De esa magnífica serie que es 'Mad Men', se está sacando a relucir con frecuencia que su punto más flojo está en el conjunto de actores. Que mientras la ambientación, aunque con sus peros, los guiones y la dirección son excelentes, las interpretaciones dejan que desear. La pasada edición de los Emmys premió a todos los actores que eran favoritos en las quinielas de los premios, salvo en el caso de Mad Men, de Don Draper y John Hamm, que fue a parar a Bryan Cranston, el protagonista de 'Breaking Bad', que según cuentan borda su papel de profesor de química que se pasa a la elaboración y venta de drogas duras.
Que no le hayan premiado a John Hamm no significa que no se lo merezca. Mad Men es difícil de entender sin su enigmático personaje, ni el mismo sin la doble moral con que el propio John Hamm impregna su interpretación. Lo que nos gusta de Don Draper es que no sabemos lo que piensa, y oculta algo más de su pasado que quiere esconder. La distancia pese a su cercanía, la melancolía de alguien que lo tiene todo, o parece, pero no le es suficiente. Alguien que se muestra en la fachada como un ser duro, aunque vulnerable para aquellos que se acercan a descubrirlo.
Don Draper fue el descubrimiento del año pasado en televisión, como en su momento lo fue Tony Soprano. Y ese papel de impostor en su mundo laboral, enigmático, es lo que ha atraído al público y a la crítica, pese el giro, en cuanto a riesgo, que está dando su personaje en la segunda temporada de la serie. Lo que quiero decir es que entre todos los méritos que acapara Mad Men, Don Draper debe estar junto a ellos. Lo mismo, sin un personaje tan carismático, en cuanto a tirón mediático, la obra no hubiera llamado tanto la atención. Cierto que las críticas a los actores de la serie seguirán, y ahí será el paso del tiempo, quien ponga a Don Draper en su sitio. Y esto último, pensando más en los escépticos.
Más información | Mad Men blog En ¡Vaya Tele! | Emmys 2008, los ganadores