en recibir una nominación al Emmy, que se extendieron a 16. Hoy, muchos hallazgos de esa época ya no son algo destacable, ni la exploración sobre la masculinidad tóxica, que en su momento estaba muy adelantada a su tiempo, es ya algo nuevo. Sin embargo la serie sigue siendo un logro por sus propios méritos, con actuaciones y textos que desafían prácticamente a toda la producción audiovisual actual.
La serie de HBO duró seis temporadas, comenzando en 1999 y concluyendo en 2007. Creada por David Chase, seguía al mafioso de Nueva Jersey Tony Soprano, interpretado por el fallecido James Gandolfini. El núcleo de las tramas circulaban sobre el difícil equilibrio entre el trabajo y la vida personal del capo, lidiando su esposa, Carmela al mismo tiempo que con otras familias mafiosas del área metropolitana de Nueva York, añadiendo una presión extra que le lleva a terapia con la Dra. Melfi, una psicóloga extremadamente profesional jugando con fuego.
Ese es ni más ni menos, el argumento sobre el que circulan muchas horas de emisión, un lienzo en blanco sobre el que los guionistas desentrañaron emocionalmente a Tony, siguiendo su desmoronamiento, su crisis de identidad y su familia disfuncional, alcanzando la excelencia en todos los apartados de producción, desde el texto hasta las interpretaciones, dirección, diseño de escenarios y vestuario. De ser una apuesta arriesgada para la cadena hasta convertirse en un fenómeno revolucionario, su recorrido dejó una impresión en el mundo del entretenimiento que aún perdura.
¿La mejor serie de la historia?
No es exagerado afirmar que ‘Los Soprano’ cambió la televisión para siempre, pero mientras otras ven como el paso de los años dejan una mella fácilmente superada, volver a encontrarse con ella hoy puede sorprender. No solo ha envejecido menos de lo que se puede suponer, sino que parece imposible encontrar una serie a su altura a día de hoy, en esta, la supuesta época dorada que ella misma comenzó. No ya por lo difícil que es retomar su impacto inicial, sino porque su planteamiento está tan seguro de lo que busca que sigue pareciendo única en su ambición narrativa.
Tratar la mafia en ficción siempre ha tenido un halo de calidad cinéfila que se ha asociado a películas como la saga ‘El Padrino’, que trataron este mundo como la historia por excelencia de América, con un tono elegíaco y operístico. El cine de Martin Scorsese rebajó esa mirada al barro, pero no deja de mirarlo con cierta nostalgia y un punto de glamour. La serie de David Chase no forma parte de esa mirada de fascinación, sino que conecta con la mafia casi como excusa. Baja hasta los pies, a un nivel tan humano que se reconoce, eliminando cualquier sesgo de atractivo.
Tomar ese punto de partida ahora parece lógico, ¿sobre qué no hay una serie ahora? En 1999 era un tema demasiado oscuro, violento y arriesgado. Además parecía una variación de ‘Una terapia peligrosa’ (Analyze This, 1999), que se estrenaría unos meses después. Pero el problema de Tony Soprano con la ansiedad y la depresión no era una comedia, o al menos no en el sentido en el que entendíamos la comedia. Las grietas en la fortaleza mental del protagonista se desarrollaban de forma franca, y el retrato de lo que le rodea es costumbrista.
La revolución de HBO
Y sí, hay mucha comedia en ‘Los Soprano’, comedia negra, comedia que aparece de las reacciones de personajes, casi caricaturas por el dibujo aparentemente exagerado que plantea, pero al mismo tiempo las reacciones casi de dibujo animado de Paulie o Silvio reflejan a gente que conocemos o hemos visto, personas irascibles, personajes que no concuerdan con nuestra idea de realidad, y al mismo tiempo, la textura de lo que ocurre es siempre profundamente realista, sucia y desprovista de parafernalia. La comida (siempre están comiendo), la muerte, el sexo, aparecen en pantalla en crudo.
La cualidad de cada capítulo, de unos inusuales 60 minutos de duración, rompía las diferencias entre el entretenimiento de pantalla grande y pequeña. Hoy no hace tanto tiempo que los actores de cine no se atrevían a aparecer en la televisión. Brad Pitt hacía cameos en comedias exitosas como ‘Friends’, pero el escenario era completamente diferente. HBO se encontraba en un período de gran crecimiento, y mostraba otra dinámica en producciones como el drama carcelario ‘Oz’ (1997), que pese a su alta calidad nunca llegó a ser muy popular.
