Lo justo para dejarnos boquiabiertos, encogernos o enternecernos -también lo justo- según la escena. La primera temporada al completo de 'Madres forzosas' ('Fuller House') se estrenó el pasado viernes en Netflix rodeada de gran expectación. Cuanto menos, nos picaba la curiosidad por volver a ver a los Tanneritos al completo. Y si sólo hubiera sido eso... Si se hubiera quedado en un "Especial reunión" 29 años después, hasta nos habría convencido.
No escatimaron en recursos para apelar a nuestra nostalgia, que era lo que nos impulsaba a verla, aún sabiendo ya por el trailer que no nos esperaba gran cosa. De hecho, las risas enlatadas ya deberían ser la primera criba. Pero la curiosidad mató al gato y he acabado viendo cuatro episodios. En mi caso la curiosidad ha querido, por momentos, que quiera arrancarme los ojos como Phoebe en aquel episodio.
Así fue el piloto
Entre guiños, homenajes y gags predecibles. Así se pasan los 35 minutos del piloto de este revival/spin-off mientras el espectador, más que verlo, lo sufre. Porque los escasos alicientes como volver a ver al reparto y cómo han crecido (o envejecido) se vieron arruinados con momentos que nunca hubiéramos querido presenciar. Llamadme clásica o si queréis incluso llamadme conservadora. Pero el escote de Stephanie (Jodie Sweetin) era innecesario y ensombrecía el tierno recuerdo que teníamos de ella.
No hacía falta esta erotización del personaje para que seamos conscientes de lo mucho que ha madurado. Aunque siga diciendo aquello de "¡Qué grosero!" (ahora con "ese"). Que sea DJ y pinche en Ibiza ya nos sirve para hacernos una idea. Otras, como Kimmy (Andrea Barber) apenas han evolucionado. Si no fuera porque le han dado una hija, pensaríamos que sigue estando en 9º. Quizás si arrastrara un pasado real con el LSD -como bromea- su personaje sería igual de absurdo, pero estaría justificado. Comparado con el resto, DJ (Candance Cameron) es la más correcta. Pero ha de serlo, tratándose de una madre responsable de tres criaturas y recién enviudada.
Los hay que parece que han firmado un pacto con el diablo, como el mismo Tio Jesse (John Stamos) reconoce: "¡Qué bien nos conservamos! Especialmente yo...". Físicamente, sí. Si se refiere al humor de la serie, difiero. Tal vez Stamos (productor y embaucador) pensó que también podía conservar en formol las mismas gracias de 1989. Pero se ve que nadie le ha dicho que las comedias y las familias (y nuestro gusto) han cambiado mucho desde entonces. Que un señor de 55 años siga diciendo "Corta el rollo" y lleve pijamas del Coyote no es la mejor forma de convencer a los nuevos espectadores.
Los guiños fueron sin duda lo mejor del episodio (y lo único que consiguió que esbozara media sonrisa en más de media hora); desde el recadito a las Olsen ("Le gustaría venir pero está en NY dirigiendo su imperio de la moda", zasca!) hasta las continuas autoreferencias: los abrazos, la recreación de la escena cantando Meet The Flinstones o la aparición de Comet Jr Jr y Steve (Scott Weinger), el ex-novio de DJ en el instituto. Una trama que, por cierto, podían haber alargado más. Pero él ya ha dejado claro que va a pasarse la serie echándole los trastos.
Tengo malas noticias: no mejora
No sólo no mejora. Es que va a peor. Una vez que ya hemos satisfecho nuestra curiosidad y nos hemos enterado de que Danny Tanner rehizo por fin su vida o comprobado que los gemelos Katsopolis han dejado de parecerse al crecer, no hay nada que te enganche a seguir. Ni siquiera el nuevo Michelle, Max, que al principio parecía adorable pero sólo necesita un capítulo más y un par de frases de abuelo para resultar cargante. Por muchos cachorritos que añadan (ahora con Cosmos, el nuevo Comet Jr Jr Jr).
Mientras Stephanie sigue demostrando lo mayor que es y tú intentas olvidar aquel escote, en el capítulo cuatro te pillan ya desprevenido pensando que la parte más dura ha pasado, cuando se cuece en la cocina que tanta inocencia vio esta broma sexual. Ocurre durante una conversación entre nuestra querida Steph y Jackson, el hijo pre-adolescente de DJ (la de verdad, no la pinchadiscos):
Interior. Cocina. Jackson baja las escaleras llevando la maqueta de un volcán para la clase de Ciencias.
Jackson: "Estoy agotado, llevo toda la noche intentando erupcionar mi volcán". Stephanie: "Wow, colega... demasiada información".
Por lo demás, las clásicas tramas de enfados entre hermanos que se resuelven con abrazos. La única novedad es que ahora tienen móviles. Porque ni siquiera sus problemas son originales. En cuanto a ellas, llevan la típica vida de mujeres solteras/viudas/divorciadas que viven en un casoplón: unas copas en la disco y bailes sincronizados (aprovechando que DJ participó en 'Dancing with the stars'), cuelgues con extraños en cafeterías haciéndote pasar por madre mientras cuidas a tu sobrino (Hum. Diría que ya lo usaron en 'Friends') o los típicos encontronazos con ese ex que aún te hace sufrir.
Para los special guest (los adultos) de momento siguen encontrando excusas que les permiten aparecer de vez en cuando. Aunque no muy elaboradas, como el resto de la serie. En cuanto a los nuevos personajes, a destacar precisamente el ex-marido de Kimmy, que no puede ser más caricaturesco y paródico. Se llama Fernando y por algún motivo en USA pensaron que debía tener cuatro apellidos si era latino. Tampoco me sorprende el error dado que han buscado un actor con acento venezolano para un personaje que es -supuestamente- argentino.
Ay, pero si todo fuera este pequeño error... Si todo fuera esto. Al final las Olsen han sido las más listas no participando.
En ¡Vaya Tele! | El tráiler de 'Madres Forzosas'
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