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'Longmire', digna y de la vieja escuela


Uno de los éxitos de este verano en Estados Unidos ha sido ‘Longmire‘, el policiaco-western que adapta una serie de novelas de Craig Johnson y que A&E ya ha renovado por una segunda temporada. Sus diez capítulos, supervisados por dos ex guionistas de ‘The Closer‘, han figurado todas las semanas entre los más vistos del cable y, curiosamente, han conseguido algo que no suele resultar fácil, como es que la serie te vaya gustando más conforme ves más episodios. La construcción de la relación entre el sheriff Longmire y sus ayudantes ha contribuido decisivamente a eso, y también que vayamos conociendo mejor al propio Longmire, centro indiscutible que la serie, que resulta ser un personaje más interesante de lo que parecía inicialmente.

En ese mejor retrato un poco más complejo de Longmire ha influido su intérprete, Robert Taylor, que ha terminado demostrando que no le pesa aparecer en prácticamente todas las escenas, y ese secreto de su pasado reciente que parece estar a punto de desvelarse en el cliffhanger que cierra la temporada. ¿Realmente Walt hizo lo que parece que hizo en Denver, movido por el dolor de ver cómo su mujer se estaba muriendo? La tristeza y la rabia que todavía alberga en su interior, y esa manía suya de apartar de su lado a las personas que se preocupan por él, también acaba acarreándole problemas con su hija y casi hasta autosaboteando su campaña para ser reelegido sheriff ante uno de sus ayudantes, Branch, que se debate entre su lealtad a Longmire y su ambición, y presión familiar, por ganar.

Los ayudantes del sheriff


Precisamente sus ayudantes han sido uno de los aciertos de ‘Longmire’. Además de esa tensa relación con Branch, Walt tiene la mejor dinámica con Vic Moretti, la antigua detective de homicidios de Filadelfia que también guarda un secreto (en su caso, un matrimonio que está claro que no va a ninguna parte y que es el culpable de que acabara en Wyoming) y en la que el sheriff confía más de toda la oficina. Sus conversaciones en el coche (clásico en este tipo de series) han resultado muy divertidas, como también lo ha sido toda la reacción de Vic ante el flirteo descarado con Walt de la vecina viuda.

Junto a ellos, la secretaria Ruby y, especialmente, Ferg, el torpe e inseguro que va ganando confianza poco a poco, completan el panorama en la oficina del sheriff del condado de Absaroka, y cada vez que los veíamos a todos comentar algún caso allí, la serie regalaba algunas de sus mejores escenas. John Coveny y Hunt Baldwin aprovechaban para mostrar detalles que caracterizaban mejor a los personajes y su relación entre ellos, desde las miradas de Vic al lenguaje corporal de Branch, o a la persecución de Ruby de Walt con sus mensajes, o al comentario recurrente de que debería tener teléfono móvil para que no tuvieran que llamarlo al Red Pony, el bar de su amigo Henry, o a los móviles de alguno de sus ayudantes. En esas escenas se veía también cómo Longmire prefiere guardarse para sí buena parte de sus problemas porque no quiere cargar a otro con ellos, y también asistimos al lento cocinar del enfrentamiento final entre Walt y Branch, que se ve venir desde el primer episodio.

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El papel de los cheyenne

‘Longmire’ no deja de ser un western bastante clásico (mucho más que ‘Justified‘, que se inclina más hacia el noir) y, como tal, ha hecho de las escenas en grandes espacios abiertos una de sus señas de identidad. Las largas y rectas carreteras, los bosques, las casas al lado del río, los rodeos… Es una serie que transcurre más en exteriores que dentro de la oficina y cuyos personajes cuadran más en los arquetipos que estamos acostumbrados a ver en las historias del Salvaje Oeste. En ese aspecto, ha resultado bastante interesante ver la relevancia que le han otorgado a los habitantes de la reserva cheyenne cercana al pueblo. Muchos episodios han tratado aspectos de la vida allí y han mostrado a Walt teniendo que solicitar ayuda de la policía de la reserva. Su mejor amigo, Henry, es también un indio cheyenne y a través de él tenemos un vistazo al modo de vida de esa comunidad.

‘Longmire’ sí ha conseguido transmitir cierta atmósfera y hacernos llegar cómo es vivir en ese entorno rural en el que mucha gente tiene sus casas en medio de la naturaleza y donde no se puede decir que haya muchas salidas, y las que hay están relacionadas con el ganado o la explotación de la tierra. O el juego, en el caso del casino que puede convertirse en la principal fuente de ingresos de la empobrecida reserva india. Es una serie hecha sin aspavientos y muy al estilo de la vieja escuela, que ha dedicado la primera temporada a establecer a sus personajes y a presentarnos sobre todo a Walt, alrededor de quien giran todas las tramas.

El último capítulo, como decimos, se cierra con un cliffhanger de libro, y con Longmire peleado prácticamente con todo el mundo, incluida su hija, cuya relación ha ganado algo más importancia hacia el final. Con lo terco que puede ser el sheriff, será interesante ver, ya en la segunda temporada, cómo intenta arreglar la situación, y si ese secreto suyo sale finalmente a la luz. Como decimos, ‘Longmire’ no es innovadora ni pretende ser más de lo que es, pero ya es bastante decente y digna y se molesta en intentar crear unos personajes a los que nos interese seguir semana. Ha sido una de las sorpresas del verano justo porque, en mi caso, no preveía que fuera a entretenerme más según iba viendo más capítulos, pero así ha sido.

En ¡Vaya Tele! | ‘Longmire’, un sheriff convencional

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