A los analistas de artefactos culturales les encanta hablar de frescura, de aires renovados. Parece que muchos productos destacan, en ese sentido, por ser “un soplo de aire fresco”, concepto que nos lleva directamente a pensar en el objeto analizado como innovador. Pero… ¿Qué es la frescura? ¿Qué es lo fresco?
Por cercanía semántica, podríamos ir a un significado habitual, que es “moderadamente frío”. También podemos hablar de algo “reciente, acabado de hacer, de coger”, o también como “descansado, que no tiene fatiga”. Cuando hablamos, por ejemplo, de una serie alabando su frescura, ¿es porque está recién hecha? ¿Por ser algo fría? ¿Por estar descansada? Evidentemente, la acepción a la que nos referimos alude a la originalidad del producto, también en el diccionario de la RAE.
Tomándome ciertas licencias, y con el símil alimenticio en cuestión, creo que una forma bastante eficiente para hablar de una serie de televisión que nos parece original podría compararse a una lechuga recién cogida, así como una fruta apenas madura. Porque los envasados, por lo general, tienen un sabor más artificial que lo que se acerca a lo natural. Lo jugoso de un alimento fresco es lo mismo que tiene un producto audiovisual para el que se usa el mismo adjetivo.
Quizá se nos llena demasiado la boca con la frescura, que usamos constantemente. Porque la primera temporada de ‘Stranger Things’ nos parece fresca, pero también nos lo parece ‘Spiderman: Homecoming’, ‘Captain Fantastic’, ‘Lovesick’, ‘Coco’ o ‘The good place’.
A priori, las anteriormente nombradas entran en la categoría de lo fresco sin demasiada discusión. ¿Por qué? Son productos, siguiendo con el sentido anterior, digeribles, entretenidos y que no exigen mucho al espectador. No quiere decir que no sean sofisticadas en su hechura, pero en su aspecto externo parecen simples y fácilmente entendibles, lo que tampoco significa que carezcan de una profundidad que aparentemente no tienen.
Mucho se ha hablado desde su primera temporada de ‘Mozart in the jungle’, que podríamos tener como paradigma de lo fresco. Desde que esta original de Amazon Prime Video ganara el Globo de Oro a mejor serie de comedia no ha dejado de estar en boca de críticos, analistas y público. Su éxito, continuado, se ha mantenido hasta el presente, con el estreno de la cuarta temporada, que será la última según el anuncio de Prime Video.
Las primeras entregas de la serie se caracterizaban por su originalidad, su aparente poca profundidad, en definitiva, su frescura. Los vaivenes del maestro Rodrigo, interpretado por un soberbio y polifacético Gael García Bernal, así como la andadura in crescendo de Hailey -Lola Kirke-, la frustración de Thomas Pembridge -Malcolm McDowell-, el estrés de Gloria - Bernadette Peters- o la dedicación de Cynthia -Saffron Burrows- pueblan sus tramas, centradas en la búsqueda de complicidad con el espectador y un más sutil desarrollo de sus personajes.
La tercera temporada, sin embargo, perdió esa capacidad refrescante de la que había gozado en entregas anteriores. La fórmula que tanto éxito había conseguido empezaba a desgastarse. Incluso sus tramas, telenovelescas como pocas, tenían dejes del síndrome de rizo rizado, lo que provocó que la serie palideciera considerablemente respecto a sus inicios.
Quizá es injusto hablar de una mala temporada, más teniendo en cuenta los riesgos que ésta tomaba, como el inicio en Italia, pero estaba claro que la frescura de la que había gozado había desaparecido, a excepción de algunos momentos finales que preparaban las tramas de la continuación.
Recuperando el tono
Y, en un gran giro de los acontecimientos, la trama de la cuarta temporada de ‘Mozart in the jungle’ parte de esta zona de confort, para cargarse todos los cimientos de la serie. El desarrollo de sus protagonistas, muy trabajado desde sus inicios, ha permitido gran parte de este borrón y cuenta nueva que ha hecho posible recuperar el terreno perdido y volver a una propuesta original y amena.
La frescura de esta nueva entrega reside, entre otras cosas, en la falta de frescura de su protagonista, argumentalmente hablando. Rodrigo como genio creativo, como duende artístico todopoderoso, se volvía cada vez más maniqueo y plano. Su estancamiento y posterior descenso a la normalidad se ha convertido en el único camino que permite que el personaje evolucione.
