Hace ya un tiempo que 'La que se avecina' me estaba empezando a cansar hasta tal punto que a mediados de la séptima temporada os llegué a señalar cuatro cosas que la serie de Mediaset tenía que mejorar con urgencia para que no optase por abandonarla. No fue el caso, pero sí que hubo algún momento de mejoría que me llevó a decidir que el arranque de su octava tanda de episodios sería clave para decidir si dejaba de verla o si, por el contrario, recuperaba la esperanza en que sus guionistas podrían luchar contra el inevitable desgaste de la fórmula.
Como ya habréis podido deducir por el título de esta reseña, 'Un hombre salvaje, una vieja maldita y un fantasma chupando un caramelo' ha sido al menos un primer paso en mi reconciliación con 'La que se avecina', ya que es cierto que ha habido errores heredados del pasado -ha llegado un punto en el que simplemente no saben qué hacer con el personaje de Amador y sus tramas cada vez se vuelven más absurdas y menos efectivas-, pero también hubo varios cambios a mejor.
Los aciertos del arranque de la octava temporada
Una de mis quejas habituales durante los últimos tiempos es que 'La que se avecina' no sabía muy bien cómo hacer interesantes a los nuevos personajes que iba introduciendo, lo cual anulaba por completo cualquier elemento positivo que pudiera haber en la novedad. No descarto que acaben cayendo en el mismo error en el caso de Doña FIna, pero su primera aparición no ha podido ser más positiva, tanto por lo arisca y antipática que resulta -impagable la jugarreta que le hace al Recio- como por la curiosidad que surge sobre el cómo sabe tanto de los demás vecinos. Menos estimulante ha sido la inclusión de Silvia Alonso, pero en su caso fue poco más que un visto y no visto, siendo en los próximos episodios cuando podamos valorar mejor a su personaje.
La desaparición de Estela -espero que ya para siempre por mucho que Fermín tarde bien poco en dejar abierta la puerta para un posible regreso más adelante- también le ha sentado muy bien a la serie, ya que ella era la mejor representante de la histérica degradación de algunos personajes. No es que en el episodio de ayer hubiera grandes novedades en lo referente a los personajes fijos, pero sí que volvieron a ajustarse a sus roles habituales para desarrollar las tramas que les tocasen y no utilizar estos para soltar sus frases de siempre y dejarse llevar por los excesos más rancios
El hecho de que Javi y Fermín vayan a formar pareja cómica de forma inevitable durante la temporada no suena especialmente apetecible a priori, ya que el primero siempre ha sido uno de los personajes más sosos y el segundo había perdido todo interés tras un par de intervenciones, contaminándose además por las locuras de Estela. Sin embargo, el contraste entre ellos funcionó muy bien intentando deshacerse de la pareja de alquilados, logrando un equilibrio entre sensatez y locura que hizo que todo fuera mucho más entretenido de lo que podría parecer sobre el papel.
Además, y aunque sea consciente de que es algo mucho más residual de lo que me gustaría, el capítulo integró con efectividad ciertos elementos de la realidad española como que a la bajada de los precios de los pisos aún le falta mucho recorrido por mucho que quieran vendernos que no es el caso o las posibles denuncias falsas por malos tratos. No es que haya auténtica intención crítica en ello, pero sí que añade un mayor relieve a sus intenciones cómicos, tal y como ha sucedido recientemente con los primeros minutos de 'Torrente 5: Operación Eurovegas', donde es un recurso en el que se incide más.
Los fallos del regreso de 'La que se avecina'
Hubo una época en la que me encantaba el personaje de Amador, un perdedor que se resistía a serlo y que hacía estupideces con marcada regularidad para mejorar su situación. El problema es que ha llegado un punto en el que da hasta vergüenza ajena volver a ver cómo hace alguna locura sin sentido que encima recuerda a otras hechas con anterioridad. La sensación de falta de ideas que tanto daño hizo a la serie hace poco se mantiene inalterable en su caso y sólo queda rezar para que la inclusión del personaje de Silvia Alonso sirva para que eso cambie, que habrá multitud de problemas si optan por ello, pero la idea de enderezar a Amador es lo único que podría salvar al personaje.
Quejarme del exceso de metraje no tendría sentido cuando es algo habitual en la serie, pero sí que resulta chocante que con tanto tiempo a su disposición se mantenga la tónica de dar tan poca relevancia en el episodio a alguno de los protagonistas -siempre me ha dado pena que rara vez, si es que ha habido alguna, hayan dado alguna trama en la que Leo sea el eje de la misma y no el apoyo de otros o un mero comparsa que aparece de fondo de vez en cuando-. Eso volvió a ser evidente en el estreno de la octava temporada y espero que no se repita en los venideros.
Mucho peligro veo también en el hecho de que Judith quiera ligar con Javi, pues ya en un solo episodio acabó haciéndose un poco repetitivo el verla hacer una estupidez detrás de otra -la efectividad cómica de Cristina Castaño algo logró salvarlo, eso sí-, dejando de paso bastante desatendido a su pobre hijo. Mucho me temo que la abrupta resolución que le dan a la trama sólo sea un primer paso para crear un trío sentimental cuando Lola reaparezca, algo que todos sabemos que va a suceder más temprano que tarde y probablemente justo cuando Javi haya caído rendido a los encantos de Judith.
Por lo demás, los personajes han mantenido sus coordenadas habituales alternando aciertos -a Enrique le ha venido muy bien la aparición de una alcaldesa algo ligera de cascos- con errores -Nines sigue siendo un comodín bastante molesto y Maite lleva tiempo algo perdida-, una tónica que dudo que vaya a cambiar mientras no decidan eliminar personajes e incluir otros, pero 'La que se avecina' ha alcanzado un punto en el que prefiere no tocar demasiadas cosas, no vaya a ser que se pierda el siempre esquivo favor del público. Con todo, los pequeños ajustes que se hicieron ayer fueron, por lo general, acertados. Algo es algo.
En ¡Vaya Tele! | 'La que se avecina', irregularidad por bandera
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