Todos tenemos una comedia romántica favorita. TODOS, no os hagáis los duros. Y es que el género rom-com fue, es y será uno de los más populares y sin duda, el guilty-pleasure por excelencia. Porque aunque existen comedias románticas muy buenas, nadie reconocerá -o muy poca gente- que haya alguna entre su lista de películas favoritas.
A mí, sinceramente, me encanta el género cuando la peli es buena y me he visto unas cuantas. Desde los clásicos de Billy Wilder -todos MARAVILLOSOS-, hasta las pelis de Meg Ryan, pasando por Julia Roberts o los bodrios de Kate Hudson o Katherine Heigl, hasta las comedias románticas intelectuales y más profundas como esa genialidad que es ‘Alta fidelidad’ (‘High Fidelity’, Stephen Frears, 2000).
Y luego está la anti-comedia romántica, que nos atrae especialmente por su empeño en desedulcorar el amor y las relaciones de pareja y reinventar el género. Es el caso de ‘Love’, la serie de Netflix creada por Judd Apatow, el cómico Paul Rust y Lesley Arfin -guionista de ‘Girls’ o ‘Brooklyn Nine-Nine’-, y que estrenó su segunda temporada el pasado mes de marzo para las delicias de los amantes del cine indie.
Lo mejor de ‘Love’ es, sin duda, que no nos vende la moto del romance ideal, al contrario, todo es bastante desastroso e incómodo. Así que, hemos creído conveniente descifrar las claves del género y compararlas con la forma en la que Apatow las aborda en esta comedia romántica incorrecta, indie, de humor finísimo y por momentos incómoda y que podría ser la fórmula definitiva de la anti-comedia romántica.
Chico conoce chica (y viceversa)
En ‘Love’, como en todas las comedias románticas, dos personajes tienen que conocerse para que nazca el amor. En este caso son Gus, un aspirante a guionista que trabaja como maestro en rodaje de niños actores, y Mickey, productora de radio y adicta a cualquier cosa a la que uno puede hacerse adicto. Y sí, puede decirse que Gus y Mickey, los protagonistas de esta historia, tienen un cute meet, pero no se conocerán hasta el minuto 38 de un capítulo que dura 40 y en el tercer capítulo se permite el lujo de que no pasen ni un minuto juntos.
‘Love’ decide tomarse su tiempo para que conozcamos a los personajes y nos coloque en el momento justo en el que se encuentran sus vidas cuando se conocen, porque en realidad, lo que importa de la serie de Apatow son ellos, su cotidianeidad, sus dilemas y su forma de enfrentarse a una nueva relación sentimental que no se sabe muy bien cómo va a terminar.
Y eso es precisamente ‘Love’, que como en todo buen producto mumblecore que se precie -ya sabéis lo que me gusta-, no hay una trama propiamente dicha con estructura de manual de guión. No esperéis sorprendentes giros de guión ni una trama compleja. La serie de Apatow, Rust y Arfin es la historia de dos personajes muy concretos que se conocen, se sienten atraídos y tratan de descifrar lo que sienten el uno por el otro en esa odisea millenial de huir el compromiso.
El paso del tiempo
Leyendo sobre la serie en otras webs me topé con una definición que me encantó: comedia romántica a cámara lenta. Y es que estamos demasiado acostumbrados a que todo pase muy rápido en las comedias románticas: chico y chica se conocen, se enamoran, se pelean y se reconcilian. Un viaje acelerado sobre el amor, sin detenerse en lo que verdaderamente importa: los pequeños pasos, los avances y retrocesos, los pequeños detalles que llevan a una pareja a enamorarse.
‘Love’ disfruta del proceso, de la cocina a fuego lento. No le interesa llegar de manera apresurada e irreal al desenlace, utilizando elipsis imposibles sin disfrutar del proceso de acercamiento de estos dos personajes y dándonos tiempo a que los conozcamos y entendamos sus posiciones. Así, en la primera temporada de ‘Love’ apenas transcurre una semana y para el final de la segunda temporada, apenas han pasado dos meses.
Los obstáculos que entorpecen la relación
En toda relación de comedia romántica que se precie, siempre tiene que haber obstáculos que imposibilite que la pareja protagonista esté junta, para luego llegar a una reconciliación final. Pueden ser de todo tipo, pero normalmente suelen estar relacionados con malentendidos externos, miedo al compromiso, infidelidades o secretos no compartidos.
Sin embargo en ‘Love’, el mayor obstáculo de Gus y Mickey son ellos mismos. De hecho, creo firmemente que no están preparados emocionalmente para tener una relación. Ambos se conocen en momentos terribles de su vida y se encuentran terriblemente inestables y perdidos, pero aun así hay algo que hace que quieran pasar tiempo juntos y necesitan -y permitidme la redundancia-, necesitarse.