Más si cabe en contraste al imparable ascenso de Hailey, cuyo desarrollo es paralelo a la involución del director. Este crecimiento-decrecimiento, como una suerte de ying-yang, es la mayor virtud de esta temporada, que se deja ver entre otros en los excelentes capítulos If I was an elf, I would tell you e Ichi Go Ichi E.
No es ésta la única pareja de personajes que nos interesa. El consabido romance entre Gloria y Thomas permite a los guionistas el coqueteo con la excentricidad de ambos, formando una neurótica, divertida y efusiva dupla. Una de las grandes virtudes de la serie es esa fina línea que no para de bordear ‘Mozart in the jungle’ y que explota en sus personajes, siempre tratando la situación dramática desde la comicidad y el esperpento, donde brilla la pareja que forman la gestora, magnífico símbolo de la parafernalia cultural y el bienquedismo institucional, y el director de orquesta, repleto de los clichés del genio excéntrico que tan bien saben explotar.
Como toda comedia que destaca por su sencillez, quizá se echa de menos algo de dramático en sus giros. La serie se empeña en construir tramas con personajes tan histriónicos que, incluso con situaciones negativas, pierden su efecto dramático en pos del tono irónico.
Demasiada ligereza
También se echa de menos que se profundice en tramas secundarias que podrían tener mucho interés, como el coqueteo de Egon y Rodrigo, que apuntaba a posible romance, pero se queda en nada. Por poner otra pega, estaría bien que los actores que no sepan tocar interpreten con algo más de veracidad en las escenas donde tocan sus instrumentos.
A pesar de ello, la serie se ha convertido con derecho propio en una de las propuestas más interesantes en comedia televisiva de los últimos años. Además de su fantástico reparto, ‘Mozart in the jungle’ brillaba también en la representación de compositores como medios de expresión de conflictos internos de Rodrigo.
En esta temporada, tal como anunciaba el final de la tercera, a Rodrigo se le une Hailey en el desdoble, con compositoras que han sido olvidadas por el canon y que asesoran a la joven directora, poniendo el punto ácido y reivindicativo de las mujeres olvidadas por la historia de la música.
El viaje a Japón, otro desplazamiento a localizaciones internacionales -México en la segunda temporada e Italia en la tercera- que tan bien funciona en la serie, se convierte en una experiencia místico-esotérica que sienta genial al desarrollo de arcos de personaje.
Tanto el viaje como la estancia en el país nipón supone para los protagonistas la aceptación del individuo y de sus deseos para el futuro, con todo lo que conlleva. Tokio es, además, el espacio del enfrentamiento de Rodrigo y los músicos, atraídos por lo clásico, con los avances más punteros del robot WAM, poniendo sobre la mesa el debate entre la creación y la tecnología.
La inesperada y equivocada cancelación de 'Mozart in the Jungle'
La decisión de cancelación de Prime Video es, por tanto, algo sorprendente, teniendo en cuenta que la serie es de las más destacadas de su catálogo, con dos Globos de Oro en su palmarés y un grato tratamiento de la crítica que ha venido a menos conforme ha pasado el tiempo.
La estrategia de Jennifer Salke, nueva presidenta de Prime Video, parece destinada a la cancelación de series de nicho y a la despedida definitiva del modelo de presentación de pilotos de la plataforma, de cara a competir con Netflix o HBO por una porción mayor del panorama de video on demand.
A priori, parece injustificable que la serie no continúe. La lógica de la plataforma, empeñada en la búsqueda de su gallina de los huevos de oro -hay muchas esperanzas puestas en la serie sobre ‘El señor de los anillos’-, pasa por un cambio de paradigma en su modelo de producción que mira cada vez menos por sus suscriptores.
No darle un merecido final a ‘Mozart in the jungle’ no sólo provoca la frustración de los fans de la serie, sino que también indica las intenciones de la nueva directiva de Amazon Prime Video: desechar los productos que no tengan suficientes espectadores. Craso error, al menos para el que escribe, el de una plataforma que se había caracterizado por el mimo a sus clientes y que ahora los ignora de forma sistemática.
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