“Oz es retroceso, Oz es escarmiento. ¿Quieres castigar a un hombre? Sepárale de su familia. Sepárale de sí mismo. Enciérralo con los de su calaña. Oz significa malos tiempos en tiempos difíciles”. Así nos presenta Augustus Hill la cárcel en la que se desarrolla esta serie.
El género carcelario ha mutado y evolucionado sobremanera desde que, allá por 1905, la extinta Vitagraph estrenase 'Escape from Sing Sing’. Desde entonces, el audiovisual ambientado en prisiones ha ido configurando un imaginario propio con sus lugares comunes, sus narrativas específicas, arquetipos recurrentes e incluso su propia mitología.
No en vano, se podrían considerar subgéneros de la ficción carcelaria el cine de motines –como 'Motín en el pabellón 11' o 'Celda 211'-, el de condenados a muerte – 'Quiero vivir' o 'La milla verde'-, o el de las evasiones – 'Fuga de Alcatraz' o 'La gran evasión'-. Y como arquetipos narrativos al líder de banda, al indefenso que sufre acoso, al violento irracional, al inteligente que mueve los hilos en la sombra, al veterano protector que ejerce de figura paternal...
Todo ese imaginario particular surge, siempre, de las limitaciones arquitectónicas que encierran sus historias: la prisión es el espacio físico que priva de libertad a sus integrantes pero estimula y alimenta narrativas que sólo existen entre sus paredes.
'Oz' es el apodo que tiene la prisión en la que están recluidos los protagonistas de esta serie. Gente que vive, en concreto, en el pabellón llamado sarcásticamente Ciudad Esmeralda igual que la urbe en la que se escondía el 'Mago de Oz'. Solo que aquí, tras el camino de baldosas amarillas, nos encontramos con una prisión de máxima seguridad que lleva a cabo técnicas experimentales de reinserción social.
‘Oz’ es una exploración de ese camino de baldosas que es la sociedad y, a su vez, un fascinante ejercicio sobre los límites del género penitenciario y su alcance. Emitida originalmente en 1997, el mismo año que la cadena acuñaría el eslogan "It’s not TV, It’s HBO", la serie acaba de llegar al catálogo de HBO España de forma íntegra. Y lo que sigue es una colección de razones para no perdérsela.
Porque 'Oz' fue una serie pionera
Antes de que 'Los Soprano' revolucionasen las expectativas del espectador con respecto la calidad de lo que ofrecía una cadena de pago como HBO, que por entonces no gozaba del prestigio que luce hoy, hubo muchos experimentos más o menos fallidos de elevar el la ventana televisiva a algo más que un espacio de entretenimiento enmarcado por anuncios. 'Oz' fue la primera producción propia y de larga duración de HBO, y se empezó a emitir dos años antes que 'Los Soprano', tres antes del nuevo milenio.
De la viabilidad de su formato dependía que la cadena apostase por series que fueran, ante todo, la visión de sus guionistas, secundada por directores válidos y con ganas de hacer algo distinto. De ahí la etiqueta de ‘series de autor’ que se consolidaría la serie de David Chase, y llegaría a otro nivel con 'The Wire' y David Simon. Ninguno de ellos hubiese llegado a hacer lo que hizo si antes no se hubiese fogueado ante el público Tom Fontana y su particular cárcel.
Con ‘Oz’, HBO puso a prueba los límites de lo políticamente correcto, de la paciencia del público, de su capacidad de asimilación de la experimentación formal y de su tolerancia a lo explícito. ‘Oz’, igual que la cárcel ficticia homónima, fue un campo de pruebas sin el cual no existiría la plataforma que conocemos.
Por Augustus Hill
Como multitud de relatos carcelarios, ‘Oz’ empieza con la entrada en prisión de un recluso nuevo. Le vemos dejar sus pertenencias, arrastrar las cadenas hasta su celda y vestir el mono, y asumimos que estamos ante el protagonista. Se llama Tobias Beecher –interpretado por Lee Tergesen- y es un abogado que entró en prisión tras atropellar a una niña mientras conducía borracho.
Sin embargo, este es el primero de muchos engaños con los que esta ficción juega: Beecher es uno de los personajes recurrentes de un universo de protagonismo coral. Pero de todos los reclusos hay uno que es prisionero y a la vez voz omnisciente. El encargado de guiarnos en este agujero.
Este es Augustus Hill –enormemente interpretado por Harold Perrineau-, un recluso en silla de ruedas que, de repente, interrumpe el desarrollo de la serie para reflexionar sobre lo que se te está mostrando, para reinterpretar los hechos y darle un significado y un calado filosófico. Una ruptura de la cuarta pared que convierte la experiencia de ‘Oz’ en una suerte de ensayo sociopolítico brillante.
