'House' vuelve a reanudar el ciclo

Hace no mucho tiempo, Kyra nos hablaba de la comodidad de la fórmula de ‘Dexter’; en su análisis de la quinta temporada hacía referencia a la cuasi nula evolución del personaje y, sobre todo, de su entorno, con bloques calcados donde hay que perseguir a un asesino, sin que el protagonista evolucione de forma especialmente notable. Algo parecido pasa con ‘House‘; no es que el médico lleve una doble vida o vaya por ahí matando gente, más bien todo lo contrario, pero lleva siete años contando una y otra vez lo mismo. Eso sí, muy bien contado.

Parece que los guionistas no se deciden a que el personaje dé el paso definitivo, supongo que por miedo a que la gente pierda el interés hacia la magia del protagonista, pero lo cierto es que estos intentos que finalmente se quedan en nada empiezan a resultar un poco exasperantes, cuando no decepcionantes. A House le ha pasado de todo a lo largo de estos siete años, y parecía que esta séptima temporada iba a ser la del cambio. Pobres ilusos de nosotros.

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En nuestros deseos de ver cambiar al personaje, nos olvidamos de que la serie es un procedimental, con un protagonista y unos secundarios más interesantes que la media, pero un procedimental al fin y al cabo. Cuando empezó la temporada en septiembre, me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que separaran finalmente a House y Cuddy, porque estaba claro que no iban a durar demasiado juntos. Quince episodios han pasado hasta que lo inevitable ha ocurrido, y vuelta a empezar. La vicodina, la adicción, las putas, el sarcasmo y el aburrimiento. Pero en ese lapso de tiempo, nos lo hemos pasado muy bien.

Y es que aceptar a Lisa suponía también aceptar a la familia. A la suegra, por supuesto, pero sobre todo a la hija, con quien le vimos más encariñado que nunca. Fue divertido ver cómo se desenvolvía con ella y cómo intentaba que no se convirtiera en una más del montón, pero lo que más ha mostrado la serie ha sido la evolución de la relación con Cuddy, que en términos absolutos tampoco es que haya cambiado demasiado. House sigue siendo un capullo, y Cuddy sigue intentando bajarle los humos, sólo que ahora se reconcilian en la cama, polvo mediante.

Varios “tira y afloja” se han producido en estos quince episodios, momentos en los que verdaderamente temimos por el final de la relación, pero el momento no llegaba… hasta hace una semana. En una de esas joyas que salen de la serie, los guionistas volvieron a comparar la vicodina con otro objeto. Al final de la quinta temporada fue el pintalabios de Cuddy y esta vez ha sido un caramelo, pero el resultado ha sido el mismo: dejar claro que Greg House tiene una adicción a las pastillas contra el dolor, y que no va a superarla.

Creo que con esto queda claro que ‘House’ es así y no va a cambiar. Nos darán casos médicos más o menos entretenidos, podrán jugar con los personajes, trayendo nuevas caras (como la Dra. Masters, aunque ya nos han avisado de que su presencia no pasará de esta temporada) y jugando a cambiar el personaje, pero quedándose sólo en eso, en un juego; cuando se harten, House volverá a ser el de siempre. A este ritmo, parece claro que sólo en su final se aventurarán a cambiar algo de verdad, y teniendo en cuenta que su futuro no está nada claro, quizá esta transformación definitiva esté ahora más cerca que nunca.

En ¡Vaya Tele! | ‘House’ afronta nuevos retos

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