La doctora Erica Hahn, interpretada por la actriz Brooke Smith, ha traído un soplo de aire fresco al viciado mundo de Anatomía de Grey. Las dinámicas internas que habían avivado las tramas durante las tres primera temporadas habían llegado a un punto muerto y la llegada de Erica Hahn ha supuesto una interesante revolución.
El personaje de la doctora Hahn es una mujer dura, inflexible, que parece predestinada a enriquecer y matizar los personajes de los doctores y, por otro lado, a desestabilizar la vida de los médicos más jóvenes, sobre todo la de Yang, que tenía una parcelita muy cómoda por la que le va a tocar pelear. Ya era hora de que se terminase esa absurda lucha de sexos, empezaba a aburrir, y con Hahn las cosas ya son muy diferentes.
Soy una fan irracional del culebrón de Grey pero ya empezaba a notar cierta flaqueza en mi incondicionalidad básicamente porque en el inicio de esta cuarta temporada todas las tramas habían vuelto al principio. Tras la segunda temporada, la más viva, en la tercera se produjo un efecto boomerang que había devuelto las historias al punto de partida. Sólo la doctora Hahn me ha hecho recuperar esperanzas en el futuro de la serie, a pesar de que ande coja de episodios por la huelga.
Además de ser un personaje rompedor con el contexto, fuerte, desafiante, con carácter, la actriz también hace un papelón. En 1991 interpretó a la hija secuestrada de la senadora en El silencio de los corderos y ya entonces apuntaba maneras. Ahora su actitud es la única que sostiene una serie que se cae a pedazos víctima de su éxito.
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