Hace unos días la vicepresidenta de producción propia de Netflix Cindy Holland emitía un comunicado con respecto a la cancelación de ‘Sense8’:«Tras 23 episodios, 16 ciudades y 13 países, la historia del cluster de Sense8 llega a su fin». Así se sentenciaba a una de las series que más y mejor celebra la diversidad, la igualdad y la fraternidad entre personas.
Pero no, este texto no va por ahí. El debate sobre la responsabilidad moral y/o social de proveedores y productores de contenidos es igual o más relevante que la mera cuestión mercantil. Sin embargo, y aunque la esencia de ‘Sense8’ sea de una esperanza y gozo remarcables en el panorama actual, voy a centrar esta reflexión en el aspecto más comercial de esta decisión; en por qué esta decisión puede dañar no sólo la imagen sino el crecimiento de la plataforma.
Cuestión de beneficios
El dinero, los suscriptores y, en definitiva, los beneficios es la medida de éxito más tangible a la que se puede agarrar Netflix a la hora de valorar qué renueva y qué no. Es por eso que se entienden las recientes cancelaciones de alguna de sus producciones más caras como ‘The Get Down’, cuyo presupuesto era de 12 millones por episodio, aunque las malas lenguas dicen que a Baz Luhrmann se le fue la mano y se pasó de los 200 millones en total (16,6 por capítulo).
También podemos incluir las cancelaciones de títulos como ‘Bloodline’ (de la que han producido una tercera y última temporada de cierre), ‘Marco Polo’, ambas con un presupuesto de 9 millones por capítulo, el doble que éxitos de Netflix como ‘House of Cards’, ‘Orange is the New Black’ o seguramente ‘Stranger Things’, de la que no se conoce el presupuesto total pero cuyos creadores han sido muy abiertos contando que era ridículo y eso les empujó a ser más creativos.
A esos precios sólo quedaban ‘Sense8’, que había doblado su presupuesto en la segunda temporada a 9 millones por capítulo, y ‘The Crown’, la única que sigue en pie por el momento. Precisamente el éxito de ‘Stranger things’ es buen ejemplo para ilustrar las palabras que Reed Hastings hacía un día antes de la noticia de cancelación de ‘Sense8'.
Eso de tener demasiados éxitos puede sonar arrogante pero lo que expone Hastings confirma una visión lógica en una empresa que quiere ganar dinero: los riesgos pueden llegar a ser muy rentables, y por lo que cuesta un ‘Sense8’ pueden arriesgarse y ganar con muchos otros títulos. Ya sabemos que Netflix no revela datos de audiencia, pero las cancelaciones hablan por sí solas en cuanto a esta (y otras) cancelación(es).
Mucho se ha escrito sobre los algoritmos y el big data que influye en la toma de decisiones de la compañía pero el propio Hastings confesaba que el grueso lo compone la mezcla entre el crecimiento de suscriptores y el número de espectadores. «Se trata de cuánta gente lo ve y esos dos factores están muy unidos».
Así que está claro por qué ‘Sense8’ ha sido cancelada: No es rentable. Es una conclusión fácil que se sustenta en las palabras de Hastings además de todos los problemas de negociación de contratos que ya tuvieron previamente a la producción de la segunda temporada. Y si no es rentable, es comprensible la cancelación. Pero, ¿es coherente dejar a la serie sin final?
Un mensaje dañino innecesario
Como espectadores estamos acostumbrados a que las cadenas cancelen nuestras series favoritas, muchas de ellas sin un final cerrado de la historia. El calendario de producción y la naturaleza de parrilla programada dificultan (aunque con previsión sea evitable) que las cadenas se planteen producir un cierre, algo que además (viéndolo con las gafas del jefe financiero) sería una inversión considerablemente inútil si sólo es para contentar a un grupo de seguidores y, como mucho, limpiar un poco de imagen.
Sin embargo, es algo que se antoja muy distinto cuando pensamos en Netflix y su modelo: una plataforma de streaming que promueve el binge-watching y cuyo patrón de producción se basa en ofrecer al cliente al menos un título que le haga mantener un mes más su suscripción. Con esto en mente, ¿qué sentido tiene cancelar sin un cierre uno de sus Netflix Originals? Y éste es de verdad, no de esos originales que surgen de la compra de derechos de distribución internacional.
Esta decisión envía un mensaje muy poco atractivo para el suscriptor de su servicio, que puede temer empezar una serie con miedo a que no tenga final, echando por tierra los esfuerzos de su estrategia de marketing de convertir las novedades en el evento de la semana de su estreno. El asunto toma más relevancia cuando pensamos en la cantidad de ficción que hay ahora a disposición del espectador; un espectador que además se ha adaptado completamente a la televisión a la carta y tiene poder total sobre cómo administra lo que consume.
Lo más grave de todo es que es completamente innecesario. Como comentaba antes, una cadena de televisión al uso tiene un modelo en el que ya no es que no tenga sentido, sino que el plantear una emisión aislada para cerrar un producto cancelado es impensable. En Netflix es todo lo contrario.
Según ha diseñado su plataforma, Netflix tiene libertad total. Libertad para producir episodios de 17 minutos y de 63. Para plantear temporadas de tres capítulos o de diez. Para emitir un capítulo especial o hacer una película. Con un modelo así, ¿qué sentido tiene dañar tu imagen de esta forma? Y peor aún, ¿qué razón encuentran para justificar que ofrezcan en su catálogo una serie propia inacabada?
No tenemos apenas información sobre lo que se esconde detrás de esta decisión más allá de hacer elucubraciones con el asunto del presupuesto, pero si tuviese que basarme sólo en esto diría que Netflix será coherente y producirá un episodio especial para cerrar ‘Sense8’, aunque sea sólo por el pragmatismo de que lo invertido y conseguido hasta ahora no se invalide. Un S02E12 que permita a esta gran serie de las Wachowsky convertirse en ese lugar feliz que recomendar cuando alguien te pregunta qué puede ver en Netflix.
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