Ari Gold es cuando un incompetente te pone tanto de los nervios que intentas evitar tus peores impulsos fregándote la sien con los dedos, aplastando una bola de goma para relajarte, pellizcándote el mentón y pasándote la mano por la cara. Y cuando estás dispuesto a pasarlo por alto, el incompetente abre la boca, y entonces no puedes más y le rompes la cabeza con un palo de golf.
Ari Gold es cuando el camarero te tira el café por encima y además tienes que disculparte. Son todas aquellas situaciones en las que te pondrías hecho una furia pero intentas (intentas) tener paciencia. Cuando tienes prisa y la maldita telefonista te deja en línea de espera, llegar tarde y encontrarte en medio de un atasco interminable. Pero aguantas. Porque si pierdes el control, soltarás al Ari Gold que tienes dentro. Empuñando sus dos móviles al estilo John Woo, despidiendo subordinados, golpeando la mesa, tirando el portátil al suelo.
Ari Gold es cuando pierdes los estribos porque eres el único lirio en un ramo de cardos. Es intentar hacer viable un mundo lleno de ineptos. Pones los ojos en blanco, los brazos en alto y le pides a Diós que todo sea una broma pesada, pero no lo es. Y tienes que tragar con la situación sin rechistar. Ari Gold es tener tres títulos de Harvard para acabar persiguiendo a un maldito pizzero, chocar una vez tras otra con personas cuyo objetivo en la vida parece ser el fracaso. Cuando el mundo gira, pero tu giras más rápido que él.
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