Después del espectacular 'Botín de guerra', la semana pasada 'Juego de Tronos' dejó apartada ligeramente la espectacularidad de sus batallas para ofrecernos un recital igual de intenso o más a golpe de trama, conspiración, giros dramáticos y narrativa de primera categoría. Pero como estamos asistiendo a la temporada más corta de la serie y no hay tiempo que perder, los de HBO nos acaban de regalar la madre de las orgías bélico-medievales de género fantástico.
Nada más y nada menos que 70 minutos conforman el metraje de 'Más allá del muro', el capítulo más largo del show hasta la fecha, que vuelve a hacer gala de su capacidad innata para tenernos plantados frente al televisor con la mandíbula desencajada en todo momento. Todo esto gracias a un buen fajo de billetes —barato, lo que se dice barato, no parece el episodio—, a una acción de primera categoría y al encanto de unos personajes que ya son de la familia.
Esta semana, salvo un par de breves momentos aislados en Rocadragón, ya podéis ir olvidándoos de recorrer el cálido sur de Poniente; ya que el grueso de 'Más allá del muro', como su propio nombre indica, se centra en tierras norteñas. Allí seremos testigo de la —tensa— evolución de las hermanas Stark en Invernalia, y de cómo les van las cosas a Jon y su escuadrón suicida en su cacería. Agarraos, que vienen curvas.
Invernalia, las hermanas Stark y el fantasma del fraticidio
Como no podía ser de otro modo, el capítulo arranca con nuestro disfuncional grupo de héroes favorito adentrándose en territorio —casi— inexplorado, pero hagamos un pequeño inciso y viajemos antes de nada a Invernalia, donde recae el peso de la subtrama de este sexto episodio, destinada a darnos algo de oxígeno —pero no mucho— en la agotadora experiencia que nos brinda.
Por si Bran no diese el suficiente mal rollo con su falta de empatía y comentarios fuera de lugar, Arya se une a la liga de adolescentes raritos de Invernalia. La primera interacción con su hermana Sansa tras haber leído la famosa carta vista en 'Guardaoriente' se traduce en un mometo de lo más tenso tanto para ellas, como para nosotros, pobres espectadores. Allí comienzan a echarse en cara sus pasados alimentando sus diferencias, a priori, irreconciliables.
Como no podía ser de otro modo, Meñique no pierde la oportunidad para dar rienda suelta a su espíritu manipulador e intentar quitarse de en medio a la única protección que le queda a Sansa en Invernalia. No sabemos si le ha salido bien la jugada, si la Stark es tan idiota como parece, o si en realidad está jugando muy bien sus cartas, pero finalmente despacha a Brienne enviándola como representante al encuentro propuesto por Cersei en Desembrarco del Rey.
La cosa no queda aquí, porque para cerrar esta subtrama hasta el próximo domingo, Arya vuelve a confrontar a su hermana transformada en una suerte de Patrick Bateman —el protagonista de 'American Psycho'—. La resolución de la escena no queda especialmente clarificada, y deja entrever planes ocultos para ambas partes de la hostilidad y una fortaleza inesperada en ambos personajes que apreciamos una vez volvemos a respirar.
Queda claro que ninguna de las dos mujeres Stark que aún siguen en pie es quien deseaba ser —fantástico el discurso sobre la identidad—, y que no han tenido precisamente un camino de rosas hasta este punto, pero el —nuevo— cambio de manos de la daga de vidriagón abre las puertas a un final de temporada antológico. ¿Se utilizará para dar muerte a quien todos esperamos o se reservará para futuras sorpresas?
De sucesiones y romances en Rocadragón
Paciencia; en un momento iremos con los Siete Magníficos de Poniente —los apodos son infinitos— en su gélida aventura. Antes es de imperiosa necesidad detenernos en Rocadragón por un momento y atender a la conversación que Tyrion y Daenerys mantienen frente a la hoguera, y que da varias pistas sobre los futuros acontecimientos de este 'Más allá del muro'.
Las preocupaciones de la Mano de la Reina son más que evidentes. La Madre de Dragones elogia que el Lannister no es ningún héroe; remarcando que los héroes hacen cosas estúpidas que les cuestan la vida. Tyrion abre entonces un debate sobre las acciones que su reina ha ejecutado últimamente, derivando en algo esencial como su sucesión, y deja además una perla digna de la escuela de primaria: "¡A Jon le gusta Daenerys!".
Con una Daenerys comportándose como una auténtica kamikaze —según ella algo plenamente justificado—, es de vital importancia encontrar un relevo que pueda sentarse en el Trono de Hierro en caso de fatalidad. Dany —recordad la abreviatura— decide que se hablará del tema después de su coronación, no sin antes refrescarnos la memoria diciendo que no puede tener descendencia y que los dragones son sus únicos hijos. Pobrecilla, la que se le viene encima...
Épica desmedida y giros demenciales al otro lado del Muro
Y ahora, después de quitarnos de encima los dos momentos secundarios —que no menos importantes— del episodio, vayamos a los heladores confines del otro lado del Muro. Tierra de salvajes, ventiscas, mucha nieve y hordas de muertos vivientes capitaneadas por el Rey de la Noche y sus secuaces. Un panorama nada alentador para Jon, Tormund y compañía en su misión casi suicida.
