Por qué nos gusta... Hank Moody (Californication)

Hank Moody hates you all (y sí, eso te incluye a ti). Le importa un pimiento lo que pienses de él y no intenta gustarte. Lleva en su cuenta demasiados viajes como para preocuparse de afeitarse cada mañana. Ni se hace el simpático, ni sonríe de oreja a oreja, ni intenta hacerte cumplidos. Si te gusta o te disgusta, no le importa. Por eso no te lo puedes quitar de la cabeza. Porque no hay hombre más interesante que el que pasa de todo. Porque despreciamos a quienes nos aprecian y apreciamos a quienes nos desprecian.

Pon a Hank con un ramo de rosas llamando a tu puerta y perderá todo el interés. Pero si de pronto deja de responder a tus llamadas ya no dejarás de pensar en él. Su indiferencia te tortura y te atrae al mismo tiempo. Quieres llenar ese vacío existencial que se vislumbra tras el trato que te dispensa. Pero ni tú, ni nada, ni nadie puede reemplazar la huella dejada por la vieja postal del pasado. Él te dirá que sí, pero sólo para que calles de una vez.

Se meterá en tu cama buscando en el sexo el pulso de una vida ya muerta, te provocará para que le pegues un puñetazo a ver si en el dolor encuentra el rastro de sus emociones. Hank Moody le escupe el mundo para ver si el mundo le devuelve el golpe y así despierta de la pesadilla en la que se ha metido. Puedes hacerte la ilusión de que puedes salvarlo, pero su piel está demasiado gastada, el abismo demasiado cercano. Las llamas del infierno chamuscarán tus alas de ángel y te acabarás quemando con él.

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