No ha hecho demasiado ruido durante el 2017, pero los que seguían la primera temporada están de acuerdo. La segunda parte de la serie basada en ‘El Exorcista’ (The Exorcist, 1973) de William Friedkin no solo supera a la primera entrega, sino que se ha convertido en la serie de terror del momento. La creación de Fox, emitida y disponible en HBO, utiliza el título nobiliario como carta de presentación, pero no quiere ni busca ser una adaptación del clásico.
Y es una decisión inteligente por sus creadores, a los que Fox les ha permitido un presupuesto limitado para los estándares que se manejan en muchas series actuales de género. De ese modo, la modesta producción no les permite delirios de grandeza más allá que crear una eficiente trama conductora para algo tan constrictivo como es la fórmula de posesión y exorcismo que suele condenar a la mayoría del subgénero. Por ello, tras contar la historia de Regan en la primera temporada-secuela , el único hilo de conexión son los dos protagonistas.
Un nuevo reinicio
El inicio del primer episodio nos pone sobre la situación en una sola secuencia. Aterrizamos, in media res, en plena persecución de la pareja de sacerdotes, maestro y aprendiz a modo de escena de acción de cualquier Buddy Movie, como si fuera una entrega de, digamos ‘Arma Letal’ (Lethal Weapon, 1987), solo que en vez de llevar a un testigo protegido en el coche, llevan a una posesa a la que deben practicar el ritual romano en algún lugar escondido, puesto que le persiguen familiares de la víctima varios.
Y no solo eso, al padre Marcus y al padre Thomas les persigue el propio Vaticano, que es ahora una entidad corrupta gracias a la posesión de sus cabezas pensantes. Es decir, tenemos a dos exorcistas clandestinos enfrentándose a distintos casos por los Estados Unidos mientras les persiguen demonios, otros curas y aldeanos cabreados. Si no es la premisa más alucinante para una serie de terror no sé qué puede serlo. En realidad, el paso lógico para ampliar el universo de las posesiones es atenerse a una estructura de series como ‘Sobrenatural’ (Supernatural, 2005-).
La diferencia es que, en vez de ir solucionando un caso en cada episodio, con la fórmula de “monstruo de la semana” como aquella, el arco se desarrolla en diez capítulos, formando una maxi película de terror de ocho horas. Ya una fantástica serie llamada ‘Apparitions’ (2008) seguía la idea de un exorcista enfrentándose a casos mientras resolvía un arco mayor, pero en ‘El exorcista’ hay un objetivo de crear un universo propio extenso, rico y con su propia mitología.
Tensión, giros y cliffhangers de principio a fin
El tono es, básicamente, el que pudiera tener una película de la factoría James Wan, tipo ‘Expediente Warren’ (The Conjuring, 2013) con valores de producción ajustados a una serie de televisión mediana, pero que trata de aprovechar su escala al máximo, aunque se noten las limitaciones en pequeños detalles como la edición. Hay una seriedad implícita que no implica una solemnidad rígida, pero si la suficiente flema para no romper la constante atmósfera tenebrosa que sirve de caldo de cultivo para sus abundantes momentos de terror adulto.
La mezcla de religión, aventura y conflictos morales de cada uno de los personajes se alternan con momentos de terror que van más allá de la pura posesión. Se amplían los dominios de los demonios y los exorcismo transcurren en espacios mentales en el que puede pasar cualquier cosa, lo que se aprovecha para crear giros constantemente sorprendentes. El resultado un cómic book pulp que recuerda a la etapa ‘Creepy’ con super héroes contra el mal, solo que aquí son un par de beatos bastante gazmoños, aunque no se pierde la oportunidad para tratar también de actualizar su figura.
Mientras transcurre la trama principal, en una casa de acogida de huérfanos en una isla con casas y pozos llenos de historia macabra, la trama del vaticano sigue adelante y acaba en una nota altísima que hace implorar por una temporada más. Pero lo mejor de todo, lo que la pone por encima de ‘Channel Zero’ o cualquier otra es que no deja un minuto ni episodio para relleno, por lo que, en su modestia, es una serie de terror que no busca otra cosa que dar lo mejor de sí misma. Hazte un favor y engánchate a ella. El poder de Jesucristo te obliga.
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