La importancia de llamarse Maeve

La importancia de llamarse Maeve

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La importancia de llamarse Maeve

'Westworld' ha sido una de las series del otoño, un brillante broche final para despedir el año con ganas de lanzarnos a la aventura de ver ficciones que calen hasta el fondo de nuestro corazón. Sobre todo, si nos traen personajes tan complejos y apasionantes como Maeve.

En 'Westworld' tenemos un universo cargado de matices que vamos descubriendo poco a poco. La alegría y festividad iniciales dan paso a un enrevesado juego en el que la positividad, más bien brilla por su ausencia. Los espectadores nos convertimos en anfitriones, pues viajamos junto a ellos, descubriendo las verdades sobre su mundo. Y uno de esos personajes con los que más hemos sufrido y disfrutado es Maeve.

Maeve, la madame del burdel

Westworld

Cuando los huéspedes llegan al parque, una de las primeras paradas se da en el saloon, el clásico lugar en el que tomar un trago, jugar unas cartas y deleitarse con las chicas. Maeve, interpretada por Thandie Newton, es la madame que recibe a los invitados y se esmera para que todo esté a su gusto.

Pero a Maeve le pasa algo. Ella, que siempre ha sido altamente efectiva en su trabajo, empieza a sufrir unas pesadillas que no le dejan tranquila cuando está despierta. ¿O son ensoñaciones? La chica cordial, amable y concienzuda no puede hacer bien su trabajo. Porque recuerda a esa niña, a esa pequeña que le habla de otra vida en la que ella fue madre. Una sensación que la envenena porque es vívida y poderosa.

Maeve es un instrumento más en 'Westworld'. Es una criatura para dar placer en todos y cada uno de los sentidos que pueda tener esa palabra. Pero alguien ha decidido que todo debe cambiar. Y ella va a ser uno de los instrumentos principales. La solícita Maeve se convertirá en la protagonista de su propia vida, pero antes, deberá vivir un duro y costoso proceso.

Maeve, al otro lado

Thandie Newton As Maeve In Westworld

Los dioses. Los anfitriones no saben nada del mundo que ahí más allá pero intuyen algunas cosas. Por ejemplo, que hay unos dioses por encima de todos nosotros que deciden sobre el futuro, sobre el bien y sobre el mal. Pero, ¿qué pasa si te encuentras con esos dioses cara a cara? Puede que ahí se caigan todos los posibles mitos.

Maeve despierta al otro lado. En ese laboratorio en el que les cosen y arreglan. Ve otras cosas horribles. Cosas que para nosotros serían como el infierno de Dante y, para ella, el reconocimiento de que ellos no son seres humanos y, por eso, otros que sí lucen con orgullo ese nombre se permiten el lujo de utilizarlos para sus fines.

Al fin, Maeve prepara su revolución, que no es otra cosa que ganar su libertad. Que cosa tan sencilla y obvia, ¿no? Consigue cambiar sus parámetros y convertirse en un ser extremadamente inteligente... y peligroso. Trama un plan que pone patas arriba el parque, pero ella sólo quiere salir, ver el mundo que tampoco se nos ha mostrado a los espectadores. Aunque para ello, tiene que dejar atrás uno de esos recuerdos que le han empujado a despertar: el de su hija. En el momento preciso, Maeve sabe qué tiene que escoger.

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