Después de unos días trasteando con Quibi, la nueva plataforma de streaming exclusiva para dispositivos móviles que apuesta por los formatos de corta duración, y disfrutando de algunas de sus producciones como '50 States of Fright', 'Reno 911', 'Most Dangerous Game' o '#FreeRayshawn', ha llegado el momento de poner en orden mis conclusiones sobre el servicio.
Si bien su propuesta de ofrecer episodios que, por norma general, se sitúan entre los cinco y los diez minutos de metraje, me parece tan atractiva como interesante en estos tiempos de catálogos saturados y tiempos de atención reducidos; es en sus aspectos técnicos donde Quibi muestra unas claras limitaciones que minan la experiencia.
Estos no se reducen al hecho de que el único modo de pode ver sus series sea a través de dispositivos móviles —a fin de cuentas, ya es práctica habitual—, sino a uno de sus reclamos comerciales; una posibilidad de ver el contenido en formato vertical que, salvo en contadas ocasiones, no muestra aliciente alguno y destruye la intención visual y narrativa de los realizadores y sus equipos.
Nota: A día de hoy, Quibi impide que puedan realizarse capturas de pantalla de sus series, así que ilustraré este artículo como buenamente pueda.
Los problemas de la verticalidad
Tras elegir cualquiera de las series que pueblan el catálogo de Quibi y apretar al botón de play, el usuario tiene la opción de, en cualquier momento, cambiar la orientación de su teléfono móvil para que el formato de visionado de la serie varíe entre el horizontal y el vertical. Una idea, a priori, interesante, que termina lastrada por un buen puñado de problemas que vamos a repasar a continuación.
El primero de ellos pasa por el incordio de mover el dispositivo cada dos por tres para ver cómo afecta el cambio de orientación al plano que aparece en pantalla. Un gimmick, que dirían los angloparlantes, que ya de por sí es una molestia, que invita a desconectar de la narración y que, además, hace perder valiosos segundos de información ante los abruptos cambios de valor de plano.
Girar la pantalla puede convertir un plano general en un plano medio, y un plano americano en un primerísimo primer plano. Pero, ¿cómo cambia Quibi la escala? La respuesta es muy sencilla: con un —valga la redundancia— reescalado digital; básicamente una ampliación que reencuadra la imagen horizontal y la ajusta a la relación de aspecto vertical con la consiguiente pérdida de resolución y calidad.
Pero este es el peor de los males derivados de reconvertir a una relación de aspecto vertical de, por ejemplo, 9:16, un plano rodado en 16:9 —próximo al 1:85.1 cinematográfico—. Esta práctica destruye por completo la composición original, creando aires, escorzos y entradas y salidas de cuadro aberrantes que recuerdan a las remasterizaciones de series como 'Buffy, cazavampiros', 'Friends' o 'Los Simpson'.
En los casos mencionados, el salto del 4:3 de las emisiones originales al 16:9 de las nuevas versiones, con la consiguiente ganancia de aire en los laterales del encuadre, propició la aparición de escorzos, personajes que no deberían aparecer en plano e, incluso, miembros del equipo y material de rodaje como focos. En cuanto a la familia amarilla de Fox, la reescalada también afectó a la narrativa, perdiéndose algunos de los chistes visuales por el camino.
Desvirtuando la narrativa
Más allá del incordio que supone rotar el teléfono móvil, y del desastre visual en el que se convierten los planos adaptados al formato vertical, el peor efecto que tiene esta opción sobre las series de Quibi es el modo en que destruye buena parte de su narrativa. Cabe recordar que estamos en un medio audiovisual en el que cada plano tiene —o debería tener— una intención dramática, que se pierde junto a la horizontalidad.
Hay un par de ejemplos concretos que ilustran a la perfección este problema, estando el primero de ellos contenido en el segundo capítulo de '50 States of Fright'. La historia nos cuenta cómo uno de los personajes ha vendido todo el material de su taller para poder cumplir el deseo de su pareja; algo que se muestra visualmente por cámara mediante un plano entero del personaje, que muestra el espacio prácticamente vacío. Al cambiar a posición vertical, este plano general se convierte en un plano cerrado sobre el personaje que nos priva de toda la información adicional.
Más flagrante es el caso de '#FreeRayshawn'. En un momento de su primer episodio, Rayshawn y su mujer discuten frente a frente en un plano conjunto, ocupando la mitad izquierda del encuadre. En la mitad derecha, un espejo refleja la imagen, con el añadido de que, entre medias de la pareja, puede verse al hijo pequeño de ambos separándoles físicamente. Pasamos a vertical y todo el significado del plano desaparece por completo.
El formato vertical también afecta severamente a las conversaciones y a los ejes de miradas, especialmente en lo que respecta a escenas con tres o más personajes interactuando —a mayor número de interlocutores, mayor es el caos—. En el primer episodio de 'Reno 911' hay una charla en una sala abarrotada de personas perfectamente legible en posición horizontal, que se transforma en un auténtico caos cuando cambiamos la relación de aspecto y cerramos el encuadre sobre el emisor, que obtiene respuestas desde personajes fuera de su eje de mirada y habla con interlocutores desconocidos.
Si en situaciones estáticas la verticalidad se transforma en anarquía audiovisual, cuando la acción hace acto de presencia se antoja necesario tomarse una Biodramina contra el mareo. No necesitamos más que echar un breve vistazo a la persecución a las cuatro ruedas con la que arranca '#FreeRayshawn', rodada por un conocedor del género y sus códigos como Antoine Fuqua, reconvertida en un amasijo de planos claustrofóbicos y sin sentido del espacio ni la distancia entre perseguido y perseguidores si optamos por el 9:16.
Los montadores responsables se han esforzado en paliar —infructuosamente— todas las carencias de la relación de aspecto vertical mediante —rancios— zooms y reencuadres digitales sobre la imagen original horizontal para desvelar información o favorecer la aparición de elementos necesarios en pantalla; como sucede en los jumpscares de '50 States of Fright' en los que un personaje se abalanza sobre otro en un plano abierto.
A todo esto hay que sumar el hecho de que los tiempos de lectura de cada plano se muestran visiblemente alterados. Al tener menos información en los reencuadres verticales, su tiempo de lectura es notablemente inferior, pero, al estar el montaje adaptado a la información que se muestra en el original horizontal —y al ser la pantalla tan pequeña—, la duración de cada plano es muy superior a la necesaria, con la consiguiente alteración de ritmo.
Aciertos puntuales
Por supuesto, entre todo este cúmulo de despropósitos hay pequeños rayos de luz que se revelan cuando el formato vertical se utiliza con voluntad narrativa o para aportar algo diferente a lo estándar. Por ejemplo, en un par de momentos de 'Reno 911', girar el teléfono convierte la imagen en una suerte de emisión en directo de Instagram o en la body-cam de uno de los agentes de policía; dos pequeños guiños que dan algo de sentido al sindiós en 6:19.
El gran problema con Quibi es que, hasta donde he podido bucear dentro de su catálogo, sus producciones están concebidas y rodadas en relaciones de aspecto tradicionales. De haberse rodado con varias cámaras en ambas relaciones de aspecto y con planificaciones independientes, otro gallo hubiese cantado, pero, por el momento, la horizontalidad es el único modo de disfrutar plenamente de las interesantes propuestas de este servicio de streaming.
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