Hay series que no pasan de moda por mucho tiempo que haga que se acabaron. Al revés, el paso del tiempo les hace brillar con más luz porque su calidad las convierte simplemente en imprescindibles. Si nunca habéis visto 'Deadwood', la serie sobre el oeste de HBO (sin parques temáticos), ya estáis tardando.
La crueldad de sus tramas, el duro realismo de sus personajes, es de los que enganchan por las entrañas del espectador. Y uno de los culpables es Al Swearengen, un fulano sin corazón ni principios que representa a esos antihéroes de las series actuales que nos vuelven completamente locos.
Al Swearengen, primero yo, y después, también
Swearengen, interpretado por el más que estupendo Ian McShane, fue un personaje que existió en la vida real. Se trata de un magnate que llega al salvaje oeste no a buscar oro, como otros. Sino a tratar de manipular a todo el que se le pase por delante. Swearengen es el caudillo de Deadwood y ejerce como tal.
Comienza la serie y este señor es que no tiene ni media cosa buena. Es violento, es cruel, es despiadado, es brutal... Un ser sin escrúpulos al que le importa bien poco hacer cualquier cosa por seguir dominando el cotarro en una época muy interesante de los Estados Unidos que la serie trata de una forma dura pero fascinante.
Eso sí, pronto tenemos que caer a sus pies, porque Swearengen también es tremendamente inteligente, ácido, estratega, astuto... Es brillante. Sus artes de manipulación nos encantan con esa atracción por el lado oscuro a la que no nos podemos resistir.
No es tan fiero el lobo como lo pintan
Con el paso de los capítulos, nos brinda a un ser lleno de matices y claroscuros. Como ocurre con estos antihéroes, su humanidad se rebela como un gran defecto. Al no es tan malo, en realidad, incluso es capaz de tener cierta honestidad y valores morales, eso sí, de aquella manera.
La trama en la que enferma, sufre y rechina sus dientes lo humaniza y nos brinda la oportunidad de sufrir con él y, por ende, empatizar y empezar a quererlo un poquito. No importa que se empeñe en mirarlo todo con una crueldad de ceño fruncido...
Es un hombre que incluso resulta encantador. Sus tratos con Trixie, con Wuu, con esa cohorte de descerebrados trabajadores a los que riñe como un padre a sus no muy inteligentes hijos y, por supuesto, con el sheriff Bullock, nos dan otro perfil que completa su complejidad y que nos explica por qué 'Deadwood' es una serie para amar de la cabeza a los pies.
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