En el verano del 98, se estrenó ‘Sexo en Nueva York’ (Sex and the City), que abrió el camino a ciertas posibilidades de erotismo y representación femenina que no eran usuales, pero ‘Los Soprano’ fue el Big Bang de la televisión “de prestigio”, no solo por su calidad intrínseca, sino por llegar en el momento adecuado en el lugar adecuado. Era muy difícil que hubiera funcionado antes de 1999, cuando el cable se estaba volviendo algo estándar en las casas de EE. UU. y las cadenas estaban comenzando a explorar la programación para complementar horarios llenos de repeticiones y películas.
El cine en casa
Una red de pago como HBO necesitaba una forma de atraer espectadores con algo único y por lo que valiera la pena pagar, y la única forma de conseguirlo era con una serie que tuviera algo que no se pudiera obtener en las cadenas tradicionales. Un híbrido de cine y televisión seriada con elementos solo para adultos como desnudos, violencia y palabrotas que aumentaba su valor de impacto e hizo que la gente la comentara, lo que hacía que quienes escuchaban el rumor se suscribiesen para ver de qué se iba todo aquello.
El dilema no era muy diferente al que las plataformas de streaming actuales han introducido en una nueva etapa de gasto demencial para diferenciarse, la diferencia entre los dos escenarios es que en 1999 no había esa cultura de las series. La tele en los 90 era vista como algo culturalmente menor, incluso hubo un movimiento de rechazo que se asociaba con los contenidos de actualidad que representaban lo normativo, el engaño institucional, el lavado de cerebro y la alienación social.
Por ello, la transformación que supuso ‘Los Soprano’ es también un cambio en el zeitgeist, ahora las series son un tema de conversación que crea conexión y sirve como acicate de las reuniones entre amigos, no es extraño que en algún momento surja la conversación un “¿qué series estás siguiendo ahora?”. Incluso hoy, el debate de que el mejor cine se hace en televisión, o afirmaciones como “esta serie es una película dividida en capítulos” se han convertido en frases hechas que se rechazan entre los puristas de la crítica e incluso el espectador medio.
Un punto y aparte en la narrativa televisiva
Pero es que antes de ‘Los Soprano’, el formato de 13 episodios era prácticamente impensable. Realmente, desde el equipo de producción a la forma en la que se rodaba, había una intención de hacer “una película de 13 horas” en cada temporada y el público podía disfrutar en su casa de una historia de calidad y valores de producción parecidos a la de muchas películas de cine independiente de estreno, sin esperar a una edición doméstica en vídeo meses después de que la conversación por la novedad se hubiera enfriado.
La limitación de los habituales 20 o 22 capítulos a media docena, permitía que la historia se desarrollara con profundidad, más centrada en ciertos aspectos concretos, semana a semana. Había personajes importantes que morían, no había tramas o estructuras previsibles, incluso podía acabar un episodio y no tenías claro que hubiera pasado nada. El nuevo milenio estaba a la vuelta de la esquina y HBO empuñó el arma que dio el disparo de salida para otras cadenas, que de pronto se encontraron con la imagen de lo que se avecinaba frente a sus narices.
Sin embargo, a menudo las series que estaban por venir no eran capaces de replicar el as bajo la manga de ‘Los Soprano’: todos sus personajes son fascinantes. Sus arcos en evolución son silenciosos pero están ahí, hay un plan maestro que se intuye pero nunca se muestra, hay mucho más detrás de lo que vemos. Viven por sí mismos y solo vemos partes de ellos, una impresión que resulta de su planificación cuidadosa y una detallada redacción de los diálogos, que van más allá de los tropos del cine sobre crimen organizado. Son pura realidad.
La difícil gama de grises tirando a negros
Como comentábamos, el tratamiento de la mafia destila un sentido del humor a veces no corresponde a lo esperable de una serie de ese género. Desde luego, hay momentos de violencia que hielan la sangre y muertes de personajes clave que dejan mal cuerpo, pero a menudo hay una base hilarante que parece de una comedia de situación, con reacciones y gestos con un timing de precisión por el que matarían algunas dramedias indies actuales. Probablemente entre risas nos vengan dudas éticas, porque llegado cierto momento podemos olvidar que los que están delante son verdaderos monstruos.
