‘Mad Men’ ha cerrado un nuevo ciclo. Un año tuvimos que esperar para volver a ver las andanzas de Don Draper y compañía y, durante ese tiempo, las expectativas se habían colocado por todo lo alto. Había, desde luego, muchas ganas de ver a Draper casado de nuevo, después de ese “flechazo” festivo que había vivido con una inesperada Megan.
La quinta temporada ha terminado. Muchos, a lo largo de la sucesión de la misma, gracias a varios capítulos memorables, han calificado a ésta como la mejor temporada de la serie. Otros, después de la finale, se han desilusionado un tanto, pues tras dos capítulos de gran trascendencia temática y momentos de ésos que se quedan en la retina para el resto de los tiempos, esperaban un cliffhanger que nos dejara soñando hasta el año que viene. He de decir que no estoy entre estos últimos, pues aunque entiendo lo que quieren decir, para mí la temporada ha tenido un cierre y un giro que muchos llevaban esperando ya tiempo.
¿Qué pasó con esa felicidad?
Me refiero a toda la historia centrada en el nuevo Don Draper y su faceta de hombre felizmente casado. El final de la cuarta temporada nos dejó patidifusos con esa decisión de Draper de casarse con esta chica dulce, amiga de sus hijos y que cantaba en francés. Demasiado perfecto para durar mucho tiempo, se frotaban muchos las manos.
Y en el primer (y doble) capítulo todos ésos se llevaron un chasco. Los guionistas jugaron con nuestras expectativas y sí vimos a un matrimonio feliz, sí vimos a un Don renovado, más relajado que nunca. Vimos una actuación musical que definió muy bien las posturas: queridos amigos de Sterling Cooper Draper Pryce, esta estrellita chispeante es la mujer de Don, y la persona que le hace feliz. Pero la felicidad no existe, ya lo sabemos, así que pronto fuimos testigos de cómo el castillo dorado también tiene fisuras.
En otro tipo de serie, tal vez Don se hubiese cansado de Megan porque ella es frívola, o no muy lista, o insensible a sus problemas. En ‘Mad Men‘ nos muestran los conflictos más naturales para el ser humano, los que más acostumbrados estamos a ver, y no por ello dejan de sorprendernos. Megan es una mujer con sus propias aspiraciones, que no son precisamente las de Don. La búsqueda de esa independencia, el miedo a ser vista como una egoísta cuando su matrimonio le ofrece lo que tantas chicas desean, la incapacidad de Don por respetar sus decisiones… han conseguido que tengamos una última secuencia en esta temporada en la que Don promete volver a las andadas, con ese “mi amiga se pregunta, ¿estás solo?”.
Las tramas de lo no-secundarios
Realmente, en esta serie no hay secundarios, ya no puede haberlos. Después de haberlos visto nacer como si tal cosa, de empezar a tener sus frases, sus secuencias, sus conflictos, tímidamente al principio, durante capítulos y capítulos de una serie en la que tantas veces parece que no avanza nada… De repente, nos encontramos compartiendo un universo totalmente complejo con ellos, a los que hemos llegado a conocer sin saber muy bien porqué y de los que ahora podemos entender sus reacciones.
Ahí tenemos al infortunado Campbell, el hombre cansado de darse cabezazos con la vida de éxito por la que siempre apostó. Un personaje que muchas veces nos ha caído mal, al que han vapuleado, que ha demostrado ser frío y cruel, de repente, vuelve los ojos hacia el romanticismo. Quiere vivir una historia de amor que rellene los huecos de amargura que tiene su vida. Parece que ahora su máxima aspiración sea coger de la mano a su chica y besarse largamente bajo un sol de verano. “Vámonos a Los Ángeles” le dice a una Rory Gilmore que ya no lo es más.
Por no hablar de las mujeres, invisibles para el mercado de la época, imprescindibles para el desarrollo de esta ficción. Las historias de Peggy y Joan han sido, como siempre, algunas de mis favoritas. Peggy ha crecido como publicista y supongo que ya sabéis que eso no tiene sólo un lado bueno. Con más responsabilidades que nunca, las herramientas para mantenerse a flote en la empresa son una de las artes que aprendió a desarrollar. Algunos la ven como el nuevo Don, su mentor, y con el que comparte el deseo de ser la mejor y un vacío existencial que sólo sabe llenar con más y más trabajo. Peggy ha dejado la agencia y vuela por libre, pero espero que podamos disfrutar de sus peripecias en la sexta temporada.
Y Joan. La secretaria más eficiente, brillante y rápida. Una mujer que había triunfado en lo profesional pero que quería un marido y unos hijos. Una mujer que consiguió tener un familia para darse cuenta de que ese sueño era una pesadilla. Una mujer que volvió a su trabajo, con más ganas que nunca, con la certeza de que tendría que luchar sola por su hijo y una mujer que ha conseguido ser socia de la agencia, con un coste personal muy alto, en uno de los momentos más angustiosos de la serie y que levantó muchas polémicas por parte de los seguidores de ‘Mad Men’.
