Por desgracia, es muy complicado que una serie llegue a su final en el momento justo, aún en la cima y habiendo contado todo lo que tenía que decirnos. Lo más habitual es que sea cancelada antes de tiempo o que su éxito provoque que se alargue tanto que acabe surgiendo esa temida indiferencia hacia unos personajes que en su momento llegamos a amar o que como mínimo nos hicieron pasar muy buenos ratos.
Seguro que todos tenéis varias series con las que os pasado eso y os habéis visto en la tesitura de seguir viéndolo por si vuelve a remontar o decidiros a bajaros del carro antes de que vuestro recuerdo de la misma pase a ser más negativo que positivo. Yo me encuentro actualmente en ese punto con ‘La que se avecina’, una serie que he defendido en varias ocasiones pero que ya presenta graves síntomas de agotamiento que requieren cambios importantes y no de los pequeños parches que se han ido aplicando.
’La que se avecina’, tocando fondo
He de confesar que con el comienzo de esta novena temporada llegué a disfrutar más de lo que esperaba, ya que la propia longevidad de la serie y sus constantes reposiciones en la TDT han provocado tal saturación que ya había incluso dejado de verla como un entretenimiento cumplidor. El problema es que esa idea no tardó en reaparecer y ha ido a más a medida que han ido emitiéndose nuevos capítulos.
La cuestión es que las mecánicas habituales de la serie ya están tan desgastadas que incluso han quemado a sus personajes más eficaces -hace ya tiempo que no soporto a Amador y Antonio Recio cada vez me resulta más cargante, aunque aún tenga chispazos ocasionales como el episodio en el que montaba un falso radar- y con otros habituales ya uno se pregunta qué narices hacen aún por ahí -aquí pienso sobre todo, pero no únicamente, en Raquel-.
Esa constante tendencia al reciclaje, donde también hay hueco para tramas “heredadas” de ‘Aquí no hay quien viva’, ha ido fagocitando la serie hasta el punto de que muchas veces viene a dar lo mismo ve un episodio de estreno que uno de hace varias temporadas. De vez en cuando, aún se atreven a alterar un poco la rutina con curiosidades como ver a Lola intentando convertirse en la ama de casa perfecta para desesperación de Javi. No abundan, pero algo es algo.
Tampoco han faltado otros pequeños desengaños como ver a una Judith algo pasada de vueltas en su desesperación y patetismo -lo del entrenador personal aún tuvo su gracia, pero luego han ido cayendo cada vez más bajo con sus nuevos ligues hasta, de nuevo, saturar-, pero aun así seguramente siga siendo mi personaje favorito y voy a echarla mucho de menos cuando Cristina Castaño abandone la serie al final de esta novena temporada.
Virtudes escasas y que no invitan a ser optimistas
¿Qué me queda entonces para haber seguido viendo episodios más allá de la mera rutina? Pues la esperanza en que haya cambios para bien, ya que he aguardado con paciencia la llegada de Luis Merlo y temo que su personaje acabe resultándome tan abrasivo a mí como ya le pasa a Judith, pero por ahora me ha gustado. Menos interés tengo en Miren Ibarguren, pero bueno, al menos es salirse un poco del más de lo mismo, así que ni tan mal -algo parecido puede aplicarse al creciente protagonismo de Ernesto Sevilla, de quien esperaba bastante más, no voy a negarlo-.
Además, también ha habido algunas aportaciones episódicas estimables como la ciega interpretada por Ruth Núñez o la naturalidad y saber estar de Andrea Duro en un personaje tan absurdo sobre el papel que debería haberlo odiado. Tampoco me olvido de las apariciones recurrentes de Miguel Rellán, pero aquí su magia habitual -creo que todo mejora con su presencia- ha estado un tanto limitada por la marcada tendencia de la serie a repetir lo mismo.
¿Es eso suficiente? Para nada, pero seguro que no soy el único que en alguna ocasión se ha agarrado a un clavo ardiendo antes de abandonar una serie tras tantas temporadas, pero o los cambios van a más, teniendo que acertar también con ellos -nunca he logrado sentir el más mínimo interés todo lo relacionado de la hija de los Recio, mientras que la dinámica entre Fermín y Vicente empezó bien, pero la quemaron rapidísimo-, o creo que me acabaré bajando del barco.
Imagino que muchos fans dirán que eso da igual, pero no sé yo si el público realmente está empezando a cansarse de la serie, pues sus audiencias llevan un tiempo decayendo de forma pronunciada y quizá eso también ha ayudado a que Telecinco haya decidido dividir esta novena temporada de ‘La que se avecina’ en dos, así que no esperéis ver un nuevo episodio esta noche.
Yo al menos casi que lo agradezco, que la decadencia seguirá ahí, pero al menos la saturación bajará un poco y hasta casi tendré ganas de que vuelva. O no, que igual simplemente me olvido de ella y soy más feliz así.
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