A menudo, esa ilusión de empatía parece hacer circular la serie por una línea ética que hace preguntarse si no estará humanizando demasiado a estos hombres abominables. En un momento en el que el análisis deontológico ha conseguido simplificar los roles de la ficción a un nivel casi infantil, ‘Los Soprano’ sirve como vara de medida de la confianza de los creadores en la capacidad del espectador para diferenciar simpatía y verdad, que las personas no son exactamente sus actos. Las malas decisiones de Christopher no son lo mismo que su misoginia y brutalidad, y aun así, podemos sentir cierta lástima por él.
De hecho, parte del gran desafío de ‘Los Soprano’ es explorar esa misma dualidad humana de ser capaces de matar a alguien y tener una vida más o menos normal. David Chase se afana en relativizar esa condición universal en un entorno en el que se ha normalizado. De esa manera se dedica a explorar el entorno, el ambiente y el poder de la tradición en ciertos círculos. El guion nunca deja de mostrarnos la ignorancia de esas personas, casi como una burla de la falta de educación que hoy podría hasta ser tildada de clasista. Sin embargo, su mirada busca encontrar respuestas para saber qué permite la coexistencia del mal hasta orillas de la psicopatía jerarquizada.
Tony, un personaje para la historia
El narcisismo y las dinámicas de manada, el patriarcado asimilado como coartada del hedonismo y el autoengaño… el análisis de las organizaciones criminales va más allá de sus códigos de honor o sus dogmas y más como la excusa perfecta para dejar salir los comportamientos individuales más execrables con la bendición de toda una estructura. Y el sujeto de análisis de esa influencia se llama Tony Soprano, el protagonista que define esa tormenta entre el bien y el mal que siguieron otros como Vic Mackey en ‘The Shield’ o Walter White en ‘Breaking Bad’.
De nuevo, el concepto de un protagonista defectuoso en un drama de prestigio está superado a día de hoy, pero cuando apareció la figura del antihéroe no era tan común. En el caso de Tony no hay muchos elementos de redención, en realidad, pero la diferencia es que es difícil pensar lo contrario con un actor tan brillante. Es tan carismático que a veces cuesta no querer apoyarle, no sentir cierta decepción cuando las cosas no le salen bien. James Gandolfini era verdaderamente magnético, y su dedicación al papel fue tan inmersiva que es imposible distinguir a la persona del personaje. Verle antes de ese papel ahora determina todo.
Gandolfini parecía hacer fácil modelar a un Tony que parece estúpido e ignorante pero con una capacidad insólita para leer lo que ocurre a su alrededor. Una habilidad importante en su puesto, que tan solo es saboteada por su propio orgullo e interés. Una mezcla de fuerza bruta, alta inteligencia emocional y apetito insaciable que a veces asusta y a veces divierte. No hay un personaje televisivo tan complejo y al mismo tiempo tan predecible, y todo es gracias a la que puede considerarse como una de las más grandes interpretaciones masculinas de la historia, sino la mejor.
Un reflejo irrepetible de otros tiempos con menos prisas
Al igual que las interpretaciones, otras de las cualidades esenciales de ‘Los Soprano’ se mantienen inalterables a día de hoy, y el conjunto da la impresión de que, lejos de ser superado, sigue siendo el patrón de oro sobre el que muchas otras que le siguieron trataron de amoldarse. Pero con la distancia, no deja de dar la impresión de que muchas series más importantes tan solo han tomado aspectos superficiales de su manera de hacer las cosas. El medio sigue en evolución, pero a veces parece que tan solo hay cambios visuales, y de narración en capítulos “especiales”.
Algunos de los momentos inesperados en ‘Los Soprano’ fueron sus logradas escenas de sueños, que conectaban con las raíces freudianas de su vertiente de estudio psicológico tanto como apuntaban hacia algún tipo de vida cuasi mística, casi un borrador sobre el que se organizaron subtramas enteras de ‘The Leftovers’ o ‘Bojack Horseman’. Sin embargo, su último plano, el polémico corte a negro sin fundido, hablaba de la nada del más allá y de lo inesperado y súbito de la muerte, confirmando el aspecto existencialista de la serie que conecta de forma tenebrosa con su primera escena.