Podríamos detenernos a hablar de cada uno de los personajes, de todos podríamos sacar una reflexión, una conclusión de lo que nos explican sus vidas. Pero voy a detenerme en Lane, que ha protagonizado uno de los momentos más duros de esta temporada. El decente y bienintencionado inglés que roba a su empresa porque no quiere tragarse su orgullo, o porque no quiere decepcionar a nadie, o porque cree que es un pecado menor que va a poder solucionar rápidamente. Magnífica la secuencia en la que Don, el mentiroso, el infiel, el que tiene un nombre falso… pero que nunca ha cruzado ciertos límites, le pide su dimisión. Y magnífico otro de esos momentos de humor negro de ‘Mad Men’: Jaguar es un coche tan malo que ni para suicidarse sirve.
Las perlas de la temporada
Una serie como ‘Mad Men’ está plagada de momentos especiales para sus espectadores, por lo que es difícil elegir unos y dejar otros en el tintero. Esta pequeña lista que voy a redactar ahora es totalmente personal y entiendo que muchos no puedan estar de acuerdo con ella, faltan muchos: el zou bisou bisou, Roger cogiendo en brazos al hijo de Joan, el tumor de Betty, las relaciones entre Sally y su abuelastra, los fantasmas de Don… pero, bueno, aquí van, para mí, algunos de los momentos más significativos de la quinta temporada de ‘Mad Men’, los que consiguen recoger la esencia de lo que los autores tratan de contarnos:
El affaire de Roger y Marie: En el capítulo siete se vivió este momento insospechado y a la vez, lógico. Un Roger que puede ser tan divertido cuando no es protagonista de los hechos, una madre de Megan tan atractiva como frustrada… una habitación escondida y el elemento madmeniano: los ojos de una niña que acude a una fiesta con su padre y se encuentra con estos fuegos artificiales.
El sorbete de mandarina: La insatisfacción amorosa, las expectativas de una escapada de ensueño… plasmadas en un helado de mandarina que Don obliga a Megan a probar. Que Megan plantee a Don que quiere tener una vida en la que tome sus propias decisiones junto a la “escapada” de la chica, nos dejó ver a un Don más perdido que nunca.
Peggy en el cine: en un momento en el que Peggy se encuentra frustrada por su trabajo, protagonizó un encuentro sexual en una sala de cine junto a un desconocido. ¿Le atrajo la sensación de sentirse poderosa?, ¿se dejó llevar por un impulso?
La falsificación del cheque: como espectador, hay secuencias que desde su mismo nacimiento sabes que se plantean como la semilla de algo muy tremendo que está por venir. Eso pasó cuando vimos a Lane falsificando la firma de Don, pero ¿alguien podía sospechar la última consecuencia de todo ello?
La bata de Joan: La agencia tiene en su mano ganar un suculento cliente y los encantos de Joan pueden decantar la balanza. En una temporada en la que estos dos personajes han estado más unidos, Don visita a Joan para pedirle que no haga aquello con lo que ha sido tentada y Joan sale a recibirle con un batín de estar por casa. Gracias a un montaje de secuencias más cinematográfico que nunca, descubrimos que Joan sí ha asistido a la cita, y que su batín oculta el traje de noche, la prueba delatora .
El filete de Henry: en una temporada en la que Betty ha estado bastante desaparecida (y los fans del personaje la hemos echado de menos), los momentos en la que la hemos visto “disfrutar” de su nueva vida familiar han sido recibidos como agua de mayo. Betty ya tiene a un hombre que la quiere como ella pretendía, un hombre capaz de freírse un filete a escondidas para que ella no sufra viéndole comer. Aún así, no está satisfecha. Betty no lo está nunca.
Glen conduce el coche de Don: Glen es un personaje que aparece desde el principio de la serie, que no se prodiga demasiado pero cuya presencia augura una trama, cuando menos, entretenida. Muy sugerente resultó la secuencia en la que Don le deja su coche para que lo conduzca. Don, el padre de Sally y ex marido de Betty, mujeres tan importantes en la vida de este chico.
El nuevo Kinsey: algo que se puede permitir una ficción como ésta es lanzar personajes, “abandonarlos” y volverlos a recuperar para que veamos que la vida sigue para todos y algunas decisiones pesan. La aparición de Kinsey tuvo algo de nostálgico y algo de patético. Un personaje cargado de ideales y proyectos, reconvertido en un hombre de secta que escribe un capítulo (muy malo) de ‘Star Trek’.
‘Mad Men’ se ha ido y a muchos nos ha dejado con ansias de más. Volverá a pasar un año entero para reencontrarnos con los personajes que tratan de conducir sus vidas en los frenéticos años 60, que necesitan mostrarse fuertes para no ser devorados y que sólo se atreven a llorar en la soledad de sus copas y nunca en el hombro de aquellos que les son más cercanos.
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