Ross Geller es cada vez que la chica que te gusta te dice que eres su mejor amigo, estar a punto de besarla y que te salga un chiste, tener una cita sin que ella sepa que es una cita. Ross Geller es dejar que ella se acurruque junto a ti en el sofá y que tu brazo se quede congelado, porque si lo mueves un solo centímetro la cosa se va a poner peligrosa. Sus mejillas en tu regazo, su cintura tan cerca, acariciarle el pelo con ternura. Ross Geller es aquella vez que te invitó a dormir a su casa y, efectivamente, dormisteis.
Ross Geller es creer que esconder tus sentimientos es una buena idea y al final los escondes tanto que son invisibles. Es amar tanto a una persona que al final la persona no se da cuenta de que la amas. Y algo dentro tuyo te dice que no le gustas, pero hay otro algo que te dice que sí, y las emociones bombean del corazón a tu cabeza y se produce un enorme colapso que provoca que te cueste respirar y articular palabras al mismo tiempo. Ross Geller es escribir más de diez veces la misma carta de amor y al final acabar regalándole un cd de canciones dedicadas para que ella te abrace, llore, y te cuente todos los problemas que tiene con su novio, que son muchos.
Ross Geller es el chico que te estás perdiendo mientras pierdes la cabeza por un italiano absurdo para el que no eres más que un objeto. Y Ross no es el chico más guapo del mundo, ni el más divertido, ni el más inteligente, decididamente tampoco el más seductor. Pero sí tiene su corazón abierto para ti y está dispuesto a hacerlo todo por tu amor. Sólo hace falta que mires a tu alrededor para encontrar a tu Ross. Está allí, temblando de emoción.
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