‘Patria’ ha tenido desde su concepción la vitola de serie de importante, en parte por la gran acogida que tuvo en su momento la novela original de Fernando Aramburu, pero sobre todo por abordar de lleno los efectos de la actividad de ETA en el País Vasco. Es cierto que este mismo año también se estrenó ‘La línea invisible’, pero ahí todo giraba alrededor de lo que hizo que esa banda armada empezase a matar, por lo que su alcance era más limitado.
Por lo pronto, ‘La línea invisible’ no tenía que competir con los recuerdos de los espectadores y la incesante batalla por el relato sobre lo que sucedió, mientras que ‘Patria’ vive en todo momento bajo la sombra de poder ser la obra definitiva sobre el dolor provocado por ETA, por lo que cualquiera de sus decisiones se mira con lupa. De ahí que su infinidad de virtudes tengan tanto mérito y la conviertan en una de las mejores series de 2020.
Cuidado a partir de aquí que hay algún spoiler de la serie.
Con las ideas claras
Al igual que en muchas otras series, en ‘Patria’ prima más el guion que la puesta en escena, pero esto no quiere decir que esa segunda faceta, esencial en cualquier obra audiovisual esté desatendida. Ahí la serie es precisa, resaltando sobre todo las emociones de los familiares del Txato al enterarse de su muerte en el inicio de la serie y sacando partido al impresionante trabajo de ambientación de la vida en un pueblo vasco de la época. Podría haber tenido más arrojo o personalidad por esta vía, pero es que la serie no se resiente por ello.
Mucho más importante es la forma de estructurar la serie vinculando todo lo relacionado con el asesinato del Txato con la búsqueda de la verdad por parte de Bittori. El showrunner Aitor Gabilondo sabe valerse de eso para exprimir a fondo el impacto emocional de lo sucedido, pero no se limita a ello y presta también especial atención a personajes que en otros relatos de este tipo suelen quedarse en un segundo plano.
El impecable trabajo de sus protagonista ayuda a potenciar eso -sería imperdonable destacar solamente a uno de ellos y no voy a llenar un párrafo entero citándolos a todos y lo que cada uno de ellos aporta-, soltando bombas emocionales al espectador varias veces en cada episodio -algunas tan sencillas como la demoledora línea de diálogo de Bittori en el episodio final diciendo ante la tumba de Txato caliéntame la tumba como me calentabas la cama”- pero sin caer en el error de recrearse en ninguno de ellos en exceso. Además, se los trabaja todos siendo una evolución lógica de la historia planteada, de ahí que su eficacia sea mucho mayor.
Otro detalle peculiar de la serie es que pasa de la sutileza de una caricia a la contundencia de un disparo en la cabeza con una agilidad envidiable en todos los aspectos. Y con esto no me refiero de pasar de la escena de un crimen al dolor de una de las víctimas, ya que la serie lo aplica incluso a la descripción de los personajes, permitiéndose un dibujo rico y pormenorizado de algunos de ellos para luego recurrir a ciertos arquetipos necesarios para la historia en otros.
Extremos
En algunos casos es tan evidente lo cuidadas que están las motivaciones de los personajes que casi parece una redundancia, pero en otros hay que esperar a ver la serie completa para entender mejor lo que de entrada puede resultar brusco. En otros casos simplemente no hacen falta, porque si vamos dando más fondo a todos los personajes lo que acabamos consiguiendo es que nadie reconozca errores y todo se enroque porque los peros nunca van a tener fin.
La clave al final no es que ‘Patria’ sea una representación completamente fiel de la realidad porque eso es un imposible, sino que se pueda sentir como algo que podría haber sucedido perfectamente como lo vemos en pantalla. Ahí el equilibrio que consiguen los guiones resulta esencial para conocer esos dos lados de la sociedad vasca. Para ello se potencia el dolor en todas sus vertientes. Obviamente no se puede equiparar el dolor de unos al de otros, pero no por ello hay que negar el que se sienta como “inferior” y eso es algo que no sucede en la serie de HBO.
En cualquier caso, ‘Patria’ no es una serie perfecta y hay varios peros que ponerle, sobre todo en aspectos complementarios a sus protagonistas que le llevan a utilizar alguna solución de trazo grueso si las valoramos en lo individual, pero en lo colectivo dar más profundidad a esos elementos solo serviría para desviar la atención del relato central.
Más allá de eso queda el tema de la importancia, pero una serie no puede ser mejor o peor porque cuenta algo que lo sea. Eso no quita para que ‘Patria’ tenga que ser una serie que abra el camino a indagar sobre una realidad tan dolorosa. Ya habrá tiempo de matizar cosas de las que aquí se presentan o de intentar centrar el relato en un punto de vista u otro, pero aquí se ha intentando hacer justicia a ambas partes ofreciendo una visión certera y sin cortapisas de su posición, y creo que lo ha logrado con creces.
Pura emoción
‘Patria’ es pura emoción, y a veces hay que ser tan visceral como seria tu reacción cuando te enfrentas a una situación de vida o muerta y en otras ocasiones cuidadoso como si estuvieras tratando con un bebé recién nacido. La serie de HBO no ha rehuido un reto tan titánico como ese y el bagaje ha sido excelente. Con sus peros, claro, pero excelente igualmente.
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