Cuesta creer que llevemos cinco temporadas de ‘Modern Family’; no tanto por lo rápido que pasa el tiempo como por la capacidad que siguen teniendo los Dunphy de mantenerse entre las mejores comedias de la actualidad sin apenas sufrir pérdida de calidad; un lustro después de su estreno en otoño de 2009 sigue siendo capaz de regalarnos alguno de los capítulos más brillantes de la temporada. Sus creadores Lloyd y Levitan pueden además seguir presumiendo de saber detectar cuándo un personaje empieza a agotarse y su protagonismo precisa de ser sustituido por otra dinámica distinta.
La promoción inicial del pasado otoño giró en torno a un gran SÍ cuya pregunta no resultaba difícil de adivinar. Con el matrimonio homosexual aprobado en California, la temporada se estrenaba tirando de una peripecia recurrente en las sitcom: el intento de proposición perfecta. Siendo un esquema típico del género, es ideal como ejemplo para mostrar cómo ‘Modern Family’ lleva estos patrones a su terreno inyectándoles mucha ternura y verdad, como es el caso de esos sonrientes y arrodillados Cam y Mitch al lado de una rueda pinchada. Este ha sido el gran motor de una temporada en la que una vez más los personajes han sufrido pocos cambios.
Los diálogos marcan la diferencia
A estas alturas de la historia ya sabemos que Claire y Phil se quieren y siempre acabarán arreglando las cosas, que Jay no es tan terrible como lo pintan, que Manny va a llegar virgen a los 40 y que Haley es tonta sólo para algunas cosas. La dinámica familiar poco ha evolucionado desde que empezó la serie y los personajes –como en toda sitcom, por cierto- apenas sufren grandes evoluciones. Esto sumado al hecho de que la premisa cómica de cada episodio lleve a desarrollos siempre similares entre sí es lo que probablemente provoca la crítica negativa de algunos que piden cambios y sorpresas.
Muchas comedias acaban estancándose en este sentido y dependiendo casi totalmente del cariño del espectador hacia los personajes y la familiaridad que se genera; lo divertido es anticipar cómo Claire - magnífica Julie Bowen en todas y cada una de las secuencias de la serie, es toda una reina de la comedia- acabará reaccionando ante la última locura de Phil, no que de repente le dé por ser infiel en un girazo de culebrón. Lo cierto es que hay personajes muy estancados cuya presencia rebaja en ocasiones el nivel de algunos guiones por pura reiteración.
La superioridad intelectual de Alex es cansina (y con todo, consiguen sacarle jugo con esa visita al museo), la química de Luke con Phil está agotada y pronto tendrá que entrar en tramas más evidentemente adolescentes y Manny hace mucho que dejó de tener gracia (por mucho que lo intenten con cosas como ese terrible gag de la boda) aunque, como apuntaba antes, los guionistas identifican rápido estos bajones (el de Gloria ha sido uno de los más notables de la temporada). El caso es que hasta con estos hándicaps, la serie muestra su brillantez con episodios como el de Las Vegas, que hace gala de un virtuosismo de la escaleta tronchante. También en entregas más estándar como el de las tres cenas (13) o Message Recieved (22), cuyos diálogos son de una agudeza refrescante. Y si no, un par de impertinencias de Lily y la mitad del trabajo está hecho.
La temporada de Haley y Mitch
Aunque los personajes se mantengan dentro de unos parámetros inamovibles, cada temporada hay cierto margen para la evolución de alguno de ellos. Haley es uno de los pocos cuya química con la mayoría del elenco sigue intacta y este año su proceso de madurez y descubrimiento ha sido una de las constantes de los capítulos; una trama divertida por la comedia que emana de esa simpleza espontánea del personaje que Sarah Hyland consigue de forma tan natural. Detalle a detalle hemos ido descubriendo a la verdadera Haley a la vez que ella se iba descifrando a sí misma.
El otro poso emocional ha ido de la mano de la trama principal de la temporada: la boda de Mitch y Cam. Al margen de las aventuras y discusiones por la preparación, el núcleo del conflicto estaba en Jay, que se ha convertido en el reflejo (más amable) de los conflictos con el matrimonio gay. Todos sabíamos que acabaría por ceder (y salvar de paso ese desastre de boda) pero lo bonito es siempre descubrir cómo, y padre e hijo han tenido pequeños momentos muy emotivos y significativos en el último tramo de la temporada que quedan para el recuerdo, desde los detalles y breves diálogos hasta las declaraciones más evidentes.
En cuanto al final de temporada, el equilibrio comedia-emotividad de las dos partes (mucho más humor en la primera y todo lo tierno en la segunda) ha puesto en evidencia que probablemente estaba pensado para emitirse como episodio doble; algunos running gags y subtramas del episodio quedan como a medias o dejando una sensación de querer introducir demasiadas cosas un 20 minutos (cuando realmente en 40 se habrían percibido de otra forma).
Al margen de este detalle, ha sido un clímax estupendo para una temporada con un tramo inicial fantástico (Farm Strong y The Late Show son divertidísimos), algún episodio más normalito en el tramo medio (y en modo normalito es superior a la mayoría de comedias) y una recta final de episodios brillantes. Y lo mejor es que sigue clavando esa mezcla entre el humor más sarcástico, atrevido o loco pero sin perder la verdad y ese espíritu familiar para todos los públicos. Larga vida ‘Modern Family.
En ¡Vaya Tele! | La nueva reina de la impertinencia está en ‘Modern Family'... y su nombre es Lily
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