Por su experimentación formal
-Mataste a tus padres y los comiste, ¿verdad?
-No, no. Solo me comí a mi madre. Estaba guardando a mi padre para Acción de Gracias.
-Qué gracioso.
Más allá de romper con la cuarta pared, ‘Oz’ va creciendo conforme se siente segura de lo que está narrando. Para entonces, la historia que presenciamos es solo una de las capas de interpretación de la misma: su voluntad rupturista se traduce también en una constante búsqueda de nuevos resortes puramente audiovisuales adaptados para la televisión.
Desde flashbacks de distinta gradación formal años antes de 'Caso Abierto', hasta la revalorización del montaje acelerado antes de 'CSI: Las Vegas', pasando por un constante goteo de dosis de información en planos detalle o la simulación alucinógena de la imagen para simular los efectos de muchas y muy variadas drogas.
Sin descubrir nada que no estuviera hecho, ‘Oz’ se atreve a jugar con elementos formales que se habían visto poco en la televisión de entonces. Todo, como decíamos, como parte de un experimento que resulta interesante por lo que se atreve a hacer, siendo su fondo siempre el mismo: el gris perpetuo de las paredes sucias y las estancias oscuras de una prisión inmutable. Un escenario sobre el que representar todo tipo de funciones.
Por su discurso incómodo en torno a la fe
-Dios viene a visitarme de vez en cuando. En realidad, viene más a menudo de lo que me gustaría. Pero es Dios, ¿Qué le voy a decir? ¿Qué estoy ocupado? ¿Qué estoy en la ducha?
-¿Estamos hablando de una zarza ardiente?
-No, viene como una luz estroboscópica. Demasiado tópico para mi gusto.
En una cárcel las creencias de los reclusos se contraponen constantemente. ‘Oz’ se nutre del conflicto para ofrecer una visión tan sarcástica como redentora de la fe, armando un discurso nada cómodo.
La religión es vista como última oportunidad de redención para presos cargados de culpas y remordimientos. Pero también como máquina al servicio del poder, lavado de cerebros para conseguir fieles, aumentar la influencia y –en última instancia- para armar ejércitos. Y eso, en una cárcel, ya se sabe. El catolicismo y el islamismo se dan la mano como dos caras de la misma moneda, utilizadas por cada personaje a conveniencia, pero siempre con una motivación.
'Oz' reflexiona sobre múltiples aspectos sociales como síntesis de la Norteamérica más deprimida. Nos habla de racismo, de homosexualidad, de enfermedad y asistencia social. Reflexiona agudamente sobre los prejuicios, pobreza, lucha de clases, corrupción moral y política... Pero, sobre todo, nos habla de poder. Y solo Dios es todopoderoso. ¿O no era así?
Por su alcance metafórico
En una de las escenas más poéticas de la serie, el personaje de Edie Falco –que luego alcanzaría la fama con su inmensa Carmela Soprano- cuenta que no soporta enfrentarse a la muerte. Su exmarido era cazador y un día ella fue de caza con él y sus amigos. Allí disparó a un ciervo y cuando se acercó al cadáver, el animal estaba agonizando. Ella le pidió perdón y vio como algo en los ojos del moribundo cérvido se apagaba. “Durante los dos años que estuvimos casados, cada vez que entraba en casa me topaba con los ojos muertos del puto ciervo, y les quitaba el polvo. Cuando nos divorciamos, lo único que le pedí fue la cabeza del ciervo. Y la enterré”.
Ciudad Esmeralda es un pabellón carcelario en el que se dan la mano la vida y la muerte de forma constante. Hay presos que tienen hijos, que se recuperan de heridas y superan traumas, hay enfermos de SIDA que se van apagando, hay suicidios y asesinatos… y condenados a muerte.
Más allá de las tramas y subtramas de peleas de bandas, de traiciones e intentos de fuga, de motines en la línea de 'Prison Break', 'Orange is the New Black' o 'Vis a Vis', 'Oz' funciona como una cruda metáfora del último escalón antes del final. De un lugar, llámalo Purgatorio, en el que la realidad nunca intercede, en el que multitud de almas en pena vagan buscando una escapatoria, o el final a su condena.
En esta cárcel, el responsable del pabellón de Ciudad Esmeralda se aplica en intentar métodos de rehabilitación y reinserción social novedosos y arriesgados para que cuando los presos salgan, si tienen que salir, no sean personas cargadas de odio contra el sistema.
El sistema pretende salvar a cada uno de los presos, mantenerles a salvo unos de otros, o redimirlos de sí mismos y de la sociedad que les dejó allí. Pero para salvarse hay que querer hacerlo. Y son que están hartos de la espera, buscan un final. Porque como bien nos recuerda Augustus Hill en repetidas ocasiones: “La muerte es cierta, la vida no”.
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