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'Secret State', cuando querer no es poder

El mundo de las series inglesas nos ofrece una gran variedad de historias de distinta duración, algunas mejores y otras peores pero por lo general bastante interesantes. Uno de los últimos ejemplos lo tenemos en ‘Secret State‘, miniserie de cuatro episodios producida por Channel 4 y protagonizada por Gabriel Byrne, conocido entre otras cosas por ser el protagonista de ‘En terapia‘ (‘In treatment’).

‘Secret State’ comienza explorando las consecuencias de una terrible explosión de una planta petrolífera en Teesside. Tom Dawkins (Byrne), vice primer ministro de Reino Unido, está dispuesto a que PetroFex, una importante petrolera estadounidense, pague hasta el último penique en nuevas medidas de seguridad y en indemnizaciones. Sin embargo, un nuevo accidente fuerza la situación: El avión en el que viajaba el Primer Ministro tras regresar de negociar con PetroFex colisiona en el océano. Dawkins deberá asumir la presidencia en funciones de la nación, y se encontrará con toda una conspiración en niveles superiores al gobierno y con su incapacidad para frenar los engranajes puestos en marcha.

Nos encontramos con una miniserie basada (inspirada, más bien) en ‘A very British coup’ de Chris Mullin, que ya recibió hace veinte años una adaptación televisiva homónima. He de reconocer que no he leído el libro, pero simplemente leyendo su sinopsis, se puede ver que lo que comparten es, más allá del argumento en sí, los temas que tocan: la influencia de los medios, el espionaje interno y externo, la política de “corrillos”… ingredientes que pueden dar mucho de sí.

Un vistazo a…
ENFOQUE PROFUNDO Y LENTES PARTIDAS

Un thriller político más ligero de lo que aparenta

‘Secret State’ reúne todo lo que le pedirías a una miniserie inglesa: está bien hecha, cuenta con buenos actores, tiene una historia medianamente interesante… Sin embargo no destaca ni por arriba ni por abajo. Se queda en un nivel de mediocridad (el nivel es alto en cuanto a producciones anglosajonas se refiere, eso sí) inquietante, ya que los cuatro episodios que la componen no terminan de explotar todo el potencial. Aquí ya no sé si la culpa es del libro o del guionista, Robert Jones.

La cuestión es que terminé de ver la miniserie con un sentimiento de incredulidad. Ya hemos hablado en alguna que otra ocasión del pacto de verosimilitud entre espectador y serie. En este caso no me creo a Dawkins. Gabriel Byrne representa la ingenuidad del poder. Un hombre, veterano y héroe de guerra (aunque precisamente hay tela que cortar al respecto), que cree que la política debe servir para el bien público y que es asediado por los perros de la realidad, ya sea en forma de bancos, empresas poderosas o su propio gabinete de gobierno.

El otro problema que tiene ‘Secret State’ es su exceso de sutilidad. Tampoco es cuestión de ser demagogos y dar todo masticado al espectador pero una cosa es querer ser ambiguo y sutil (lo cual es bueno) y otra cosa es no ser contundente cuando se necesita. La serie pasa muy de puntillas por los temas que toca la historia, dando la sensación de encontrarnos con un thriller político demasiado liviano.

Y es una pena ya que el resto es espectacular. ‘Secret State’ cuenta con un reparto monumental, una muy buena realización atreviéndose con el formato cinematográfico, ese cuidado a la hora de realizar los planos, y además la típica elegancia inglesa a la hora de plantear las tramas. Sin embargo son unos cimientos que quedan manchados por un guión que no aprovecha el material que tiene para realizar algo que podría haber sido la serie política de 2012.

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