"I have to go back". No es Jack Shephard quien pronuncia estas palabras, sino Claire Randall en la escena que cierra la segunda temporada de 'Outlander', una entrega que, para quienes no han leído los libros de Diana Gabaldón, presentó algunas dificultades durante su primera mitad, ambientada en el París de la corte de Luis XV, y que intercambió la adaptación de Claire a la Escocia del siglo XVIII con intrigas palaciegas para detener la rebelión jacobita de los highlanders.
Para Starz, esta segunda temporada ha sido la confirmación de que 'Outlander' es uno de los grandes pilares de su programación, con un primer episodio que batió todos sus récords de audiencia y una intensa campaña promocional de cara a las nominaciones de los Emmy, centrada sobre todo en su impresionante diseño de vestuario y en su protagonista principal, Caitriona Balfe. ¿Pero qué ha dado de sí esta segunda temporada?
Los saltos temporales de 'Outlander'
Estos nuevos 13 episodios han estado marcados por un pequeño juego narrativo de la serie con las líneas temporales. El primer capítulo arrancaba con Claire de vuelta en 1948, intentando averiguar si sus estratagemas para cambiar la historia habían funcionado, y asumiendo que no volvería a ver a Jaime nunca más. Y el último episodio ofrece un cierre a esa historia saltando hasta 1968 y presentando a Brianna, la hija de Claire y Jaime, un personaje que los fans de los libros estaban deseando ver en acción.
Brianna es quien impulsa la trama de ese 'Dragonfly in amber' que termina la temporada. Quiere saber más sobre su padre Frank y sobre su madre, que para ella vive en otro mundo, y esa búsqueda de respuestas es la que lleva, al mismo tiempo, a Claire a hacer su propio viaje atrás en el tiempo. Se deja llevar por la nostalgia y la tristeza de haber perdido a Jaime y visita todos los lugares que le recuerdan a su pasado con él.
Las dos "investigaciones" paralelas, la de Claire y la de su hija, acaban ofreciendo no sólo el clímax emocional del episodio, con esa confrontación entre ambas para que Claire cuente la verdad sobre su desaparición en 1945, sino que permiten cerrar el círculo iniciado en el primer episodio de 'Outlander'. Sabemos de dónde vino Geillis Duncan y por qué pensaba que Claire era una "enviada" para ayudarla; sabemos también que hay diferentes maneras de viajar a través de las piedras de Craig na Duhn, y sabemos que Jaime Fraser sobrevivió a la batalla de Culloden, que es la otra pata sobre la que se asienta el último capítulo.
La narración intercalada de la investigación de Brianna en 1968 y del postrero intento de sus padres por detener la derrota total de los clanes escoceses ante el ejército británico, en 1746, resulta bastante efectiva porque vemos que Claire, veinte años después, no ha podido superar del todo aquellos eventos. El desmoronamiento de su fachada, tan compuesta y sobria, en el páramo de Culloden y cuando reconoce ante su hija quién es su verdadero padre son de los momentos álgidos del final de temporada, y nos permiten entender que Claire está dispuesta a casi cualquier cosa por ver a Jaime de nuevo, como en cualquier buena historia romántica que se precie.
La difícil estancia en París
La segunda mitad de la temporada de 'Outlander', con la rebelión en marcha y los Fraser de vuelta en Escocia, ha tenido mayor interés porque la sensación de inevitabilidad, de que Jaime y Claire no podían hacer nada por cambiar la historia, le ha dado también una mayor intensidad. Prueban diferentes ideas, diferentes planes para asegurar la victoria escocesa y del Bonnie Prince Charlie, pero ninguno de ellos fructifica, en parte, porque la rebelión nunca estuvo bien planificada ni liderada. Ellos no pueden controlarlo todo.
