Como estrategia de promoción, la productora del remake de Sensación de Vivir ha decidido no hacer ningún pase previo a la noche del estreno, que tendrá lugar el 2 de septiembre. Tiene un punto de decisión polémica: ningún crítico estadounidense de televisión podrá opinar antes de tiempo, por lo que la primera palabra la tendrán siempre los espectadores.
Hay quien piensa que la maniobra es una triquiñuela de promoción nefasta y que el tiro les va a salir por la culata. Que una decisión así sólo se justifica en el hecho de que la serie es tan mala que es preferible mantener el misterio y enfadar a algún crítico antes que exponer las debilidades y que el público sepa que la nueva 90210 es un desastre.
Es un argumento que tiene mucha lógica, aunque se cae por su propio peso a nada que se piensa en la serie original. Sensación de Vivir no era ninguna maravilla, pero consiguió enganchar convirtiéndose en una especie de "culebrón generacional". A determinada edad, era la serie que había que ver. De hecho, recuerdo las apasionadas conversaciones que tenían mis compañeros de colegio cada lunes, después de que el viernes se emitiese el capítulo de la semana.
Dudo mucho que el éxito de la primera Sensación de Vivir tuviera que ver con la calidad de sus guiones. Técnicamente, era una buena serie (¿alguien piensa que Aaron Spelling produce chapuzas?), pero ni la premisa principal ni las historias que de allí salieron eran mucho más que lo que cualquier telenovela. Así que, supongo, la idea será la misma. Otra cosa es que la nostalgia y una serie de adolescentes puedan ser compatibles.
Aunque la serie no sea nada más que otro culebrón, nadie podrá sentirse decepcionado. Eso es justamente lo que fue en su momento y, seguro, no era de las favoritas de la crítica. Esconderla ahora de quienes, casi con toda seguridad, van a opinar mal de ella no es evitar las críticas para no perder audiencia, sino hacer que la expectación crezca.
Vía | TVSquad