Hace ya más de una década, un pequeño japonés invadió poco a poco los hogares de la península. Empezó por Cataluña, se extendió por Galicia y el País Vasco, se consolidó en Andalucía y finalmente llegó a todas partes. El tipo se llamaba Shinnosuke Nohara y en un tiempo récord se convirtió en la peor influencia de los niños y una gamberra diversión para el público mayor.
La serie, que conste, engañaba. En Occidente estamos poco acostumbrados a ver productos protagonizados por menores y que vayan dirigidos a un target adulto, y este era el caso de ‘Shin-Chan’. De aquí que despertara tanto furor como polémica allí donde se estrenara, revolucionando al público infantil, poco acostumbrado a tener un referente tan políticamente incorrecto como ese niño de cinco años.
Los orígenes de Shinnosuke
‘Shin-Chan’ era un manga de Yoshito Usui, que lo creó en 1990. Dos años más tarde ya tenía una adaptación en anime, que lleva 20 años en emisión en Japón, donde ya se han emitido alrededor de 800 episodios. Aquí llegó el año 2000 en TV3 y se expandió poco a poco por el territorio hasta que Antena 3 se hizo con los derechos en 2005. Su sobre-explotación, sin embargo, también provocó que tres años después bajase su repercusión social.
Su éxito llegó a ser tal en Cataluña que en 2004 Usui visitó Barcelona en un acto promocional y acabó escribiendo un episodio donde la familia Nohara visitaba la capital catalana. Ellos visitaron la estatua de Colón, la Sagrada Familia y, cuando el protagonista se perdía, un señor le daba tortilla y croquetas para comer. Usui, sin embargo, murió el 11 de septiembre de 2009 tras caer de un precipicio de 120 metros, aunque la serie de televisión siguió su curso y produciendo nuevos episodios.
¿Quién es este incordio?
Shinnosuke tenía un argumento bien simple y comprensible. Era un incordio de cinco años que sacaba de quicio a sus padres, Hiroshi y Misae, a quienes apenas obedecía. Le gustaban mucho las mujeres y tendía a imitar a los adultos con resultados cuestionables. Aplicaba mal las expresiones que oía a los mayores, hacía preguntas indiscretas, odiaba los pimientos, intentaba ligar con chicas mucho mayores que él y jamás perdía su inocencia. Él veía el mundo de forma desinhibida y pocas veces se daba por aludido cuando le caía alguna bronca.
Tenía el hábito de pintarse elefantes en el pene y a la mínima se bajaba los pantalones para hacer la danza del ‘culito, culito’. Recordaba en este aspecto al Son Goku de los inicios, el protagonista de ‘Bola de Dragón’, que tenía bastante curiosidad sexual y actuaba con total normalidad cuando se encontraba desnudo. En su estreno ya hizo toda una declaración de intenciones con su primera escena:
El universo de ‘Shin-Chan’
Cuando se producen centenares de episodios, es normal que se acabe elaborando un universo rico en personajes. Por un lado, tenía su familia inmediata: su padre aficionado a las mujeres como él, una madre adicta a las compras y con muy mal carácter, su hermana Himawari que nació a mitad de la serie y que adora las joyas, y un perro llamado ‘Nevado’ al que Shinnosuke adora pero que constantemente recibe las consecuencias de tener un amo tan distraído, que tanto le deja sin comida o sin salir a pasear durante días.
Y después están los compañeros de guardería con los que formó el Ejército de Salvación de Kasukabe, cuya única misión es meterse en aventuras. De esta grupo probablemente los más memorables son Boo-chan, ni que sea porque siempre lleva el moco colgando, y Nené, la chica del grupo y que tenía una visión muy retorcida del juego de ‘papás y mamás’. También están la señorita Midori, la señorita Uma de la clase de las rosas, el director con pinta de mafioso y Nanako Ohara, una estudiante universitaria que también es su amor platónico, entre muchos otros.
Las claves del éxito
‘Shin-Chan’ arrasó porque nadie esperaba que alguien tan insolente tuviese cabida en los bloques de comedias infantiles de la televisión. De repente un mocoso llegaba a la televisión con sus manías, sus ansias exhibicionistas y su obsesión por las mujeres, y encima hacía que todas sus expresiones y costumbres fueran populares. En Cataluña no debe existir una sola persona que no sepa a quien no le gustan los pimientos o quien inventó el ‘culet, culet’.
Y resultaba refrescante encontrar un humor algo gamberro y con unos personajes bien definidos, que les permitían a los guionistas jugar con multitud de situaciones. Lástima que llegó la saturación y la pérdida de la novedad, el ciclo natural de las ficciones infantiles (ahora, por ejemplo, ‘Bob Esponja’ está perdiendo algo de fuelle mientras aparecen nuevas alternativas). Pero un episodio de ‘Shin-Chan’, que conste, siempre significará diversión asegurada.
Los orígenes de Shinnosuke
En ¡Vaya Tele! | 'Bola de Dragón', Nostalgia TV
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