Pareces un espía de una vieja película.
Queda poco más de una semana para que nos reencontremos con una de nuestras series favoritas, una de esas ficciones que ha sabido atraparnos por sus intensas tramas y sus complejos personajes. El día 16 de marzo se estrena la cuarta temporada de 'The Americans', una veterana que aún tiene muchos regalos para nosotros, a tenor del último final de temporada que nos dejó con el corazón en la boca.
Y, mientras esperamos los nuevos capítulos, hoy vamos a hablar de uno de los personajes a los que debemos gran parte de la magia y emoción que derrocha esta producción. Estamos hablando de Philip Jennings, el hombre bueno que vive una tormentosa doble vida que no le hace precisamente feliz. Muchos nos sentimos contentos de que, por fin, un gran actor como Matthew Rhys tenga la oportunidad de enfrentarse a un registro tan interesante como el que le ofrece este personaje de la serie de FX.
Philip, el espía
Uno de los aspectos que más nos gustan de 'The Americans' es el gran despliegue de medios que vemos cada vez que se ha de ejecutar una misión. Nuestros protagonistas están acostumbrados a caracterizarse y hacerse pasar por otros, en toda la extensión de la palabra. Porque la vida, en sí misma, es una misión para Philip, quien tuvo que partir de su Rusia natal y olvidar incluso su nombre, para nunca más volver a hablar en ruso y adoptar una nueva identidad que le hace vivir en un difícil equilibrio.
Philip es un agente profesional, honesto y leal, quien ha tenido en muchas ocasiones que poner por delante de sus verdaderos pensamientos, su obligación para con la Madre Rusia. Le hemos visto ejecutar los planes más despiadados sin despeinarse (sin despeinar ese desfile de pelucas, queremos decir) y hacer de tripas corazón cuando ha de "aprovecharse" de alguien necesario para llevar a buen término su misión.
Una de esas dobles vidas que más nos pone del revés es la que establece con Martha, un blanco fácil, una mujer que busca el amor, la construcción de una familia, con tantas ganas que incluso es capaz de cerrar los ojos frente a lo que destella en su cara como un peligro a punto de explotar. Inteligente, atractivo, seductor, frío, empático, amable... Philip sabe qué tecla tocar en cada momento para lograr sus objetivos.
Un hombre
Pero, por encima de todo, si por algo amamos a Philip Jennings es porque le vemos sufrir y sufrimos con él, con esa dualidad entre la obligación y la naturaleza humana. Porque sí, Philip es un buen hombre, una persona sensible que ve su alma destruida con muchas de las acciones a las que el deber le lanza. Philip no quiere aprovecharse de Martha, ni de Stan.... Sus dudas acerca de su trabajo y el sentido del mismo nos han dejado secuencias memorables.
Philip es, además, un padre. Y es curioso ver cómo nada le hace más feliz que su familia, construida bajo los mimbres del interés, de la mentira, acunada ahora por una necesidad de que todo siga en orden, que no se moleste a los de arriba y les permita vivir un minuto más esa calma agónica en el que el verdadero amor, a pesar de todo, sigue siendo el motor.
Y es un esposo. Ama a Elizabeth, esa mujer fría y profesional capaz de todo, incluso de atormentar a su marido postizo. Elizabeth y sus hijos son, de hecho, la máxima debilidad de un hombre que lo único que no se puede permitir es una debilidad emocional y que, sabemos, tendrá muchos conflictos para casar esas dos partes de su vida.
En ¡Vaya Tele! | La importancia de llamarse
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