Los primeros minutos junto a ellos nos brindan los pocos momentos de paz que encontrarán esta semana a modo de varias escenas en las que lo verdaderamente importante es la dinámica de grupo. Las relaciones entre personajes se refuerzan y cobran mayor interés, como la de Jon y Jorah en la que debaten sobre el legado del difunto padre del segundo; o la de Tormund y Clegane, que parece sacada de una buddy movie medieval. Una auténtica maravilla que convierte la sensación de peligro en algo aún más desagradable.
Por supuesto, las risas y las bromas respecto a las preferencias sexuales del "Matagigantes" duran poco, materializándose la amenaza en la forma de un oso no muerto gigantesco que se lleva por delante a un par de secundarios prescindibles —¿de dónde salen estos tíos?— y nos deja un par de cosas bien claras: Thoros y Beric lucen brutales con sus espadas llameantes cortesía del Dios de la Luz; y el pobre Clegane sigue aterrado del fuego por muchas visiones que tenga.
El grupo muestra sus dotes en el manejo de las armas blancas —no será la última vez—, pero no son lo suficientemente diestros como para frenar al animal antes de que deje al sacerdote rojo con el pecho destrozado. Para suerte de todos, sus heridas no son nada que no pueda arreglar un poco de alcohol y un mandoble envuelto en llamas: primeros auxilios y cauterización exprés cortesía de la Hermandad sin Estandartes.
Solventado el primer escollo, Jon y los suyos se topan con un grupo de no-muertos capitaneados por un caminante. La caza ha comenzado, y tras dar una breve escaramuza concluida después de buena cuenta del líder —lo cual provoca que se derrumben los zombis convertidos por él—, se hacen con su preciada presa. El problema es que la muerte no impide que grite como un animal enjaulado alertando a las huestes del Rey de la Noche que se dirigen hacia ellos como una mortífera avalancha.
La solución propuesta por el grupo no es que sea de lo más brillante, y pasa por mandar a Gendry corriendo a toda velocidad hacia Guardaroriente a pedir ayuda aérea vía cuervo mientras los demás huyen en dirección contraria. Sea como fuere, el toparse con un convenientemente fino lago helado —extraña su fragilidad dadas las temperaturas— deja a los héroes aislados en medio de una roca, rodeados de agua y de un inmenso ejército de muerte y hielo.
La primera gran confrontación entre hielo y fuego
La noche deja paso a un nuevo amanecer que despierta a los protagonistas con una baja: Thoros de Myr no ha sobrevivido a las frías horas de oscuridad —no sorprende al ser la muerte esperada y las menos valiente por parte de los guionistas—. Tras prevenirse de su resurrección, Clegane, harto de esperar decide liarse a pedradas para matar el tiempo, descubriendo que el lago ha vuelto a congelarse. Los enemigos, pese a ser muertos resucitados, tampoco son tontos, y se percatan del detalle dando lugar a la madre de todas las batallas.
Puedo afirmar que nos encontramos no sólo ante la batalla más espectacular en cuanto a diseño de producción se refiere de toda la serie —aunque en mi corazón siga estando la de Aguasnegras en primer lugar—. La tensión y el miedo por que cualquiera de nuestros protagónicos preferidos estire la pata está presente en todo momento, y todo está dirigido con una maestría de la que mucha superproducción destinada a la gran pantalla debería tomar nota.
Tras temer por la vida de Tormund durante unos momentos bastante delicados para el grupo todo parece estar perdido, hasta que la Madre de Dragones aparece en su montura alada escupiendo fuego y destrucción y, como se suele decir, partiendo la pana. Todo parece estar bajo control, pero aún queda tiempo para que las cosas se desmadren aún más.
Gracias a una reacción bastante extraña de Jon —que, probablemente esté atando cabos pensando que si se deshace del Rey de la Noche, todo su ejército caerá al instante—, el infame líder de las tropas enemigas se las apaña para, de un tiro certero, acabar con la vida del pobre Viserion. Como lo leéis; el villano se las ha apañado para matar a uno de los dragones de Daenerys y, además, Jon acaba de precipitarse al lago helado. Mientras los supervivientes huyen, parece que no queda esperanza.
Pero la última bala —por este episodio— en la recámara de los guionistas se materializa en modo del Benjen Stark, alias Manos Frías, alias deus ex machina a caballo. En efecto, el tío de Jon se sacrifica para ayudarle una vez ha salido del agua y le envía a lomos de su caballo de vuelta al muro. Allí Daenerys le espera para recogerle, sanar sus heridas, y tener un momento especialmente íntimo y con una tensión romántico-sexual más que obvia.
A bordo de un barco de la flota Targaryen, Daenerys ve el cuerpo desnudo de Jon, convaleciente en una cama, y comprende que el puñal que atravesó su corazón que mencionó Davos no fue algo metafórico. Con un genial juego dialéctico —"si no te puedo llamar Dany, ¿qué tal mi reina?"—, el Rey en el Norte jura lealtad a "La que no Arde", aunque, vista su reacción, parece que la procesión va por dentro y que se está derritiendo por el ex-bastardo de Invernalia.
¿Os han parecido pocos los motivos para estar ansiosos por la llegada del próximo domingo? Esta bien, subamos las apuestas un poco más: el Rey de la Noche ha recogido el cadáver de Viserion, lo ha revivido, y ahora tiene un puñetero dragón de hielo a sus órdenes. Está bien; esta séptima temporada estará siendo fugaz, atropellada y caótica, pero está poniendo el mundo de 'Juego de Tronos' patas arriba, y eso, después de siete años, es muy de agradecer.
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