Tras la narración de una historia convincente y la presentación de unos personajes decentes ayer se despidió ‘Piratas’ de la programación de Telecinco con un final más que digno. Esto es lo que afirmaría si realmente el entorno de Telecinco influyera en las críticas que se realizan desde aquí. Pero no es el caso y hoy toca decir que ‘Piratas‘ se marchó dejando un mal sabor de boca a los pocos espectadores que todavía seguían la serie. Esta decepción se ha sumado a la que ya tenía el resto de la audiencia perdida por el camino de los ocho capítulos que ha durado su primera y única temporada.
El globo de ‘Piratas’ se ha ido desinchando desde la emisión de su capítulo piloto. A pesar de que la serie apuntaba maneras y ofrecía los elementos necesarios para hacernos pasar un buen rato delante del televisor, la fórmula resultante no ha cuajado. Los errores han superado a los aciertos (la fortaleza tenía más gancho que los piratas; Pilar Rubio prevalecía sobre Carmen Bocanegra…) y han permitido que en cada episodio estuviéramos más atentos de las carencias que de la historia que nos estaban contando, por lo que ‘Piratas’ se ha terminado convirtiendo en una ficción que ha rozado la parodia de sí misma.
Y, visto el episodio final y antes de pasar a desmenuzar lo que nos ha ofrecido ‘Piratas’, no puedo dejar de acordarme de las declaraciones que realizó Paolo Vasile hace algunas semanas, en las que definió la ficción como “una serie experimental” que no estaba planteada con continuidad. No se qué querrá decir no tener continuidad para Vasile, pero para mí significa cerrar todas las tramas de la serie que emites, todo lo contrario de lo que observamos con el capítulo final de ‘Piratas’. La historia quedó abierta, ninguna trama se cerró y la que se suponía más interesante se narró con un absurdo recurso en los créditos finales ante las bocas abiertas de todo aquel que siguiera delante de la televisión para entonces. Nunca antes me sentí tan tonto como espectador.
Así que seamos realistas, ‘Piratas’ se creó como una serie de temporada corta que pretendía conquistar a la audiencia y alcanzar el éxito de otras ficciones como ‘Águila Roja’ o ‘El barco’. Su continuidad estaba fijada, al menos para una segunda temporada, pero el descalabro en las audiencias ha producido que ‘Piratas’ pasara de serie a experimento en unas semanas y a que no se quisiera saber nada más de ella después del capítulo que ponía fin a su aventura. Y lo que se ha conseguido es dejar una historia sin final, aumentando los motivos que ya tenía el espectador para arrepentirse de haber seguido una serie como esa.
Unos piratas insípidos
El principal problema de ‘Piratas’ lo encontramos cuando comparamos las dos tramas que se han dado a lo largo de la serie. Para muchos la parte centrada en la fortaleza no tenía sentido en una historia que se suponía que iba a tratar sobre las aventuras de una serie de piratas. Pero esta trama cogió fuerza y llegó a superar en importancia a la principal. Y lo peor de todo es que contaba con mejores actores y tenía personajes más atractivos que los que nos encontrábamos en el bando pirata. Y ahí ha radicado uno de sus puntos más débiles. Los personajes más interesantes y las interpretaciones más valiosas se encontraban en el lado menos interesante de la historia, el que menos quería ver un seguidor de una serie titulada ‘Piratas’. Así, la ficción merecía la pena por personajes como Blanca (Silvia Abascal) o todos los integrantes de la familia Falcón, dos de ellos excelentes como malos malísimos, pero ninguno podía presumir de ser un pirata.
Quizá ahí se encontraba la parte experimental a la que hacía referencia Vasile, esa que dejaba a los personajes menos resueltos y con peor capacidad para conectar con la audiencia en el lado que en un principio más atraía. Los piratas han dejado mucho que desear. El capitán Bocanegra no despertaba el miedo que se esperaba de él y muy pocos integrantes de la tripulación merecían seguir a bordo después del tercer capítulo. Son estos tripulantes los únicos que hemos conocido en toda la historia, enclaustrados en su barco y su isla como si de un ‘Gran Hermano’ se tratase en el que cada vez iban muriendo más hombres y dejaban a los piratas aún más solos. Debemos suponer que no había más piratas en aquella época o que los creadores de la serie creyeron que tendríamos suficiente con los que nos mostraban en un principio.
Sobre el papel de los dos protagonistas no se puede decir nada que no se haya dicho ya. Álvaro Mondego resultaba simpático pero no ha conseguido despertar el entusiasmo de la audiencia. Su papel de mujeriego canalla se ha quedado a medio gas y en algunas ocasiones ha resultado ser un personaje molesto. Y con Pilar Rubio, perdón, quiero decir Carmen Bocanegra, hemos descubierto nuevos umbrales de hasta donde puede llegar una persona forzando una actuación. Sigo pensando que a ella, a Pilar, le hubiera ido muy bien en un papel secundario, en el que sus carencias no hubiesen sido tan evidentes.
Acción y comedia en minúsculas
Tras la emisión del primer capítulo de ‘Piratas’ pensé que las escenas de acción irían a más con cada nuevo episodio, pero esto no ha sido así. Se ha mantenido en una constante en la que las peleas resultaban inverosímiles y algunas huidas ridículas. La poca práctica con las espadas ha sido más que evidente y se ha intentado ocultar con planos cortos que lo único que han conseguido es marear al espectador y difuminar el encanto de esas escenas. Hay que tener en cuenta que ya estamos muy acostumbrados a ver escenas de acción pirata, por lo que se debería haber resuelto con algo más de práctica. Y cuando no se trataba de acción, ‘Piratas’ recurría a larguísimas escenas de comidas en la fortaleza o confesiones de secretos que daban la sensación de que se asistía a lo mismo una y otra vez.
Y si ‘Piratas’ carecía de buenas escenas de acción, a cada momento desbordaba comedia, aunque no tan buena como la que se podría esperar. A la serie la ha sobrado más de la mitad de los intentos por hacer reir. Es cierto que ha sido capaz de dibujar alguna que otra sonrisa y que también nos ha hecho pasar buenos ratos, pero tenía tal predisposición para la comedia que la mayoría de sus esfuerzos quedaban en situaciones forzadas y ridículas. Una escena que sirve de ejemplo es el juicio al que se enfrentó Mondego, como consecuencia de su faceta mujeriega, dándose una trama que rozaba el absurdo pero que no llegaba a provocar ninguna simpatía.
Si por algo merece ser recordaba ‘Piratas’ es por su gran ambientación. Una de las pocas cosas buenas que nos ha dejado la serie son sus excelentes localizaciones, que ha demostrado que se puede grabar una ficción compleja en escenarios naturales. La ambientación ha estado bien cuidada y eso se nota en el resultado final de la serie, otra muestra de que las expectativas que se tenían eran más altas de lo que ahora son capaces de admitir. La intención de ‘Piratas’ era buena, pero le ha faltado un guión más sólido y un reparto con más carisma para que al final se hubiese hecho con el preciado tesoro de seducir a la audiencia.
En ¡Vaya tele! | Tres fallos y tres aciertos de ‘Piratas’
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