Como cualquier seguidor de cualquier afición que se precie, a los seriéfilos nos encanta alardear de filia. Nos ponemos camisetas con logos corporativos falsos, leemos los libros que leen los personajes de las series o estamos a pie de cañón un domingo a las tantas de la madrugada para seguir los Emmy en directo. Pero no hay que trasnochar para sentirse un verdadero fanático de las series, un sencillo cambio en vuestros hábitos alimenticios o una organización adecuada pueden acercaros a la forma de vivir la vida de vuestros personajes favoritos.
Vino y secretos, la receta de una cena Waker
Hasta la mejor de las familias ha tenido una de esas cenas pasivo-agresivas a las que nos tenían acostumbrados la familia Walker en ‘Cinco Hermanos’ y que resultaba de lo más divertido y estimulante de cada episodio, junto con las llamadas de teléfono a siete, claro. Para reproducir una de estas reuniones en torno a una mesa sólo necesitáis un puñado disfuncional de hermanos (ideal si alguno de ellos es secreto), mucho vino tinto y mucho afán de protagonismo con vuestros problemas, que siempre son y serán mucho más importantes y urgentes que los del resto.
Para un mejor resultado, invitad a la amante de vuestro marido y colocad un puñado de tartas variadas en la cocina. Food fight! Aunque todo esto parezca muy dramático, pensad que podría ser peor, podríamos estar preparando una receta de cena en Poniente, con sus docenas y docenas de platos. ¿Os imagináis a los Walker entre Lannisters, Starks y demás? O mejor, las Walker con las Tyrell; Martin no tendría vida suficiente para describir esas cenas familiares y Varys con sus pajarillos tendría que buscarse un nuevo empleo. Por cierto, si decidís preparar un banquete a lo ‘Juego de Tronos’, cuidado con la selección musical.
Hablaría de una cena a lo ‘Miranda’, pero lo único que tenéis que hacer es tirar el pollo por la ventana.
Psicología de un desayuno
No sé qué es peor, si pasar a la historia de la televisión por correr por la orilla de la playa en bañador y a cámara lenta o por desayunar. Ya me imagino las pruebas de casting para el papel del hijo de Walter White en ‘Breaking Bad’. ¿Podrías mirar de soslayo mientras comes el bacon? Prueba ahora a remover los huevos revueltos con autosuficiencia, por favor. Esos cereales representan la barrera emocional de tu padre, ¿podrías incluirlo en tu actuación?
Por ello, si queréis que vuestro desayuno sea digno del Nuevo México de Heisenberg, sólo necesitáis un buen desayuno continental y convertir cada bocado en la actuación de vuestra vida. Cada sorbo de zumo os aleja de vuestro cada vez más escurridizo padre, cada bocado de tostada simboliza el destrozo paulatino de esa relación paternofilial. Si no acabáis de pillarle el punto a la receta, pensad en cuando en ‘Oliver y Benji’ consideraban las consecuencias de un chute durante medio capítulo. Esto es lo mismo pero con metanfetamina.
Mi bocadilloooooo
O también llamado Sándwich a lo Ross, ideal para cuando estéis en el momento más bajo de vuestra existencia o, como diría Rachel: tocar fondo, seis metros de lodo, y debajo vosotros. El sándwich a lo Ross debe ser lo mejor que os ha pasado en la vida en mucho tiempo, porque es absolutamente necesario que podáis decir la frase: alguien se ha comido lo único bueno que quedaba en mi vida. Si vuestros amigos son como los míos, los dobles sentidos enriquecerán la escena mucho mejor que una ramita de perejil.
Entiendo. Lo complicado de esta receta seriéfila es tener que cocinar una cena de acción de gracias enterita para poder hacer un sándwich con las sobras (con humidificadora incluída) y después dejarlo en la nevera del trabajo para que alguien se lo coma y poder gritar ¡¿MI BOCADILLOOOO?! La parte de ficción aquí es lo del trabajo. Siempre podéis dejar que el perro se coma la tostada con nocilla, pero no será igual de dramático.
Como veis, solo hace falta un poco de imaginación para adaptar las comidas de vuestras series favoritas a la vida diaria. ¿Tenéis una vecina gritona que todos los días os despierta de la siesta llamando al nieto a merendar? Id a su puerta, llamad al timbre y por corte apareced en vuestra cocina amasando lo que parecen ser unos tiernos pulmones. Guiño, guiño. Son estos gestos del día a día los que diferencian a un seguidor aburrido con una relación sana con las series de un verdadero fan merecedor de esa etiqueta; uno que guarda chocolatinas en el cajón como Brenda Leigh Johnson y mete las grapadoras de sus colegas del curro en gelatina.
En ¡Vaya Tele! | La fórmula de los procedimentales
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