Mickey enlaza relaciones desastrosas con tipos aún más desastrosos a la vez que empieza a reconocer que es adicta a casi todo: drogas, alcohol, sexo, amor…y no deja de mentir en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Es deslenguada, maleducada y no sé quién en su sano juicio podría confiar en ella. Por su parte, Gus lo más cerca que está de trabajar como guionista es siendo profesor de rodaje de niños actores, ciertamente frustrado y tremendamente co-dependiente.
Cuando se conocen, ambos están en el punto álgido de su desgracia. Ambos son abandonados por sus respectivas parejas debido a su inestabilidad emocional. Y claro, ella encontrará en él la forma perfecta de satisfacer su adicción al sexo y al amor, mientras que él ve en ella a alguien nuevo a quien aferrarse. Y, sin embargo, aunque sabemos que no deberían estar juntos, terminamos por desear que les vayan las cosas bien, como en toda comedia romántica.
La relación perfecta
Si hay algo común en todas -o casi todas- las comedias románticas que hemos visto en el cine en los últimos 20 años es que la relación de la pareja protagonista antes -o después- de superar los obstáculos que demostrarán que su amor es fuerte- es perfecta, idílica. Todo parece fácil, los dos se dejan llevar y parecen estar muy cómodos el uno con el otro desde el minuto uno. Totalmente real y verídico, vamos. No.
En esto, ‘Love’ también va a contracorriente. Gus y Mickey se sienten atraídos y sí, tienen largas conversaciones mientras pasean -otra señal ‘mumblecore’-, y aunque tienen momentos buenos en los que se sienten muy cómodos cuando están juntos, Apatow y compañía siempre sabe sacarse de la manga una mirada, un diálogo, un gesto que deja en evidencia que estas dos personas acaban de conocerse y no saben muy bien cómo enfrentarse el uno al otro.
Tanto en Gus y Mickey, a su manera -y aquí es donde nos damos cuenta de lo bien construidos que están ambos personajes-, atisbamos inseguridades, momentos de confusión e incomodidad. Situaciones que nos son cercanas y quizá hasta dolorosas y de vergüenza ajena porque podemos llegar a vernos reflejadas. Una relación más cercana a la realidad que las que hemos visto hasta ahora y que amarga, y mucho, el concepto del amor romántico que nos vende el cine norteamericano.
Protagonistas carismáticos y con mucha química
Para que una comedia romántica funcione es importantísimo que su pareja protagonista sea carismática, es primordial que sea atractiva y sobre todo, que tengan mucha química. En la propuesta de Apatow, Rust y Arfin se cumplen estas tres normas, pero a su manera y alejándose de lo que se considera convencionalmente por carismático, atractivo o con química.
Así, parece que el propio Paul Rust, con una apariencia de nerd que tira para atrás, pero desprendiendo una inocencia y bondad desbordantes e irresistibles, parece haber escrito el papel de Gus para él; y por otro lado, la menuda Gillian Jacobs, muy alejada de los cánones de belleza, pero arrebatadora y excéntrica en la piel de Mickey. Y juntos, resultan ser la combinación perfecta.
Ambos consiguen mantener la apuesta de ‘Love’ de acercarse a la realidad de las relaciones y esa apariencia de improvisación y espontaneidad - ¡hola de nuevo, mumblecore!-, sin olvidarse de que su química sea algo electrizante, chocante y confusa y a la vez, curiosamente acertada.
Secundarios con ángel
Y como en toda comedia romántica que se precie, por muy moderna que sea y aunque esté en formato serie, debe tener unos personajes secundarios con ángel: o lo que es lo mismo, unos personajes que sean complementarios y coherentes con respecto a los protagonistas. Estos deben tener encanto y sean capaces de aguantar el tipo frente a la arrolladora -y aquí lo es mucho-, personalidad de los protagonistas, así como ser capaces de poder mantener a raya sus ligeras tramas secundarias.
Y en ‘Love’, Judd Apatow aprueba con nota, aunque claro está, con su estilo propio. Y es que los personajes secundarios de la serie de Netflix son tan excéntricos, impulsivos y maravillosos, que es imposible no desear un spin-off con más de uno.
Y es que personajes como Bertie (Claudia O’Doherty), la extravagante compañera de piso australiana de Mickey que se dedica a hacer ‘focus group'; Arya (Iris Apatow, hija de Judd), la insorportable niña actriz a la que da clase o los amigos con los que Gus pasa las noches inventando canciones absurdas, están tan bien construidos e interpretados que resultan tremendamente arrebatadore
Con ‘Love’, Netflix mata dos pájaros de un tiro. Por un lado, alcanza al público amante del cine indie norteamericano de corte realista con su dosis necesaria de locura y espontaneidad. Por otro, a los amantes de la comedia romántica más pura, porque aunque Apatow y compañía rompan las reglas del género, lo que consiguen es reconstruirlo para ofrecernos una comedia romántica, más contemporánea -millenial, si queréis-, donde nos gusta más vernos reflejados que satisfacer nuestra necesidad de dar con la relación perfecta.
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