Otras ideas que han calado (no para bien en muchos casos) es crear una temporada final dividida en dos grupos de capítulos, también el tratamiento semana a semana en internet, que contribuyó al nacimiento de toda la cultura del recap mano a mano con cada emisión. Con el tiempo, los clips, memes y pequeños momentos se han convertido en moneda de cambio en youtube y las redes sociales. No importa si está sucediendo algo emocionante o si todos están sentados alrededor de una mesa y hablando. Casi siempre hay una perla que convierte a cada escena en un pequeño clásico.
La nueva era dorada ¿Cantidad en vez de calidad?
La última década ha sido especialmente significativa en el uso de los términos “televisión de prestigio” o “segunda edad de oro” y tras más de 20 años desde que se estrenó ‘Los Soprano’, se puede reconocer que fue el momento decisivo que cambió todo y sentó las bases para lo que estaba por venir. HBO se convirtió en sinónimo de drama de calidad, una fuerza cultural nueva e influyente que fabricaba tendencias, y su serie estrella fue el primer producto de televisión que se proyectó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
En pleno éxito de su experimento de mafia, HBO dio luz verde a otras series cinematográficas como ‘The Wire’ y otros canales como FX y AMC se animaron con ‘The Shield’, ‘Breaking Bad’, ‘Sons of Anarchy’ o ‘Mad Men’, aunque entre algunas de ellas pasaron casi otros 10 años antes de que se considerara el comienzo de esta nueva “era dorada” en la que nos encontramos, fruto de la transformación del modelo de oferta y demanda que derivó tras la inscripción en el servicio solo para ver una serie, trazando una línea recta desde el inicio de ‘Los Soprano’ hasta el lanzamiento de Netflix, Amazon Prime Video, Apple, Disney+ y, por supuesto, HBO Max.
La obra de David Chase supuso un punto de inflexión que impulsó la evolución de la programación, una tormenta perfecta de elementos que se unieron en un momento clave, pero también posee un poso que no es tan fácil de replicar solo a base de dinero. Ahora, muchas series se diseñan en localizaciones costosas, actores famosos y efectos especiales. Hay mucho presupuesto para producción pero también fechas de entrega y programación de estrenos como eventos dentro de una rueda de publicidad y feed constante que hace que el gasto entre por los ojos pero no siempre se traduzca en calidad.
Una obra maestra inalcanzable
A menudo los guionistas están relegados al último lugar de la cadena. La competición lleva a una apuesta por el branding, adaptaciones de cosas conocidas, remakes, versiones de películas extendidas. Hay muchas y muy buenas series que aparecen entre toda esa lluvia, pero rara vez hay un plan tan bien hilado que llegue a su final con la estructura sin mellas. Incluso grandes series como ‘A dos metros bajo tierra’ tienen temporadas flojas, hasta obras faraónicas como ‘Juego de Tronos’ tienen episodios malos. ¿Tiene algún episodio prescindible ‘Los Soprano? Rotundamente no.
Cada nuevo lapso de la vida de Tony y su cuadrilla es fascinante, cada inflexión de una mueca de Gandolfini parece llevar un trabajo detrás, mostrando el cinismo atroz de un personaje que va más allá de la caricatura del mafioso. 86 segmentos pacientes, que muestran más ganas de los creadores por contar y jugar con su mundo que no a una cadena o plataforma tratando de llenar un hueco para entretener al suscriptor. Ahora vivimos una etapa de conformidad visual, en la que series de 200 millones de dólares como ‘Invasión’ de Apple representan conflictos dramáticos de telenovela con aspecto de película.
Frases como “se pone bien a partir de la segunda” o “tiene episodios de relleno” han sido asumidos como el día a día. Proyectos de prestigio alabados unánimemente por la crítica como ‘El ferrocarril subterráneo’ se permiten un epílogo de 50 minutos de pura autoindulgencia de autor en los que literalmente no pasa nada. En un tiempo de primeras temporadas de ensayo y error, de series desiertas en momentos indeterminados y saturación de producción, ¿Estamos seguros de que vivimos en una era dorada de la televisión, o seguimos persiguiendo una pauta imposible que nos haga sentir como si comiéramos de nuevo una ración de gabagool en Satriale's?
Ver 47 comentarios