‘El Libro de Boba Fett’ no ha funcionado todo lo bien que esperaba Lucasfilm y la empresa empieza a mostrar signos de agotamiento bajo la tutela de Disney, donde ‘Star Wars’ ha pasado de una franquicia transmedia a estar liderada por la serie ‘The Mandalorian’ que ya no solo se percibe como el programa de televisión insignia de la plataforma Disney+, sino que parece dominar el resto de franquicias como esta misma serie y alguna que viene, como ‘Ahsoka’.
Lo cierto es que ‘El libro de Boba Fett’ es la serie de televisión de Star Wars con la puntuación más baja en algunas de las páginas más populares de medias de valoración. En Rottentomatoes consiguió un 73 por ciento de críticas positivas, pero solo un 61 por ciento por parte de la audiencia, y siendo más preocupante en la página Metacritic, en donde alcanza un 59 por ciento especializado y solo un 5,3 de valoración del público. Además, inusualmente para ‘Star Wars’, no parece que haya demanda para que crear una segunda temporada.
Este artículo contiene spoilers de El libro de Boba Fett.
El libro del Mandaloriano
Pese a que el primer episodio de la serie tuvo una audiencia fuerte, aunque lejos de ‘The Mandalorian’, realmente solo comenzó a generar discusión en redes en los episodios 5 y 6, cuando esencialmente giró para convertirse en la temporada 2.5 de ‘The Mandalorian’. Casi como si estuviera planeada por la falta de confianza en el proyecto, de los siete episodios hubo una digresión de dos semanas para seguir exclusivamente a Din Djarin y su relación con Grogu. Finalmente Boba reaparece como uno más de un gran lote de aliados que se defienden de un ataque del Sindicato Pyke en el clímax.
En el final, ambas líneas narrativas se unen y al equipo se unen Din Djarin, Baby Yoda, el amigo mecánico de Din, Peli Motto, junto a los residentes de Freetown y el rancor favorito de Boba. La sensación general es que centrar la serie en Boba Fett no era una buena idea desde un principio. Había una demanda del personaje por parte del fandom, pero lo cierto es que Boba Fett solo tiene un papel menor en ‘El imperio contraataca’ (The Empire Strikes Back, 1980) y luego muere de manera poco ceremoniosa en ‘El retorno del Jedi’ (Return of the Jedi, 1983).
El antiguo Universo Expandido de ‘Star Wars’ intentó darle peso, pero la nueva trilogía borró esa historia, después llegó ‘The Mandalorian’, que se basó en todas las características tradicionales de Boba Fett e incluso absorbió la antigua idea del Universo Expandido de que es una diáspora mandaloriana. Esto, además de confusión crea una sensación general de cuestionamiento de la existencia de esta nueva serie cuando ya existe una dedicada a Din Djarin que ya era esa especie ficción de Boba Fett que querían ver, mientras que el verdadero personaje parece un reflejo, alguien nuevo que ni siquiera se pone demasiado el casco, que es lo que atraía de su aspecto siniestro en primer lugar.
Un viaje hacia ninguna parte
Aparentemente, hay un intento de darle más trasfondo a este nuevo Boba, y los primeros cuatro episodios se centran en flashbacks para explicar cómo el temible cazarrecompensas interplanetario se convirtió en el hombre que decidió apoderarse del imperio de Jabba the Hutt. Entre esos recuerdos tenemos una terrible mini ‘Bailando con Lobos’ con Boba integrándose en una tribu Tusken, pero ni siquiera hay una referencia a Cad Bane, cuya aparición repentina al final del episodio 6 lleva un enfrentamiento final estéril.
La rivalidad entre Boba Fett y Cad Bane no está construida, acaso tiene significado para las personas no familiarizadas con ‘Star Wars: The Clone Wars’ y en el conjunto no tiene más valor que presentar a un enemigo amenazante para justificar otra escena de pelea final. Respecto al cazarecompensas, acaba donde comienza, no hay ningún viaje, ni literal ni metafórico, mientras la serie ha ido en círculos sin tener un plan, o lo que es más evidente, un motivo aparente.
Lo que sí hay es un montón de cameos y crossovers: Din Djarin, Grogu, Ahsoka Tano, Cad Bane, Cobb Vanth, Fennec Shand… hay muchos invitados, tantos que sorprendentemente, la última imagen de la serie antes de los créditos finales no es de Boba Fett y Shand, sino Mando y Grogu aventurándose en el espacio, admitiendo tácitamente que son los personajes que realmente importan en ‘El libro de Boba Fett’, independientemente de qué nombre aparezca en el título. La implicación aquí, de nuevo, es que vemos más las intenciones de los dueños de una franquicia que de los protagonistas.
El eterno retorno del Jedi
Pero la gran sorpresa del tramo final de la serie es la aparición de Luke Skywalker… otra vez. Ahora de vuelta al rescate de la serie en su peor momento con una tecnología mejorada de deepfake que lo hace lucir aún más real, llevando el momento a una eterna corrección de efectos en donde casi da igual para qué aparezca. Sus secuencias son otra nueva réplica de los momentos de Dagobah y su propio entrenamiento con alguna broma sobre el apetito por las ranas de Grogu, que es a lo que se ha reducido su papel, a poner carillas y recurso cómico con ranas (en el siguiente episodio repetirán otro chiste de anfibios).
