Teniendo en cuenta que mi año televisivo se ha reducido prácticamente a series de televisión (con un par de excepciones), debo reconocer que los últimos dos o tres minutos de la primera mitad de la cuarta temporada de Battlestar Galactica se encuentran entre lo más destacado, de largo, que la ficción televisiva nos ofreció el año pasado. Siendo su temporada final, hay muchas expectativas puestas en ella, y los primeros 10 episodios se redimieron de cualquier bache o titubeo que pudieran haber tenido con ese devastador plano secuencia. El próximo viernes comienza la última parte del viaje, un viaje que otras series han completado antes de tiempo.
Pushing Daisies (o Criando malvas) es una de ellas. El largo hiato obligado por la huelga de guionistas le sentó bastante mal en cuanto a audiencia porque, creativamente, la serie alcanzó en sus últimos capítulos un nivel bastante mejor que el de muchos estrenos de esta temporada. El azúcar que parece envolverlo todo, con esos diálogos ingeniosos y rapidísimos y esos escenarios de cuento, se vuelve amarga al aflorar todos los secretos, la tristeza y la amargura que esos personajes llevan consigo. Hay mucho más detrás de la fachada del Pie Hole, pero no podremos verlo. Tampoco parece que Friday Night Lights vaya a vivir mucho más de lo que ha conseguido. Al menos, nos dejó una tercera temporada en su mejor línea, logrando de nuevo que nos sintamos parte de Dillon.
Pocas series, aparte de esas tres y Perdidos, de la que no voy a hablar porque casi es un lugar común decir que su cuarta temporada ha sido una de las mejores, han destacado en 2008, y yo diría que mi resumen de lo mejor del año es más de personajes y momentos que de series completas. Por ejemplo, la pareja Charlie Crews-Dani Reese, de Life, se ha convertido en una de las más entretenidas, interesantes y divertidas de ver de la televisión, del mismo modo que, aunque Rockefeller Plaza tenga capítulos menos logrados, Liz y Jack no suelen fallar nunca, y Reunion, el episodio en el que Liz va a la reunión de antiguos alumnos de su instituto así la prueba. Ha sido el año de Tina Fey, por supuesto, cuyo dúo en Saturday Night Live con Amy Poehler, parodiando respectivamente a Sarah Palin y Hillary Clinton, ha tenido una onda expansiva notable.
En 2008 hemos redescubierto a Robin Scherbatsky en Cómo conocí a vuestra madre, la única capaz de hacerle sombra a Barney, y he disfrutado mucho con Tara en True Blood, el estreno que más ha dado qué hablar con diferencia. Y como la huelga hizo más daño del que parece, parte del año pasado se ha ido descubriendo series a las que nunca habías dado antes una oportunidad. Bones y el encanto de Booth y Brennan ha sido uno de esos descubrimientos, y mucho mejor ha sido adentrarme en The Wire, una gran serie que finalizó a principios de 2008 y que es mucho más que una mera serie de policías y narcotraficantes.
Aparte de las series, ha habido dos programas de televisión que quiero destacar, sin citar los mismos que podría citar todo el mundo. Los dos se emiten en Canal+, y uno es una informativa y entretenida mirada sobre la actualidad de la televisión como es Telepatrulla, donde se habla tanto de las últimas series americanas como de la nueva edición de Gran Hermano, y el otro es Informe Robinson, un programa que reúne varios breves reportajes que abordan ciertos aspectos del deporte desde otra óptica. Sus historias sobre la adaptación de Juan Carlos Navarro a la NBA en la única temporada que jugó en Memphis Grizzlies, y sobre Fernando Torres y la gran generación de jugadores Liverpool, encabezada por Ian Rush y Kenny Dalglish, ofrecían una mirada algo diferente de lo que estamos acostumbrados a ver.