Te diría que te fueras al infierno, pero no quiero volver a encontrarme contigo.
Decíamos el año pasado, cuando la quinta temporada de 'Mad Men' apenas daba los primeros pasos, que nos encontrábamos ante un nuevo Don Draper. Su matrimonio con Megan y la vida feliz de ambos le sacaba de esa vida de lujuria, alcohol y egolatría en la que estaba acomododado, pero se trataba únicamente del ojo del huracán, del paso atrás para coger impulso y convertirse en el hombre más mujeriego, egoísta y desagradable con el que nos podamos encontrar.
Ciertamente, Don Draper ya no es el hombre apuesto y seductor que descubrimos en la primera temporada, donde sus escarceos amorosos resultaban incluso atractivos. En la sexta temporada ha recuperado el machismo y el adulterio y lo ha elevado a la enésima potencia, dejando un ardor de estómago profundo a todos los que somos testigos de su actitud, tanto dentro como fuera de la pantalla. Sólo al final de la temporada, y gracias a la intervención de los suyos, se ve un posible atisbo de cambio. Que no redención, ojo.
El obsesionado y nostálgico Don Draper
En el impresionante capítulo de inicio de la temporada, "The Doorway", 'Mad Men' nos presentaba a Sylvia Rosen (Linda Cardellini), vecina de edificio y amiga del matrimonio Draper junto a su marido, un cirujano cardiaco que nada sabía de lo que pasaba cuando él no estaba en casa. Sylvia se convirtió en uno más de los agujeros en los que Don descarga toda su frustración, tanto física como sentimentalmente, pero la relación de ambos llegó a mas; a mucho más.
Su actitud posesiva y dominante en la cama quedó plasmada en aquella repudiante escena en la que Don sacó definitivamente toda su lujuria, convirtiéndose en el amo sexual de su vecina. Sólo faltaba la correa del perro. Muchos cigarrillos fumados frente a la puerta de ella se sucedieron después de que Sylvia acabara con el tema, y sólo el descubrimiento de Sally marcó un inicio de rectitud en él.
La intención de Matthew Weiner con el personaje ha sido clara: llevarle hasta el fondo para emerger de forma definitiva en la que, si no hay sorpresas, será la última temporada de la serie. Un cambio que empieza por aceptar su pasado, usar el tiempo que le han regalado sus compañeros para aclarar la mente y volver siendo un personaje distinto. Si es que eso es algo posible en Don.
Bob Benson, Peggy y los demás
La sexta temporada de 'Mad Men' ha estado más llena que nunca de teorías locas, desde la posibilidad de que Megan Draper fuese en realidad Sharon Tate (la actriz y modelo asesinada en 1969) hasta el incierto origen del nuevo personaje, Bob Benson. James Wolk ha tenido mayor presencia en la parte final de la temporada, cuando su ambigüedad sexual salió a la luz en una de las escenas más tensas de la serie.
A la cabeza se me vino inmediatamente la historia de Salvatore Romano, personaje abandonado por la serie hace ya varios años, que también protagonizó una trama de este estilo. Su relación con Joan puede ser la tapadera perfecta para Bob, aunque habrá que ver si realmente todo cuaja y cómo aceptará Roger el nuevo estatus de su antigua "querida" ahora que ha decidido formar parte de la vida del hijo que ambos tienen en común.
Finalmente, la "dondraperización" de Peggy ha alcanzado un nuevo techo esta temporada. Su marcha a una nueva firma era sólo una fase más de esta metamorfosis, que parece haberse completado con la marcha temporal de Don del despacho resultante de la fusión. Su relación con Chaough servirá para endurecer su carácter, quizá una de las pocas cosas que le faltaba para completar el proceso. La última imagen de Peggy en la temporada, sentada en la silla de espaldas al estilo Don, es la metáfora más explícita de este cambio.
¿Siete y no mas?
No ha faltado la dosis de humor, que en un drama como este siempre es bienvenido. El punto álgido se alcanzó en el 6x08, cuando unas supuestas vitaminas inyectables para mejorar el rendimiento drogaron a media oficina. Sirvió ese episodio para ahondar en el pasado de Don, pero también nos dejó carreras a contrarreloj por la oficina, frases a destiempo, saltos temporales y a Ken Cosgrove bailando claqué. Impagable.
Hay muchas particularidades que convierten a 'Mad Men' en una serie única, y después de seis temporadas, los que la conocemos bien sabemos qué nos puede ofrecer. Sabemos que Matthew Weiner, su creador, es un auténtico paranoico (el asunto de las promos crípticas han dado mucho que hablar) y quizá parte de su ego y su obsesión está plasmada en el personaje principal. 'Mad Men' tampoco arrasará en los Emmy este año, no es su mejor temporada (para mí la mejor es la cuarta) y ya ha quedado atrás para la Academia, que ahora se paladea con las "Homelands" y las "Downton Abbeys". La séptima temporada será, probablemente, la que eleve a 'Mad Men' definitivamente al Top 5 de series de la historia, pero para saberlo con certeza aún tendremos que esperar nueve meses. Muy largos se van a hacer.
En ¡Vaya Tele! | 'Mad Men', el azote de la muerte
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