La columna de humo elevándose hacia el cielo, la sangre en la arena, el ruido de una hélice desequilibrada. El motor ruge. Al fondo, el mar. John Locke se incorpora y se queda mirando sus piernas. Y entonces ocurre. El milagro. El dedo que no se podía (que no se debería) mover, se mueve. Como un regalo caído del cielo, las limitaciones suspendidas, las barreras derrumbadas. Una segunda vida empieza, y John Locke no va a desperdiciar su oportunidad.
En realidad, John Locke no es superviviente de ningún accidente, sino de si mismo. No está perdido en ninguna isla desierta, sino en su propio desastre emocional. Aunque parezca que no tiene nada, en realidad lleva un equipaje consigo, el de su propio pasado, una ancla que le ata a su vida anterior, algo que no le permite ser lo que desea, soñar en lo que siempre le prohibieron. Y tú, como él, también tienes tu propia historia pendiente de resolver.
Arranca las últimas hojas de tu vida y vuelve a empezar con una página en blanco. John Locke es la voluntad de darte a ti mismo otra oportunidad, la determinación de reescribir quien eres. La isla, un lugar donde los demás se sienten perdidos, es para John Locke una oportunidad para ser encontrado. Si tu avión no cae en una isla desierta, crea tu mismo una forma de reiniciar. Siéntate en la playa y deja que la lluvia purifique quien eres, que arranque toda la suciedad, todo rastro del pasado; las heridas y las huellas. Este va a ser tu momento. Deja que John Locke te enseñe cómo volver a respirar.
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