A la hora de ver 'Sherlock' hay que ser consciente de tres cosas: la primera es que por mucho que lo protagonice el detective más icónico de la historia, no es una serie de misterio; la segunda es que la serie va sobre la obsesión, lo que nos ata y nos mueve; la tercera es que sus guionistas jefes, Steven Moffat y Mark Gatiss, son unos tramposos colosales.
Una vez dicho esto, es increíble lo mucho que se echa de menos a esta serie. No es para menos, tres episodios de hora y media cada pocos años es una dosis nimia para los aficionados a esta serie de BBC, que hemos podido ver puntualmente en Netflix.
Viaje al infierno
Tras el especial de 'La Novia Abominable', la cuarta temporada de 'Sherlock' se antojaba como una nueva etapa en la serie. Los hechos anteriores habían dado tantas vueltas de rosca que los protagonistas estaban exhaustos, y la obsesión por la venganza póstuma de Moriarty no ha descendido. Las ramificaciones de un caso, en apariencia trivial, provocará la muerte de Mary Watson (Amanda Abbington), otrora agente de élite de un cuerpo clandestino.
Nos encontramos con un mazazo importante tanto para John Watson (Martin Freeman) como para el propio Sherlock (Benedict Cumberbatch), una muerte que será la catalizadora para los dos siguientes episodios en los que veremos la ida y vuelta del dúo detectivesco del infierno. Ese "Vete al infierno" que proclama Mary en su vídeo póstumo es la instrucción que toma literalmente el detective en el siguiente episodio, donde su consumo impulsivo de drogas se junta con la obsesión por un asesino en serie escondido a plena vista.
Así Moffat y Gatiss usan la muerte y el duelo posterior para hilar la temporada en una trilogía que cerró con la venganza póstuma de Moriarty... o más bien con el plan forjado entre la némesis de Sherlock y Eurus Holmes (Sian Brooke), la hermana secreta. Este puzzle, el 'Problema final', está presente para terminar ese rompecabezas que son los Holmes. Un rompecabezas de solución tramposa, al más puro estilo de sus guionistas.
Y es que si algo hemos aprendido ya no tanto de esta serie sino de 'Doctor Who' es que Steven Moffat es un cuentacuentos tan espectacular como tramposo. El escritor es un genio a la hora de crear tensión y de retorcer las cosas de tal manera que nos tenga en vilo ante lo imposible, pero abusa de las trampas y del "esto pasa así porque sí" cuando toca resolver.
Aquí es donde la tolerancia de cada uno a que jueguen con nosotros entra, valga la redundancia, en juego. Agujeros de guión hay en casi toda obra de ficción y algunos se notan menos que otros. La dramaturgia tan de humo y espejos de Moffat y Gatiss hace que no tenga simples agujeros, sino abismos inmensos que son imposibles de sobrellevar si ves 'Sherlock' más con el cerebro que con el corazón.
'Sherlock' siempre ha sido una serie tramposa, y este año se ha notado más que nunca. Pero al igual que se ha notado los trucos del trovador, también se ha visto un mayor esfuerzo para ofrecer tres episodios vibrantes, donde no ha decaído ni el espectáculo ni el interés. Es tramposa, pero no me puedo resistir a sus encantos.
En ¡Vaya Tele! | 'Sherlock' pone a sus protagonistas en el punto de mira
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