Que los personajes de una serie no despierten ningún tipo de emoción, que simplemente provoquen indiferencia, claramente no es una virtud. Sobre todo si se trata de una obra dramática, una obra donde las emociones deberían estar a flor de piel y el espectador debería vivirlas. ‘The Vampire Diaries’, por ejemplo, en sus primeras temporadas conseguía que el espectador sufriera por Elena, por el atractivo de Damon o la simpatía de Caroline (que cada cual elija su personaje favorito). Pero ‘The Originals’ no arrancó con el mismo factor emocional y, terminada la temporada, puedo confirmar que nunca lo encontró.
Este es mi principal problema con la serie. No ayudó que Klaus se mudara cuando estaba prácticamente agotado como personaje en Mystic Falls. No sabían que hacer con él y le mandaron a Louisiana junto con Rebekah y Elijah, que prácticamente no habían aprovechado en la serie madre. Y, curiosamente, la jugada les salió bien con la hermana. En ‘The Vampire Diaries’ exploraron su faceta de niña consentida pero también dejaron entrever que era una muchacha con ganas de tener una relación y una vida más o menos normal, y en ‘The Originals’ llegó con las ideas más claras, habiendo aprendido de sus errores. Funcionó, vamos. Pero Klaus siguió en las mismas.
Es insoportable ver al actor Joseph Morgan representando el mismo conflicto una y otra vez y que los guionistas esperen que alguna vez nos creamos aquello que vemos. Él es el hombre que finge tener sentimientos, que luego siempre comete algún acto horrible y que se ofende cuando alguien conspira contra él, como si él probablemente no le hubiera intentado asesinar múltiples veces y haya matado algún pariente suyo. Es irritante y, si bien es creíble que no cambie (es un monstruo, por más que al final de la temporada nos vendieran su instinto paternal), es muy cansino para el espectador.
Las brujas, los lobos, los vampiros y los humanos
Este era mi principal problema con ‘The Originals’ pero más adelante demostraría que se diferenciaba de ‘The Vampire Diaries’. No era la localización (o sea, esos cuatro decorados de Los Angeles, incluyendo ese patio que huele a cartón), ni tampoco los protagonistas o la batalla de egos con Marcel (ese personaje que por alguna extraña razón nunca asesina y que en breve ya no tendrá excusas, que el factor nostalgia tiene poco peso al lado de sus arrebatos agresivos). Lo distinto era su vertiente sobrenatural-político-social o, mejor dicho, la guerra de poder entre facciones.‘The Vampire Diaries’, al fin y al cabo, comenzaba como un drama romántico que se convertía en una serie de quemar tramas y hablar de los conflictos de la adolescencia. Pero ‘The Originals’ abandonó tanto drama familiar (que estará más presente que nunca gracias a los padres Mikaelson) y demostró que ese consejo que destruyeron no quedaba en nada, que las distintas facciones de la ciudad tienen peso por más que Klaus se crea la persona más importante, inteligente y poderosa del planeta (claro, por eso perdió tanto tiempo en Mystic Falls).
Pero estas batallas de poder, que podríamos decir que son como el ‘Sons of Anarchy’ de la CW, tienen poca efectividad si las facciones están perfiladas de forma tan básica. Da igual si se trata de brujas, hombres lobo o humanos, todos ellos tienen cero interés cuando les observamos uno a uno. No hay personajes interesantes más allá del trío de hermanos (y Rebekah está emancipada, lo peor que le podía pasar a la serie) y esto se nota a la hora de narrar los sucesos.
Errores de cásting
Davina es una broma de bruja por la falta de carisma de Danielle Campbell, Charles Michael Davis está abofeteable cada vez que sonríe como Marcel y alguien debería decirle a Phoebe Tonkin que no puede repetir una y otra vez los mismos pucheros. ¿Cómo pudo timar tanto en ‘The Secret Circle’, donde parecía que tenía potencial como actriz? Pero los demás son peores porque ni tan siquiera hay que tomarse la molestia de aprender sus nombres pues cada vez que abren la boca se nota que son títeres del guión, no se les percibe como personajes de carne y hueso. Es ficción, sí, pero lo bueno que debe tener la ficción es hacernos olvidar que es ficción y a ‘The Originals’ se le ven los hilos por todas partes. Sólo salvaría el personaje de Camille porque Leah Pipes vende muy bien la inteligencia y vulnerabilidad que se le atribuye al personaje. Se entiende porqué los dos hombres más poderosos de Nueva Orleans se sienten atraídos por ella.
Por la falta de interés de los protagonistas, mejor paso por encima del final de temporada. La secta de brujas más sanguinaria del planeta quiso matar un bebé (!), Klaus decidió que dejarle en manos de su hermana era la mejor forma de mantenerle en secreto (!!), resulta que encima la madre de él estaba detrás del complot desde el más allá (!!!) y lo mejor es que su padre ha resucitado de entre los muertos como si no estuvieran en el mismo universo que ‘The Vampire Diaries’, donde nos contaron que el inframundo donde residían los seres sobrenaturales al morir estaba extinguiéndose (!!!!). Mal, muy mal.Y ‘The Originals’, como sus personajes, despierta tanta indiferencia que ni tengo ganas de darle una oportunidad la próxima temporada. Las intenciones son buenas, por lo menos tiene un objetivo distinto a la serie original, pero no tiene alma.
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