El regreso a Escocia deja varios buenos momentos, desde el reencuentro con Black Jack y su hermano Alex, moribundo, a esa batalla entre la niebla en Prestonpans. Ese capítulo, además, ofrece un vistazo muy interesante a las experiencias de Claire durante la Segunda Guerra Mundial y cómo la afectaron. Estar otra vez entre soldados, y entre soldados que conoce personalmente muy bien, desentierra recuerdos y sentimientos que nunca ha podido superar y ayuda a que la serie explore un poco más a su protagonista.
El camino hasta la batalla del páramo de Culloden tiene más tensión que la estancia en Francia que inicia la temporada, marcada por unos diseños de producción y vestuario espectaculares y una trama que avanza mucho más lentamente. Jaime tiene la oportunidad de mostrar otra faceta suya, una en la que es su cerebro lo que tiene mayor importancia, pero las rígidas costumbres de la alta sociedad francesa encorsetan un poco a 'Outlander'.
Lo que sí deja ese paréntesis en la corte de Luis XV es un capítulo brutal, 'Faith', que explora el dolor por perder a su hija de Claire de una manera que pocas veces se ha visto en televisión. No sólo eso, sino que tiene que encontrar la manera de sacar a Jaime de prisión por batirse en duelo (lo que provoca una visita al rey entre cómica y tensa, con ese pseudo-juicio al conde de St. Germain y a Master Raymond por practicar las artes oscuras) y tiene que afrontar también la noticia de que Fergus, el niño que tienen a su cargo en París, ha sido violado por Black Jack.
Entre esa trama y el ataque contra Claire y Mary Hawkins de unos episodios atrás, 'Outlander' se ha visto envuelta en una pequeña polémica por el uso de la violación, polémica que en los medios estadounidenses lleva ya algo más de un año discutiéndose con series como ésta o, sobre todo, 'Juego de tronos'. Ron Moore y el resto de responsables de la serie se esfuerzan por mostrar esos actos como algo terrible y por explorar sus consecuencias, pero no es fácil que la controversia se vaya a diluir.
Una temporada con altibajos
El reto que tenía la segunda temporada de 'Outlander' era mantener el interés una vez que la novedad de su premisa se había pasado. Los cambios de escenario y los saltos narrativos entre dos líneas temporales distintas ya han presentado algunas diferencias con la primera temporada, pero es cierto que no todas las tramas han funcionado igual de bien. La segunda parte de la temporada, con la rebelión en marcha, ha resultado más efectiva, con un impulso en la historia más interesante.
El interludio francés se ha visto a menudo en peligro de verse ahogado por el nivel de los decorados y los vestidos, y los escasos avances que hacía la trama entre las intrigas de Jaime en el burdel y la búsqueda de Claire de algo útil que hacer en una sociedad que no permitía que las mujeres de buena posición movieran un solo dedo. Louise y Mary han tenido menos impacto como personajes del que parecía en un principio, incluso con la resolución de la historia de la segunda ya en Escocia.
Esa primera mitad de la temporada ha tenido, de todos modos, algunos momentos destacables, más allá de 'Faith'. Murtagh se ha afianzado como un secundario muy sólido, y su dinámica con Claire ha seguido funcionando muy bien, especialmente en el momento en el que descubre que viene del futuro. Y Fergus ha terminado resultando más entrañable de lo que parecía. 'Outlander' se ha vuelto, por decirlo de algún modo, un poco más política en esta segunda temporada, y tenía que superar el momento en el que el enamoramiento a primera vista deja paso a algo más duradero. Lo ha terminado consiguiendo.
¿Qué nos deparará la tercera temporada? La introducción de Brianna, y el descubrimiento de que Claire puede regresar a buscar a Jaime, abren nuevas posibilidades para que 'Outlander' siga evolucionando, y para que su protagonista central ofrezca nuevos matices. La voluntad de la serie por alternar épocas, por no olvidar que hay un pequeño componente de ciencia ficción y hasta magia al fondo de su historia, la ha salvado de ser otra serie histórica más, lo mismo que seguir profundizando en sus personajes. Hasta el año que viene, sassenach.
En ¡Vaya Tele! | 'Outlander' tendrá tercera y cuarta temporada
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