Lo mejor de todo es que el actor original que hacía de Luke ya no tiene mucho que hacer aquí. Fue Graham Hamilton el que hizo la captura de movimiento mientras su doble de cuerpo es Scott Lang. Es más, Mark Hamill no grabó ningún diálogo de para ‘El libro de Boba Fett’. Por increíble que suene, su voz fue generada por una inteligencia artificial que recopiló información de archivos de varias décadas. Qué magia que ya ni siquiera tenemos el alma de Luke dentro del propio Luke. Muy emocionante.
Pero, sin embargo, la gran cuestión que dejan estos episodios es cuántas veces se usará esa carta. La carta del retorno del Jedi. Ahora la aparición triunfal del caballero al final de la segunda temporada de ‘The Mandalorian’ tiene menos valor, y ya se está convirtiendo en una costumbre. Regresó al final de ‘El despertar de la fuerza’, vimos poco del Luke que queríamos ver en la siguiente y regresó ceremoniosamente, también con flashback digital, en ‘El ascenso de Skywalker’, y ahora en el episodio 6 de una serie spin off de otra de un personaje con el mismo casco. La devaluación del momento es tal que requiere mucha ingenuidad infantil o autoengaño hacer “oohhh” en esta última aparición zarrapastrosa.
Los buenos episodios
La serie se mantiene visualmente potente en todo momento, hay dinero y se nota. Es difícil resistirse a algunas apariciones de monstruos a lo Harryhausen o un rancor luchando contra un droide de batalla escalando una torre como el primo alienígena de King Kong. Sin embargo, en última instancia, parece que eso es todo lo que sabe hacer ahora mismo ‘Star Wars’, visitar la juguetería de las películas originales, escoger algunos muñecos y plantear una serie de momentos unidos unos a otros que buscan ser el sueño de los fans, sin preocuparse en la coherencia o construir nuevos sueños para otros fans.
De hecho, el episodio final que tanto ha gustado no tiene demasiada fluidez. Más allá de los efectos y la lluvia de monstruos y tiroteos, la realización es ramplona, incluso con detalles que eran impensables ver en un producto ‘Star Wars’, como una cámara lenta terrible y algunos errores de montaje impropios de una serie con 100 millones de dólares de presupuesto. Hay apariciones digitales que recuerdan a ‘La amenaza fantasma’ y el desfile de personajes acaba perdiendo la identidad ‘Star Wars’, esto podría ser cualquier serie space ópera más influenciada por Lucas.
La transformación de Boba Fett en un señor del crimen tiene una narrativa inconexa que deja la impresión de que los guionistas están más interesados en las historias paralelas. De nuevo, la mayor evolución es para Din Djarin, al que en su papel de invitado le da tiempo a entrenar para empuñar el sable oscuro, es rechazado por sus hermanos mandalorianos y se reúne con Grogu después de haberle dejado al cuidado de Skywalker en el final de la temporada 2 de ‘The Mandalorian’.
El ascenso del cansancio
De hecho, si alguien no viera esta serie y empezara la temporada 3 de Mando se preguntaría qué ha pasado desde una despedida épica, emocional y decisiva a encontrarse de nuevo en el momento en el que empezó la temporada 2. ‘El libro de Boba Fett’ es como un subterfugio para demostrar que el momento clave de ‘The Mandalorian’ era solo una excusa para poder meter a Skywalker por alguna parte, y el truco se ha notado tanto que la reacción de rechazo a la serie ha sido más unánime de lo habitual en la franquicia.
Sí, hay fans que han disfrutado y han defendido su postura conscientes de estar en la minoría, tratando de reivindicar la serie apuntando o sin apuntar ninguno de sus problemas evidentes, en nombre del pulp, los seriales, del western de Leone, del Chambara, de la serie B o la excusa que ya se usara hace tres años en el estreno de ‘The Mandalorian’. Pero lo cierto es que el cansancio de la fórmula ha calado, se han visto a la luz las costuras y el siguiente paso es que muchos no vean ‘Andor’ o ‘Ashoka’ y no pase nada, que el fomo ya les pase por encima.
‘El libro de Boba Fett’ confirma que la muerte tampoco tiene mucha importancia en el nuevo ‘Star Wars’, está basada en un mercenario que “murió” hace casi 40 años devorado por un monstruo gigante. Vimos resucitar a Solo, veremos resucitar de nuevo a Obi Wan Kenobi y hemos visto volver a Luke Skywalker, que “murió” en ‘Los últimos Jedi’ y sigue apareciendo sin que realmente importe el camino real de ese personaje, el corazón de la trilogía original sobre el que se ha construido un universo de fan fiction que nunca ha estado a la altura.
El joven de Tatooine lleno de ilusiones se ha resignado a ser un alma en pena de cera digital, condenado a aparecer en las historias de otros para salvarlas y darle la épica y emoción real con un rictus de sabio, modelado exclusivamente por el estado del personaje en ‘El retorno del Jedi’, que no es necesariamente el aventurero pillo que tan bien representa Hamill. Una colección de poses familiares de esas películas sin nada que aportar, un fantasma de las ilusiones pasadas que nos visita para mostrarnos el triste futuro de la franquicia ‘Star Wars’, un impulso creativo inerte que sobrevive ordeñando el maltrecho odre de nuestros buenos recuerdos.
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